P.O.V ROWER
Ana dormía en la cama de aquella vieja casa de madera, mientras él se mantenía a su lado esperando que despertara. Se sentía cansado, agotado y enfermo. La peste que había arrasado con gran parte de la población de su pueblo había llegado a ellos no hace mucho, la primera que cayó enferma fue su esposa Ana. Cada día era más difícil ver su cuerpo enfermo postrado en la cama, mientras que él se mantenía fuerte para que ella no se preocupara por su bienestar.
-¿Dan?...- la frágil voz de Ana se dejó escuchar.
-Aquí estoy, ¿Cómo te sientes?- se sentó en el borde de la cama junto a ella.
-Cansada y algo mareada - sus palabras carecían de aquel tono alegre que la caracterizaba- ¿Me ayudas a sentarme?
-Claro - pasó sus brazos por debajo de los de ella, tomándola con cuidado la sentó sobre la cama.
Se formó un nudo en su garganta. El cuerpo de su esposa, el cual una vez fue firme y suave, ahora era escuálido y frágil, sus piernas habían dejado de responderle hace algunas semanas, su voz se apagaba más cada día, sus ojos perdían su brillo lentamente y a él se le destrozaba el corazón a cada instante al no poder hacer nada por su amada. No había cura para esa enfermedad y cada persona que la había tenido no había logrado sobrevivir, ellos no serían la excepción.
-Dan...
-¿Qué sucede?
-¿Por qué aún sigues aquí?
-Ya hablamos sobre esto, no me voy a ir y menos voy a dejarte sola- tomó sus manos dentro de las suyas- Te lo prometí ¿verdad? Hasta que la muerte nos separe, no me iré de tu lado hasta que eso no pase- sus ojos amenazaban con derramar lágrimas.
-No quiero que me veas así, no quiero que después de morir me recuerdes en este estado moribundo- sus ojos se empañaron- Ésta no es la mujer de la que te enamoraste.
- Claro que sí, la tengo frente a mis ojos- sus lágrimas se derramaron- Todavía está aquí, su cabello rojizo salvaje, sus ojos marrones, su sonrisa, sus manos y su voz. No importa en el estado que te encuentres siempre voy a estar enamorado de ti.
-Dan, sabes muy bien que yo...- comenzó a toser violentamente, se tapó la boca con la mano pero esta quedó bañada en sangre.
Odiaba verla así, ver cómo sufría y no poder hacer nada, lo único que quedaba era esperar que el ataque de tos terminara. Durante ese tiempo la mantuvo entre sus brazos.
-Dan, ya no puedo más- su voz se quebraba- Tengo tanto frío...
-Tranquila, aquí estoy- aún teniéndola entre brazos se recostó en la cama cubriéndose a ambos con las mantas de ésta.
-Quiero dormir un poco más, me siento muy cansada- su voz comenzaba a apagarse.
-Esta bien, ya puedes descansar- reprimió sus lágrimas y sollozos lo más que pudo- Yo estaré a tu lado cuando despiertes.
-Lo sé- se quedaron en silencio un instante- ¿Dan?
- ¿Sí?
-Te amo.
-También te amo.
Lo único que pudo hacer al terminar de decir esas palabras fue abrazar el cuerpo sin vida de su amada esposa mientras que sus sollozos eran ahogados por sus lágrimas.
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Al abrir sus ojos la luz que entraba por la ventana lo cegó, tenía el rostro empapado de lágrimas y un profundo hueco en el pecho. Últimamente sus recuerdos volvían con más frecuencia a sus pensamientos invadiendo las pocas horas que lograba dormir por las noches. Se secó las lágrimas con el dorso de su mano dejando salir un pesado suspiro en busca de deshacerse del sentimiento de vacío. Se quedó recostado en su cama procesando lo que había soñado.
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La Dama Maldita
RandomSemanas, meses e incluso años transcurrían mientras ella permanecía confinada en la torre de la mansión del Conde Beckham, su padre. Los años pasaron sin que ella pudiese conocer lo que la rodeaba, lo que conocía se limitaba al conocimiento de los l...