Cap 5: Jardín

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Sus manos temblaban mientras sostenía aquella carta, tenía los ojos empañados por tratar de reprimir sus lágrimas, no quería llorar enfrente del Conde, no quería demostrarle su vulnerabilidad. Se tragó su llanto como pudo, se tomó todo el tiempo que necesitó para controlar su respiración y tener la suficiente confianza de que cuando hablara su voz no saliera entrecortada.

En cuanto se sintió lista levantó la cabeza, intentaba parpadear lo menos posible para que sus lágrimas no cayeran, tomó una bocanada de aire y la dejó ir.

-Ésta carta... ¿De verdad la escribió mi madre?- le temblaba la voz

-Sí, así es... Ahora hay un par más de cosas que explicar, espero que me permitas hacerlo- Thomas puso su mano sobre su hombro, ésta no se apartó.

-Me gustaría un momento para procesarlo todo... es demasiado. Yo... de verdad no puedo...- Las lágrimas la traicionaron, comenzaron a caer sin consuelo. Como reflejo se tapó el rostro con las manos tratando de ahogar sus sollozos.

De un momento a otro sintió como un par de brazos la envolvían en un cálido abrazo, y como en un susurro sonaba algunas palabras de consuelo -No lo reprimas, no quieras esconder tus lágrimas, solo déjalas salir.

El hecho de que el Conde estuviera abrazándola se le hizo extraño, pero era lo que necesitaba, sentir que todo lo que le había dicho era real, y que en verdad él no la odiaba, sino que en realidad temía por el futuro de ella, pero a pesar de ello no lo correspondió, se quedó allí en silencio mientras lloraba por las palabras escritas en la carta, por las decisiones de sus padres, por la muerte de su madre y por todo el tiempo que había perdido sin vivir.

Thomas sintió el pesar que la invadía, por ello pensó que en el momento en que intentara abrazarla lo rechazaría, así que el hecho de que al menos no lo alejara lo llenó de una dicha inimaginable, por fin sentía que su tiempo comenzaba a avanzar al tenerla a su lado, y al sentirse de tal forma no pudo evitar que brotaran lágrimas de felicidad.

Para mala suerte del Conde el momento se vio interrumpido por un golpe en la puerta, al oírlo Rouse cayó en cuenta de la situación en la que estaban, por lo que se separó abruptamente de él. Después de que ambos hubiesen limpiado sus lágrimas en un silencio algo incómodo, Thomas dio la voz de pase a aquella persona que osaba interrumpirlos.

Al ver de quien se trataba la expresión del Conde cambió, se tornó de piedra, como si la persona que hace un momento estaba llorando mientras abrazaba a su hija hubiese sido alguien más, se paró de su lugar y le extendió la mano a Rouse.

-Creo que será mejor terminar nuestra conversación más tarde, deberías descansar un poco- al dirigirse a ella su voz se suavizó- Le pediré a Blair que te muestre tu habitación.

Miró a la mujer que estaba parada en la puerta observándolos, tenía una mirada irritante, tan egocéntrica y repugnante que daba simplemente asco verla. Quería evitar lo más posible estar cerca de ella, así que se puso de pie tomando la mano de su padre.

-Me parece lo mejor- éste la acompañó hasta la puerta del salón pasando por al lado de la Condesa, al momento Blair apareció.

-Blair, por favor muéstrale su habitación a Rouse- Se soltaron las manos, así ella fue al lado de su mucama - Te veré luego hija mía.

Solo se designó por dar una reverencia como respuesta, y al instante comenzó a caminar por el pasillo siendo guiada por su dama de compañía.

-Mi señorita ¿Le gustaría ir a su habitación o dar un paseo por la mansión?

- A mi... ¿Me podrías mostrar los jardines?- lo que más necesitaba en aquel momento era respirar y que a la vez el viento se llevara consigo varias de sus pensamientos.

La Dama MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora