XXIX

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- ¿Por qué ha tardado dos meses en venir? - preguntó Annabeth mientras daba un golpe sobre la mesa. Percy pasó un brazo sobre sus hombros y la echó para atrás.

- El señor Pierce fue muy específico - respondió el abogado mientras abría el negro maletín que había colocado sobre su mesa - Antes de que empezase la conocida como batalla de Manhattan el señor Pierce vino a mi bufete. No sé muy bien cómo pero supo que era un semidiós y contrató mis servicios como abogado. Y en cuanto a por qué he tardado tanto. El señor Pierce dijo, textualmente: No quiero que esos buitres se repartan mi dinero el día después de mi entierro -

Percy no pudo evitar sonreír - Suena algo que diría él - dijo mientras miraba a su derecha. Estaba sentado en el centro del sofá, a un lado tenía a Annabeth quién estaba histérica y se removía nerviosa. Al otro lado, estaba Helena. La hija de Apolo se mantenía en silencio y con la mirada fija en el abogado. Por último, estaba Quirón quien observaba toda aquella situación desde la distancia.

- El señor Pierce no tiene familia viva así que vino a mi para redactar su testamento - siguió el abogado.

Percy se quedó congelado. Habían pasado dos meses de la muerte de Dante pero sobre el Campamento Mestizo aún flotaba aquella aura de tristeza y melancolía - ¿Su testamento? ¿Nos ha dejado algo? -

- Básicamente ha repartido sus bienes entre vosotros tres - respondió el hombre mientras sacaba un sobre de su maletín. Lo abrió con aire solemne y tomó la hoja de papel en alto - Primero, señor Percy Jackson. El señor Pierce le deja su motocicleta. En sus palabras textuales: Percy, te quedas con mi moto. Cuídala y dale un par de vueltas a Annabeth en ella... Y por el amor de Afrodita, invita a esa chica a un cita -

Percy pudo sentir como toda la sangre de su cuerpo iba directo a su rostro. El hijo de Poseidón se alejó de la chica como un resorte - ¿Qué ha sido eso? - preguntó Annabeth quién le miraba de brazos cruzados. Ambos llevaban ya dos meses saliendo así que esa reacción era un poco extraña.

- ¿Dante sabía lo nuestro? - preguntó Percy mientras miraba a la chica. Ella suspiró y señaló al abogado quién le tendía un pequeño manojo de llaves - ¿Son para mi? -

- Era la voluntad del señor Pierce - asintió el hombre.

Percy miró las llaves durante unos segundos y las tomó - Cuidaré de ella - susurró él como si intentase que aquellas palabras llegasen al más allá.

- Siguiente, señorita Annabeth Chase - Annabeth se levantó del sofá y se acercó al extremo de la mesa - A usted, el señor Pierce le deja todo su dinero. Un total de 57.000$ -

- ¡¿57.000$?! - preguntó la chica con los ojos abiertos como platos.

- En palabras textuales del señor Pierce: Antes de que te emociones, Annie. Sé que no es mucho dinero para lo que te voy a decir ahora. Es lo que heredé de mi madre y el poco dinero que yo he ido consiguiendo con mis cosas. Algún día serás la mayor arquitecta de todos los tiempos y quiero formar parte de esa aventura. Por eso, usa ese dinero para pagar la universidad. No se cuánto podrás pagar con ese dinero pero espero que te ayude. Y por cierto, pon una estatua mía en algún lado, que sea muy grande y ponle las dagas, o la katana, lo que mejor le quede.

Annabeth se limpio las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos. Tomó la hoja de papel que el abogado le tendía, con todas las indicaciones para formalizar el ingreso del dinero - Será la mejor estatua de todo el Olimpo - musitó ella mientras volvía a sentarse.

Por último, la mirada del abogado alcanzó a Helena. La chica mantenía su semblante serio pero en el fondo de su mirada se podía ver la tristeza y el miedo - Señorita Helena Norton. A usted, el señor Pierce le deja su casa. Un piso localizado en pleno centro de San Francisco - el hombre sacó otro manojo de llaves y lo dejó sobre la mesa - El señor Pierce ya se aseguró de que el piso estuviese libre de cargas así que si usted quiere es todo suyo -

ARES #5 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora