Me encanta su olor; luego de hundir la nariz en su cuello, a donde está su cabello esparcido en compañía de la almohada, me arrellané a su lado para que mi peso no le resultase incómodo. Estando así no puedo evitar dejar la mano sobre el bulto que se ha comenzado a formar en su vientre bajo. Es muy delgada y eso me ha dado la conciencia perfecta de cómo el embarazo va siendo cada día más notorio.
Estos primeros dos meses, han sido insufribles para ella. Sobre todo por las mañanas. Y no le ha quedado de otra que soportar las ganas de acurrucarse y de llorar; le cambia el humor a ratos. En esta ocasión, no deja de mirar el techo oscurecido, pero tiene la mano en mi nuca y no ha parado de acariciar mi cabello. Sus dedos derechos están trazando líneas disformes a lo largo de mis omóplatos, una de las partes más sensibles de mi cuerpo.
Dejo un beso suave sobre su clavícula, antes de apoyar la cabeza en su pecho; me aseguro de que, mientras le rozo los senos con las mejillas, mi mano se deleite por completo en el montículo de su barriga. Tiene la piel suave. Aquí donde estoy, puedo escuchar el sonido de su corazón cuando late; ha comenzado una aceleración que me es muy conocida.
—¿No tienes sueño? —le pregunto, sin levantar la cabeza. Siento cómo se remueve, así que insisto—: Deberías estar durmiendo ahora...
—Tengo demasiadas cosas en la cabeza.
Tras escucharla, dejo mi tarea de masajear la piel en su cintura y me incorporo ayudado por los codos. Cuando por fin puedo mirarla, su semblante queda a mi vista sin importar que solo esté encendida la lámpara de uno de los burós. Estudio a detalle sus facciones; la mirada de pesadez que tiene en este momento y la manera en la que espera a que diga algo.
Recorro con la mirada sus hombros, su cuello, y me detengo a examinar la línea definida de su mandíbula; llevo uno de mis dedos hasta allí y trazo la curvatura hasta llegar a sus labios.
—¿Qué te preocupa? —le digo.
Después de haberse encogido de hombros, Sam alza una mano y hace el mismo procedimiento conmigo, salvo que tira de mi cuello y me obliga a reptar por encima de su cuerpo, hasta que estoy parcialmente recostado.
Un beso cálido me es depositado en los pectorales, y sus manos comienzan a jugar con la sensibilidad en mi abdomen. Cada uno de mis músculos responden a sus dedos cuando se mueven en mi piel.
—¿No dijiste que estabas cansada? —musito, riéndome de la exigencia de su siguiente beso.
Al retirarme, noto que estamos en la única posición en la que no tengo miedo de lastimarla. Por supuesto, ella insiste en que no voy a hacerle ningún rasguño. Así que hago caso de sus intentos por atraerme y, arqueando la espalda en un ángulo que me permita rodear su barriga, pongo las manos a los lados de su cara.
Le doy varios besos en las mejillas. Su olor se impregna en mi cuerpo en cuanto sus manos tocan la longitud de mi espalda. Incluso puedo sentir el hormigueo de la excitación cuando, con sus muslos, me aprieta más a sí.
—Sam... —le pido.
—Vamos a tener que ir al médico para que te deje en claro que no vas a lastimarme —gruñe ella, como respuesta, junto a mi oído derecho.
Una de sus manos desciende hasta la unión de nuestros cuerpos. Con la habilidad que le ha otorgado el saberse el mapa de mi fisonomía, ella introduce sus dedos en mi ropa interior y se abre camino hasta poder asirse de mi excitación; en su mano suave, no le queda de otra que responder de inmediato.
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Kamikaze
RomanceVersión de ECLIPSES narrada por Ramsés, el protagonista. Es recomendable haber leído aquella, aunque no obligatorio. *** Ramsés Neil es el receptor estrella del equipo de Fútbol Americano de Atlanta, el mejor hijo del mundo, el mejor amigo de Tayl...