Martin ya sabía sobre mi relación con Sam. Según él, Irina se lo contó cuando la confrontó por algunas sospechas que tenía. Al abordarlo en la cocina, su semblante estoico me hizo pensar que estaba muy molesto conmigo, pero lo que me dijo después eclipsó todos los miedos que llevaba arrastrando desde hace seis meses.
Cuando la besé por primera vez...
—Nunca había visto a Sam tan tranquila —dijo Martin horas atrás—. No se siente bien que lo estén ocultando pero, como que conozco a mi hija, sé que esto es diferente de todo lo que hemos visto en ella. Antes. Así que... está por demás que te pida que la cuides, ¿no?
Hubiera querido jurarle que dentro de mis planes no hay otro más plausible que el hacerla feliz; vivo pensando en las muchas estrategias que puedo usar para venir a verla más seguido. Dios sabe cuán desesperado estoy porque mi tiempo libre llegue y es que, entonces, no pienso separarme de ella.
El único impedimento para ese sueño —sigue siendo uno— es Taylor. O más bien sería la posible reacción de Taylor. En este punto, ya no tendría fuerzas para renunciar a Samantha. Preferiría mil veces renunciar a mi carrera que a ella; confío en que Taylor no será tan necio como para hacerme elegir entre mi amistad con él o lo que siento por su hermana.
Ya no puedo hacer esa elección para favorecerle. No tengo edad para seguir fingiendo que no quiero a esta mujer más de lo que he querido a ninguna otra, o quizás es que ahora mismo percibo el amor de forma más madura.
Tras largos minutos de mirar el techo a oscuras, decido levantarme de la cama y andar a hurtadillas a la habitación de Sam, que se encuentra en el pasillo aledaño. Mientras camino hacia allá, medito en la manera en la que debo decirle a Tay lo que sucede y cómo se dieron las cosas. Ya pasaron seis meses desde que estoy hundiéndome un centímetro a la vez, sin poder tenerla con libertad. Sin poder decirle al mundo que fui yo el afortunado al que decidió entregarle su corazón.
Abro y cierro su puerta de un movimiento sigiloso y rápido. La veo removerse en la cama, a donde la pobre luz de la mesita de noche apenas me deja ver su silueta escondida en un edredón de color azul. Me envuelvo con ella en la colcha, vestido con pantalón de chándal y camiseta blanca, a pesar de que hace frío. Sin embargo, sé que el calor de Sam me será suficiente para aplacar cualquier amago de la temperatura baja.
La rodeo con mis brazos en cuanto puedo hacerlo y le beso la mejilla al tiempo que ella se acurruca contra mi pecho. Luego, lentamente, se vuelve para mirarme en la oscuridad. Sus ojos me escudriñan varios instantes y el gesto de su rostro, ensombrecido por la falta de luz, me es un poco desconocido. Aun así, sé que tiene miedo de lo que hubiera podido pasar con su padre.
Martin es el ídolo de Sam: él es la razón por la que ella no se fue a Atlanta, como hubiera querido, y el motivo de que siga portándose como una niña en muchos aspectos. No obstante, estos meses su evolución como persona ha dado un giro tremendo. Tanto, que tuvo el valor para decirme que está enamorada de mí, tanto que, sin detenerse ni titubear, me dijo que me ama.
Y ni siquiera sabe qué exactamente significaron para mí esas dos palabras.
Deslizo la yema del dedo índice por el contorno de su cara, y ella cierra los ojos cuando llego a sus labios. Ya allí, le acaricio el inferior y me inclino para atraparlo con mis dientes. Me encargo de succionar para que entienda que quiero que responda, que quiero que me bese y que despierte; porque la necesito. La necesito ahora más que nunca; necesito comprobar que, como dice su cuerpo cuando la toco, sus suspiros me pertenecen.
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Kamikaze
RomanceVersión de ECLIPSES narrada por Ramsés, el protagonista. Es recomendable haber leído aquella, aunque no obligatorio. *** Ramsés Neil es el receptor estrella del equipo de Fútbol Americano de Atlanta, el mejor hijo del mundo, el mejor amigo de Tayl...