Capítulo XXII: La Alevosía

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Ilustración: @10oo53 en twitter


~°~°~ Capítulo XXII: La Alevosía ~°~°~

He sido demasiado paciente. Bueno, he debatido mucho con Saga y Radamanthys... con Aioros cada vez que lo veo en casa... Con Milo y Camus... Bien, acepto que no soy el ejemplo de paciencia, pero afortunadamente he retomado mi vida, al fin.

Estoy terminando los cursos de último año de la universidad, al mismo tiempo que trabajo mi tesis con el maestro Dokho. Culminaré con lo que tenía planeado antes del altercado. Y debo decir que estoy aquí gracias a la ayuda de mis amigos, principalmente a Camus, quien básicamente me instruyó en todo lo que vimos en los años anteriores.

Por el momento me dedico a estudiar, y a hacer yoga con un grupo de mujeres que me adoran, supongo que es porque soy el único hombre en el grupo, aparte del instructor, Shaka. Quisiera retomar las artes marciales, pero Saga me dice que no estoy listo para deportes fuertes. De igual manera, me agoto mucho y aprovecho cada momento para dormir y descansar, aunque a veces me siento aburrido y solo, pero todos tienen sus ocupaciones.

Ese día, me sentí muy cansado luego de las clases, así que me recosté en la grama de los jardines de la facultad. Una sombra y una delicada voz interrumpió mi siesta. Abrí los ojos con pesadez, y froté mis ojos para enfocar mejor. Era una de las mujeres más bellas que había visto en mi vida, o en lo que recuerdo de ella. Me sonrió e intentó ordenar mi cabello, como si lleváramos mucho tiempo de conocernos.

—¿No te acuerdas de mí? ¡Cómo puedes ser tan malo!

Luego de un breve resumen de mi pérdida parcial de memoria, la chica sonrió con dulzura; se acercó y se posó directamente sobre mi regazo. Me tomó por la oreja con su mano, y me dio un beso en los labios. No lo esperaba, estaba descolocado.

—Me aseguraré de que no vuelvas a olvidarme...

Podría estar almorzando con Milo, en mi casa durmiendo, estudiando con Camus o viendo alguna película en el apartamento de Radamanthys... Rada... manthys... lo siento. En vez de cualquier otra cosa que se supone que debería hacer, estoy siendo montado por una diosa divina, la hija de Afrodita, con sus senos suaves y ardientes rebotando sobre mi rostro; los engullo, sus pezones, suaves pero firmes me saben a delicioso néctar. Su piel tan cálida, su cintura presa de mis manos, y su vagina siendo profanada repetidas veces por mi miembro... ese que no había querido despertar como lo hace ahora. Su cadera me mata con su movimiento hipnotizante. No recuerdo la última vez que tuve estas sensaciones; siento que mi cabeza se nubla, que en cualquier momento podría perder el conocimiento, que podría volverme loco.

Mi verga dentro de su boca, los anillos que forma con su lengua, me exprime, se sacia con mis líquidos... me drena. Cada acción que esta mujer realiza, me enloquece y provoca una mezcolanza con mis sentidos.

—Di mi nombre... —solicita apretando con firmeza mis testículos, no dejándome llegar al clímax.

—Te... thys...

—Más fuerte —exige a la vez acaricia mi ano con uno de sus dedos.

—Tethys... —repito, con más aire.

Sin ninguna advertencia, inserta su dedo en mi interior y enloquezco por completo. Mi simiente se esparce sin control alguno, a la vez que ahogo su nombre entre alaridos que nacen desde mi garganta. "Tethys", una de las cincuenta nereidas, una ninfa del mar, un océano de sensaciones.

Llegué a dejarla a la puerta de su casa, en un taxi que me cobró el presupuesto del resto de la semana.

Como todo lo que ocurrió esa tarde, me tomó de sorpresa cuando me besó larga y profundamente. La tomé de la cintura, y correspondí el gesto. No me importó que estuviésemos a media calle, y creo que a nadie más.

Me fui caminando a casa, es un recorrido largo, pero me daría tiempo de procesar lo ocurrido mientras disfrutaba del atardecer. Todas las sensaciones me habían maravillado, todas menos... ese beso. Había algo en ello que no me terminaba de agradar, no como...

Ah... Debía dejar de pensar en otras cosas. Tras intercambiar los contactos del celular, comencé a revisar una de sus redes sociales con muchas fotografías, sin duda alguna, era una mujer muy hermosa, le hacía honor a su nombre. Lo curioso era que en las únicas fotografías donde estaba acompañada, lo hacía con un hombre apuesto, de cabellera larga y azulada, de un tono más claro, aparentaba ser de familia ostentosa.

Me encontraba a un par de cuadras de casa, cuando un golpe me hizo perder el equilibrio... y mi teléfono. No pude darme cuenta si eran tres o cuatro hombres quienes me utilizaron como saco de boxeo. Cuando intentaba levantarme, recibía otro golpe que me sacaba el aire y me nublaba la vista. Mi boca, con el sabor metálico de la sangre y un dolor en el pecho, solo intentaba exhalar la mayor cantidad de aire posible.

—Espero que aprendas la lección niño bonito —dijo uno de ellos cuando me jaló el cabello para levantar mi rostro. —Nadie se mete con las pertenencias del señor Julián Solo

—Y si te volvemos a sorprender, no dejaremos rastros de ti, ¿entendido?

Me tiraron nuevamente al suelo, y antes de abandonarme, destruyeron mi celular al pisarlo con fuerza. Sentí que había pasado una eternidad, cuando un equipo médico me recogió.

Y aquí estoy nuevamente, en un cuarto de hospital, conectado a un sin fin de cables y con un dolor inimaginable. Claro, no podía faltar, el inglés sentado a mi lado, leyendo en voz alta.

No le estaba poniendo atención, me había perdido en un análisis sin sentido de mis acciones. Me dejé engañar con facilidad. Milo, el primero con quien hablé, me explicó que hace tiempo había tenido una relación con Tethys, pero ella prefirió irse con otra persona que fuera capaz de llenarla de lujos, es decir, el hijo de la familia millonaria: Julián Solo.

Comprendí que solo había sido utilizado, que todo había sido una farsa para una ridícula venganza de esa niña. Me sentí estúpido y culpable. ¿Cómo no lo vi venir? Además, ¿No se supone que tenía una relación con Radamanthys? ¿El hombre que nunca se apartó de mi lado y no me ha hecho daño?

—Rada... —lo interrumpí, sin atreverme a verlo a los ojos. Él, respetuoso como siempre, se detuvo y me observó, quedándose en silencio para escucharme. —Yo... lo siento... —apreté las sábanas bajo mis débiles manos.

—Kanon, fuiste engañado, manipulado —respondió serenamente, regresando su atención al libro.

—Pero yo... yo... —no podía evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas. Rápidamente, y sin siquiera colocar un separador en el libro, Radamanthys se levantó y sostuvo mi rostro entre sus manos, limpiando mis lágrimas con sus dedos.

—Shhh... No tienes que sentirte así... Todo está bien —dijo para luego darme un beso en la frente, de esos que me impregnan una calidez indescriptible por todo mi ser. Una vez más tranquilo, se separó delicadamente de mí, preguntando si me sentía mejor, a lo cual asentí limpiándome el resto de lágrimas con el dorso de mi mano.

Se excusó indicando que debía regresar al trabajo.

—No debes ocultar lo que deseas —dijo antes de salir de la habitación.

Él supo lo que hice.

¿Cómo es posible que me trate con esa calidez y paciencia, sabiendo lo ocurrido?


~°~°~ Continuará ~°~°~

Hola! hoy les traje un narrador diferente (y con menos palabras) espero les haya gustado :)

Alevosía: si bien el término es utilizado en vías legales, también quiere decir "infidelidad" o "traición". 

Drákos AgóraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora