XII

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Thalia estaba empezando a impacientarse. Ya habían pasado quince minutos desde que aquella Niebla mágica había aparecido frente a ella y sus cazadoras. Dante había sido claro, él se encargaría de Hécate pero no podía evitar ponerse nerviosa - Thalia... ¿No deberíamos hacer algo? - preguntó una de sus cazadoras mientras observaban la bruma donde Dante Pierce había desaparecido - Quedarse de brazos cruzados y dejar trabajar a un hombre no es el estilo de las cazadoras -

La hija de Zeus lo pensó durante unos segundos. Había ordenado a sus cazadoras quedarse a una distancia prudencial de la Niebla. Sin embargo, el tiempo seguía pasando y no había ni rastro del semidiós - Mantened la posición... - respondió ella, cruzándose de brazos - Dante es el semidiós más fuerte... Si alguien puede derrotar a Hécate es él -

El resto de cazadoras no parecían confiar tanto en el chico. Sin embargo, las órdenes de la líder de las cazadoras habían sido claras - Seguiremos revisando la barrera -

Diez cazadoras se separaron del grupo principal y siguieron comprobando la estabilidad de la barrera de la diosa. Pasaron cinco minutos y nada ocurrió hasta que una de las cazadoras dio una señal de aviso - ¡Thalia! - la hija de Zeus se dio la vuelta al oír su nombre. A unos doscientos metros, en el límite del muro una de sus cazadoras sacudía la mano - Creo que deberías ver esto -

La líder de las cazadoras de Artemisa no necesitó acercarse mucho para comprobar que algo había cambiado. La barrera, rígida al principio ahora se doblegaba ante las manos de las cazadoras - Es cada vez más débil - comentó una de ellas - Si golpeamos con fuerza deberíamos ser capaces de atravesarla -

- Sea lo que sea que esté haciendo Dante... - murmuró la chica mientras apoyaba la palma de la mano en la barrera - Está funcionando -

La hija de Zeus retrocedió mientras alzaba su lanza. Una nube negra empezó a formarse mientras el viento comenzaba a alzarse. Tal vez no fuese tan fuerte como Dante, pero un rayo sería más que suficiente para abrir al menos una brecha en aquel muro. Thalia cerró los ojos cuando sintió como la electricidad recorría cada palmo de su cuerpo. Sus ojos se encendieron con un intenso azul y los relámpagos se concentraron en la punta de su lanza.

Nunca llegó a liberar aquel ataque. Cuando estuvo a punto de descargar el relámpago la misma sensación de antes inundó la zona. La temperatura del lugar disminuyó casi diez grados mientras cada parte de su ser comenzaba a temblar. La chica miró por encima de su hombro, directamente hacia el cúmulo de Niebla. Una figura empezó a distinguirse en esta. Quiso decir algo, pero las palabras se ahogaron en su garganta.

- ¿Qué demonios es eso? - preguntó otra de sus cazadoras por ella. Quien salió de la Niebla fue el mismísimo Dante Pierce. Cada parte de su cuerpo estaba salpicado en icor dorado, la sangre de los dioses. Tenía la mirada vacía e inyectada en sangre y de los poros de su piel exhalaba una especie de vapor rojizo. Sin embargo, lo más terrorífico era lo que llevaba en sus manos. En la derecha, su espada azabache, empapada en sangre divina. En la izquierda, el cuerpo de un hombre al que llevaba a rastras.

- ¿Qué has hecho? - preguntó la líder de las cazadoras. Dante cruzó miradas con ella y durante un segundo sintió como si la hoja de una espada se apoyara sobre su garganta.

- Aún no he acabado - respondió Dante mientras soltaba al hombre. Ahora que Thalia podía verlo bien entendió de donde había salido todo aquel icor dorado. Debía de ser un dios y no sabía cómo pero Dante le había seccionado el brazo derecho y la pierna izquierda. En cuanto cayó al suelo Thalia hizo un amago de acercarse. Sin embargo, el hijo del dios de la guerra alzó la mano - Aún no he acabado... - repitió. Aquellas palabras se sintieron más como una amenaza que como una orden. Thalia le sostuvo la mirada durante unos segundos pero al final asintió.

ARES #5 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora