Cap 2: Encuentro

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El tiempo pasó, dando lugar a la mañana del día tan esperado. El día había comenzado de lo más normal, como siempre Blair la había despertado y ayudado a vestirse.

El Conde se había encargado de enviar un vestido nuevo el cual debería de usar a la hora de salir de la torre. Era un vestido bonito y sutil, era largo, en la zona de la falda era voluminoso, de color blanco con pequeñas flores de color rosa, el escote era de hombros caídos de color blanco. Había sido creado a partir de una tela increíblemente suave y ligera, aún así el corset que debía de usar le restaba todo el crédito que había logrado ganar.

Ahora tan solo quedaba esperar a que llegara la hora de salir, la ansiedad subía y los nervios no dejaban de atormentarla.

Solo pudo concentrarse en lo que la rodeaba, la habitación que estaba revestida por enormes bloques helados a las cuales las forraban enormes estanterías repletas de libros y el piso hecho de piedra áspera que era cubierto por laguna que otra alfombra.

Alzó la mirada para ver cerca del techo unas cuantas pero pequeñas ventanas que permitían ingresar la luz del sol, al parecer la esperaba un hermoso día soleado.

No recordaría aquel lugar con cariño, tampoco sentiría nostalgia al pensar en él aunque fuera el lugar donde creció. Lo unció que significa para ella era Soledad, la cual había tenido que enfrentar desde que tenía memoria, siendo la causante de las cicatrizes en sus manos como en su corazón.

No podía esperar por sentir la calidez del sol y la brisa contra su cuerpo. La torre no era algo a lo que pudiese llamar acogedor o agradable. Conversaciones y risas distrajeron su atención a otra parte, ya era casi la hora del inicio de su libertad.

-Señorita Rouse, es la hora- cuando levantó la mirada solo se encontró con Blair al lado de la única puerta de la habitación- es momento de descender.

Tomó una gran bocanada de aire, se puso de pie, sus pasos eran decididos, su mirada fría, pero su corazón y pensamientos eran un desastre. Temía y estaba intrigada debido a que no tenía idea de lo que le esperaría fuera, tanto como un explorador en terreno desconocido.

La gran habitación quedaba detrás, dando inicio a la larga escalera en forma de caracol. Comenzó a descender por los escalones siguiendo los pasos de su dama de compañía, no recordaba cuándo fue la última vez que puse un pie en ella, aún así eso no importaría en unos instantes.

Al llegar a las enormes puertas de madera, creyó olvidar como respirar y su aliento desgraciadamente había desaparecido, pero aún lograba mantener un semblante y una postura estoica. En un momento sintió una cálida mano posarse en su hombro derecho, al girar su cabeza vio una sonrisa que tenía completamente grabada en la memoria.

- Mi señorita, no tiene de qué preocuparse, estaré a su lado apoyándola - la sonrisa de Blair fue suficiente para que su cuerpo recordara como respirar, y a la vez desechara la tensión de la cual estaba presa.

- Gracias Blair, yo...- no pudo terminar la oración debido a que de un momento a otro las puertas comenzaron a moverse.

La luz del día ingresaba poco a poco hacia el interior de la torre, inhaló y sostuvo el aliento por unos segundos que parecieron siglos, y cuando las puertas se abrieron por completo era momento de dar el primer paso hacia la libertad que tanto anhelaba.

Con cada paso que daba la luz del sol comenzaba a iluminar su figura cada vez más, hasta el punto de estar completamente fuera de aquella torre que la había tenido prisionera por tanto tiempo, por fin pudo exhalar el aire que había tenido oprimido en su interior.

Sus ojos no sabían dónde posarse, se sintió abrumada por todo lo que por fin era capaz de ver en persona, rebosaba de felicidad al sentir la luz del sol sobre ella, de poder ver un cielo azul sobre su cabeza, de sentir como la brisa levantaba su cabello y como el aroma de las flores llegaba a su nariz.

Fuera de aquel lugar, se encontraban dos largas filas de personas a los lados del camino de piedras que guiaban a la mansión, sus rostros parecían extrañados y confundidos al verla, al parecer por sus uniformes debían de ser el personal principal de sirvientes.

En medio de ellos frente a ella se encontraba un hombre de unos 50 años de edad, de cabello rubio y de postura noble, junto a él se encontraban una mujer de cabello castaño vestida con un elegante vestido, y a su lado una joven señorita, que también llevaba un extravagante vestido amarillo.

Sus ojos y los del hombre, se encontraron, y el hecho de no poder apartar la mirada se hizo presente, tenía la intención de buscar algún indicio de arrepentimiento o tristeza, pero solamente observó un par de ojos exhaustos, aparte de ellos solo se podía sentir un par de miradas clavadas sobre sí misma.

De sus miradas solo desprendía desdén y odio, sus ojos se desviaron hacia aquellas dos mujeres, pero eso solo lo empeoró. Era obvio que no era bienvenida, pero eso lo sabía de antemano.

- Saludos, Conde Beckham- hizo una reverencia durante el saludo.

- Saludos hija mía- hizo una elegante reverencia, y las dos damas a su lado se sorprendieron- No debes de llamarme Conde, después de todo soy tu padre...

- No veo la necesidad de llamarlo "Padre" después de todos estos años. Creo que su título es la mejor forma para dirigirme a usted- sus palabras la habían hecho enfurecer.

"¿Después de dos décadas quiere que lo llamara "Padre" como si nada? ¿Acaso pensó que saltaría a sus brazos en cuanto lo viera o qué?"

- ¡¿Quién te crees qué eres para hablarle así?!- la mujer a su lado, la condesa actual elevó su tono y lo hizo resonar como una amenaza

- No creo que sea una pregunta necesaria de responder, creo yo que usted sabe bien quién soy, Condesa- su voz se torna fría y firme, a la vez que le escupía las palabras.

- ¿Cómo te atreves a hablarle así a mi madre, desconocida?- una voz chillona se deja escuchar- es obvio tu falta de educación, no me sorprende.

Jane era el nombre de la actual condesa, esposa de su padre y ahora madrastra, cuya hija había sido llamada Clarise. Blair le había aconsejado ponerlas en su lugar lo antes posible, con la intención de dejarles ver que no le asustaban.

- ¡Basta!- el tono fuerte del Conde sorprendió a ambas mujeres a su lado- No se entrometan, éste asunto no es de vuestra incumbencia. Les dejé muy claro que no perdonaría ningún comportamiento inadecuado en este momento.

Lo que acababa de escuchar la había dejado hecha piedra, estaba sorprendida y atónita.

Reacias a hacerlo ambas mujeres hicieron una reverencia dedicando una disculpa- Sentimos nuestras palabras- de inmediato se enderezaron, y como alma que se lleva el diablo huyeron de allí.

-Siento su comportamiento hostil- el rostro del Conde parecía más relajado ahora que las mujeres se habían marchado- Por favor acompáñame a mi despacho, es un lugar más cómodo para hablar- con sus palabras el Conde se dio media vuelta y comenzó a caminar

Sin ninguna objeción y en silencio Rouse comenzó a caminar detrás de él...

La Dama MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora