El viaje había comenzado a primera hora de la mañana, se sentía cansada debido a que las mucamas no habían tenido piedad con ella y no le habían permitido dormir un poco más.
Los carruajes los habían estado esperando frente a las puertas principales de la mansión para comenzar el recorrido hasta la capital, por lo que hasta el momento ya llevaban más de mediodía en ellos, para su suerte no tuvo que compartir el mismo carruaje que la Condesa y su hija, ya que ellas iban en uno a parte, en el caso del conde este había preferido viajar junto a ella y Blair.
El viaje en carruaje se le hizo tedioso, sus distracciones se limitaban a ver el paisaje por la ventana, escuchar la charla entre su padre y su dama de compañía y de vez en cuando participar, hubiera preferido viajar a caballo como los caballeros que los escoltaban, pero Thomas se lo había prohibido por su seguridad, ya que no sabía cómo montar.
Debido a que no había viajado jamás en un carruaje se encontraba en el mismísimo infierno, sentía un intenso ardor en sus caderas y espalda, además de tener las piernas adormecidas por estar sentada por tanto tiempo, los caminos de tierra no ayudaban al dolor, los baches y piedras que se topaban tampoco, aún así no iba a admitir que el dolor la consumía, era demasiado orgullosa para hacerlo y pedir un descanso cuando nadie más lo había hecho.
La horas siguieron pasando hasta que el sol se ocultó, ahora se encontraba dentro de una tienda de acampar, a la cual habían puesto en pie los soldados que los acompañaban.
Estaba exhausta, pero el hecho de saber que estaba en el medio del bosque la intrigó. Se mantuvo acostada en su cama pretendiendo dormir hasta que dejó de oír ruido alguno fuera de su tienda, se incorporó en su cama, miró hacia el lugar donde dormía Blair y al verla completamente dormida se puso de pie, se vistió lo más rápido que pudo y salió de allí con el mayor cuidado posible.
Al no haber nadie a los alrededores comenzó a caminar por el bosque con cuidado mientras rompía algunas ramas a su paso dejando así un rastro para no perderse.
El silencio, la oscuridad y los sonidos de los insectos nocturnos que consumían al bosque le hicieron acuerdo a uno de los sueños que había tenido anteriormente, mientras pensaba en ello continuaba caminando con cuidado de no caerse con alguna raíz, hasta al punto de llegar a un claro, sin pensarlo mucho se adentro en él, hasta que en un lado de éste encontró un montón de rocas, en las cuales tomó asiento en una de ellas.
Los ruidos del bosque la envolvieron, se sintió en paz por primera vez desde que había salido de la torre, el aire fresco llenaba sus pulmones y la poca luz de las estrellas la iluminaban. En este momento le hubiera gustado tanto que su mente tuviera la tranquilidad de aquel bosque, debido a que ésta se encontraba turbia y confundida, la duda que más la atormentaba era el hecho si debía de decirle al Conde sobre sus sueños o si era mejor guardar el secreto para ella misma.
Siguió sumergida en sus pensamientos por un largo tiempo hasta que unos ruidos extraños la sobresaltaron, se puso de pie de un salto buscando de donde provenían aquellos sonidos, y al encontrar por donde venían se quedó estática esperando a que aquello que causaba que el silencio del bosque desapareciera se mostrara, y al instante fue así, una señora de avanzada edad se mostraba ante ella
-¡Señorita! – Blair aparecía frente de ella vistiendo sus ropas de dormir y con un rostro soñoliento- No debería de estar aquí a estas horas, debería de estar descansando
-Lo siento, no pude evitarlo. Me daba mucha curiosidad y terminé adentrándome más de la cuenta- se acercó a su dama de compañía
-Sí, ya lo creo. Me asusté mucho cuando desperté y no la vi en su cama, más todavía cuando salí de la tienda y vi el rastro de ramas rotas, pensé que le había pasado algo.

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La Dama Maldita
AcakSemanas, meses e incluso años transcurrían mientras ella permanecía confinada en la torre de la mansión del Conde Beckham, su padre. Los años pasaron sin que ella pudiese conocer lo que la rodeaba, lo que conocía se limitaba al conocimiento de los l...