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Cuanto más lo intento, más difícil me es ignorar a Taylor. Es mi amigo, quizás el mejor que tendré nunca, pero eso no le quita peso a lo insoportable que puede llegar a ser con su personalidad. Ya sé que pensamos diferente, que no podremos estar de acuerdo en nuestra forma de ver el mundo y que, si sigo tratando de entenderlo, voy a volverme loco.

Además, verlo directamente a la cara, mientras el entrenador grita exigencias como es su costumbre, me está costando mucho más de lo que esperaba: ahora, si sus ojos se posan sobre los míos, o si se aproxima con la intención de señalarme algo o de hacerme algún comentario respecto a los preparativos de su boda, no hago más que recordar a Sam.

No he podido dejar de pensar en ella.

—Nunca me imaginé que le dirías que estás en algo con Ruth —suspira Bee, que está a mi lado haciendo un estiramiento.

Niego con la cabeza, aturdido e incapaz de responderle. Aun así, me obligo a levantar la vista y a encontrarme de frente con Joshua, quien ya se ha enterado de lo que le dije a Taylor: que estoy saliendo con Ruth.

Cuando se lo conté a ella, rompió a reír. Mas es notable de su persona que haya reaccionado de esa manera ante mis acciones; en especial, desde que le conté cuán monstruosa —en tamaño— es la necesidad que tengo por ver de nuevo a la chiquilla esa que es la causa de mi insomnio por estos días.

Ya perdí la cuenta de las veces que estuve a punto de llamarla. Pero Ruth, convencida de que tengo que ponerme a prueba, me dijo que esperara hasta la fiesta que mi madre va a dar como donativo a la fundación de los Laurent. Falta menos de una semana para eso, y mañana tenemos que ir a un partido fuera de la ciudad.

Al volver, no sé qué voy a encontrarme, y no sé, en determinadas cuentas, qué voy a hacer al respecto cuando tenga a Sam frente a mí.

—Bueno, salir corriendo de la casa de los Laurent va a dejar dos cosas en claro —alude Josh, sabiendo que la conversación va de Sam y no de Ruth—: Si acaso estabas considerando la idea de rechazar a la nena, el hacerla pensar que estás en algo con Ruth, será la mejor forma —La realidad es esta: que la mentira de Ruth y yo surgió porque no soporto que Taylor siga pensando que continúo enamorado de Charlotte.

No lo hago.

La detesto con mi alma: ese sentimiento no debería ser correcto y, sin embargo, se siente así.

Se siente justificado el hecho de que, cuando la veo en las noticias, quisiera escupir su rostro perfecto, quisiera destruir, con mis propias manos, su mundo lleno de vanidades. En el fondo, Charlotte me da muchísima pena, porque cuando su belleza se marchite y a su marido se le acabe el dinero, ¿qué cosa va a quedarle?

Y pese a todo, sé que la quise mucho, que tuve mi parte en ese asunto y que mis sentimientos son de culpa y no de odio.

Ruth me sugirió esperar. Y, en este punto, ya no sé si lo que estoy haciendo es aguardar a que el ansia me consuma, o a que el recuerdo de Sam haga el efecto necesario como para poder calificarlo de uno sin retorno. Así que, mientras escucho a Josh hablar de por qué sí tengo que llamarla, e intento disuadirme de hacerlo, comprendo que tarde o temprano se va a enterar de mi supuesta relación con Ruth.

Probablemente, como dice Joshua, debería explicarle que eso no es cierto, porque entonces sí, perderé cualquier oportunidad que haya nacido aquella noche de hace casi dos meses.

—Si yo fuera tú —repone Bee, tras largos minutos de oír con paciencia lo que Josh ha estado diciendo— le llamaba y ya. Que el mundo ruede.

—Gracias a Dios que no soy tú, Bee —señalo.

KamikazeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora