Drákos Agóra

Capítulo XXVI: El Lama - Parte I

Lama: maestro espiritual del budismo.

Un pequeño recordatorio de los nombres/parentescos para evitar perderse:

Radamanthys Gastrel 
Valentine Beaufoy - primo en tercer grado de Radamanthys
Erda Meyer - Una de los guardianes de la familia Gastrel
Familia Georgiadis: Los hermanos Ilías, Sísifo, Aioros, Aioria (hermanos) y Regulus (hijo de Ilías).
Milo Galanis
Aiacos Yadav
(Milo y Aiacos son hermanos solo de madre)

La imagen es del anime de Saint Seiya: Soul of Gold.

Ahora si, comencemos.

~°~°~ Capítulo XXVI: El Lama ~°~°~

~°~°~ Parte I ~°~°~

Las mañanas eran cada vez más frías, y enredarse entre las suaves frazadas de franela era uno de los pequeños placeres que se permitía antes de comenzar con su caótica vida llena de responsabilidades y obligaciones. No supo cómo reaccionar ante el roce de la piel del individuo con el que había compartido el lecho. Era inusual, siempre se iba antes del amanecer. Así funcionaba. Escapó antes de tener que enfrentarse a la consecuencia de sus febriles actos.

—Disculpe que me entrometa, señor Gastrel, pero es mi deber, como su protectora, el expresarle mi desconfianza del Señor Beaufoy. Temo que pueda ocurrir alguna situación de la cual yo no pueda auxiliarlo.

—Gracias por tu consejo Erda —respondió luego de percatarse que aquella chica no perdía detalle de nada. —¿A quién le rindes cuentas?

—Solamente a su padre señor. Ahora que él no está, a su madre, y a usted.

—¿Qué le has dicho?

—Que todo está en orden. Si sospecho que su vida está en peligro, debo decírselo, y al resto de guardianes.

—No, todo está en orden, como tu dices —chupó su cigarrillo para luego destrozarlo en el cenicero de vidrio que se apoyaba en la enorme mesa de madera que era el eje principal de aquel enorme salón que fungía como el estudio u oficina. Por un buen tiempo, se había dedicado a revisar documento tras documento. Fumar se le había hecho una costumbre desde que los cambios le llovían torrencialmente. —Erda, ¿eres de confianza?

—Le he sido leal a su familia desde que pisé estas tierras. Disculpe si le soy una molestia, mis órdenes de protegerlo son prioridad.

—No me molestas. Solo siento, extraño. Pasé toda mi infancia sin saber que siempre tenía una sombra detrás de mí. Cuando mi padre te presentó, ya tenía edad suficiente como para percatarme de ello. Además, ya estaba en el internado y no me la pasaba tanto tiempo acá.

Radamanthys regresó con la lectura de actas de contabilidad, sabía bien que tenían personal para ello, pero su conciencia no estaba tranquila si no revisaba cada uno de los papeles. El silencio se instauraba entre ellos, sin que fuera incómodo, cada quien cumplía su trabajo.

—Gracias por no decirle a nadie —volteó a ver aquellos ojos grises, atentos. —Lo de Valentine. No es nada serio y no debes preocuparte. Yo lo arreglaré.

—Como usted diga.

Le solicitó que le diera espacio. Como siempre, ella se lo concedía sin alejarse demasiado, sin dejar de estar atenta. Radamanthys lo sabía muy bien. Le impresionaba la seriedad de aquella mujer, tan joven. ¿Cómo vivirá su vida? ¿Tendrá familia?

Apreciaba sus momentos de soledad, pero sentía que sus pensamientos eran peligrosos. Además que sus hormonas alborotadas no le daban sosiego, la resolución de los conflictos de los casos que tenía a su cargo y que debía delegar, eso y el peso de una empresa familiar con un linaje ancestral. Necesitaba remediar eso, tomar las mejores decisiones desde la cabeza, no desde las entrañas. Eso le había enseñado su padre.