XIV

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Lo primero que Dante hizo cuando entró en Manhattan fue dirigirse al hotel Plaza. Un par de semidioses con los que se cruzó le dijeron que habían elegido aquel antiguo edificio como base de operaciones. Desde el punto de vista táctico, el Plaza no era el mejor lugar para establecer el cuartel general. No era el edificio más alto de la ciudad y tampoco el más céntrico. Pero tenía cierto estilo de la vieja escuela y había atraído a lo largo de los años a un montón de semidioses famosos, como los Beatles o Alfred Hitchcock, así que pensaron que estarían en buena compañía.

Dante nunca había estado en el Plaza. Los semidioses se habían adueñado de las plantas superiores. Había campistas y cazadoras tirados por los sofás, lavándose en los baños, arrancando colgaduras de seda para vendarse las heridas y sirviéndose con todo desparpajo refrescos y aperitivos de los minibares. El vestíbulo resultaba impresionante con sus arañas de cristal y todos aquellos ricos desmayados, pero no les hizo ni caso, él buscaba a una persona en especial.

- Eh, Yew - dijo cuando se cruzó con el líder de la cabaña de Apolo - ¿Dónde está Helena? -

El chico estaba ordenando un par de suministros médicos mientras el resto de sus hermanos iban de aquí para allá - En la habitación de allí - dijo mientras señalaba con la cabeza. Dante se encaminó hacia allí - Da gusto tenerte de vuelta -

El hijo de Marte asintió con una sonrisa - Da gusto estar de vuelta -

Entró en la habitación que le habían señalado. Allí Helena estaba preparando unas cuántas camas para los futuros heridos - Tenemos que dejar esto listo cuanto antes - dijo la chica sin hacerle ni caso - Nos toca defender el puente Williamsburg -

- Yo también te quiero - Dante se apoyó en el marco de la puerta con una sonrisa juguetona. Al oír su voz Helena se giró y se le quedó mirando como si no creyese que estuviese allí - ¿Ni un abrazo? -

- Dioses que bien que hayas vuelto - Helena se lanzó a sus brazos y le dio un dulce beso en los labios - Había oído que estabas de vuelta, pero... - la chica enterró su rostro en el pecho del chico - Joder, te he echado de menos -

Dante no pudo evitar reír mientras pasaba una mano por el pelo de la chica - No ha sido tanto tiempo... - Helena se separó rápidamente y le miró de mala manera - Sí... Yo también te he echado de manos -

La mala cara fue sustituida por una enorme sonrisa. Cosa rara ya que literalmente acababa de empezar una guerra - Bueno, ayúdame a organizar esto - dijo mientras le pasaba un montón de bolsas repletas de vendas y gasas - En cuanto acabemos iremos al puente Williamsburg -

- ¿No te vas a quedar en la enfermería? - preguntó Dante mientras iba colocando lo que le habían dado.

Helena negó con suavidad - Somos muy pocos... No podemos dejar a nadie atrás - el hijo de Marte acabó con lo que estaba haciendo y se acercó a Helena para pedir más trabajo. Sin embargo, cuando la chica se dio media vuelta se le quedó mirando como si tuviese monos en la cara - ¿Te has...? ¿Te has cortado el pelo? -

- Ah sí - respondió mientras pasaba una mano por su cabello - Tuve un poco de "tiempo libre" en mi viaje. Así que decidí hacerlo -

Ella se acercó y removió su cabello con energía - Te queda bien. Estás muy guapo - Dante le sonrió y la tomó de los cachetes con una mano. Dio un paso al frente y la besó. Sin embargo, en mitad del beso Helena se separó. Él simplemente la miró con la ceja levantada sin entender muy bien por qué se había separado. Como respuesta, la chica dio un golpe sobre su mano al recordar algo - Por cierto. Tienes que llamar a Annabeth y Percy... Son los que dirigen todo esto. Organízate con ellos -

Dante suspiró mientras metía una mano en su bolsillo - ¿Y no podías esperar a acabar el beso? - se quejó, solo consiguiendo que Helena se cruzase de brazos y le mirase de mala gana. Él se limitó a hacer un saludo militar super exagerado - A sus órdenes mi señora - marcó el número de la hija de Atenea y esperó a que diese tono.

ARES #5 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora