A pesar de que Ruth y Bee no se conocen, parecen llevarse de maravilla. Aunque bien podría atribuirlo al estado de ánimo de este último.
Brent Dylon no es que digamos el ser más callado del mundo; siempre está hablando de cualquier cosa, discutiendo o llevando la contraria a temas que no le parecen: como, por ejemplo, lo que Ruth está diciendo ahora mismo sobre lo ridículo que es el hecho de que los padres de Sam la sigan tratando como a una niña, y que, con Taylor, se hayan portado siempre tan abiertos.
En otro momento, estoy seguro de que Bee hubiera replicado. Pero no ahora. Aquí mismo, permanece absorto mirando a la chica castaña que tenemos al frente. Ayer jugamos en Búfalo, y lo primero que hicimos al llegar esta tarde, fue refugiarnos en mi casa, específicamente en el jardín trasero donde se halla un amplio territorio lleno de césped, árboles y plantas de diferentes especies.
Pato, mi perro, juega con el tipo que mi madre contrató para la jardinería y del que siempre me olvido el nombre. Justo estoy mirando hacia ellos cuando escucho que Bee dice, por fin, saliendo de su mutismo—: Porque las familias estiradas como los Laurent siempre creen que las nenas deben llegar intactas al matrimonio.
He notado a la perfección el desdén con el que ha hablado. Pero hago caso omiso de su tono antipático. Sin embargo, es Ruth la que se vuelve a él y frunce el ceño...
—A ti te pasa algo —murmura ella.
—Qué va —le ha contestado Bee-Dyl.
Es así como me doy cuenta de que está mintiendo y, en efecto, le sucede algo que probablemente no se resolverá con uno de sus atracones de bragas, como suele hacer para huir de la realidad.
Luego de unos segundos en silencio, Ruth se aproxima a Bee y le sonríe, ignorando la mirada evasiva que está mostrando él.
—¿Acaso las cosas con Monique se pusieron interesantes? —le pregunta.
Ruth y Bee no son muy cercanos y de hecho ella lo repele demasiado dados los modales de mi amigo. No obstante, el mohín socarrón en el rostro límpido de ella parece captar la atención de Brent, por lo que, con todo su esfuerzo —se le nota hasta en las pestañas— se obliga a mirarla atentamente.
Yo me agacho cuando Pato corre hasta mí en medio de ladridos eufóricos. Finjo que no estoy con ellos en la charla, pero puedo oír muy bien cuando Bee le dice a Ruth—: ¿Qué quieres decir con «interesantes»?
Alcanzo a ver los tenis de Bee, la mezclilla de su pantalón y las piernas largas de Ruth, su tono moreno; viste con una falda que le llega a las rodillas y una blusa de manga tres cuartos. Es muy guapa. Guapa de manera elegante, recta y refinada; lleva bien puestos los veintiséis años y su carácter amedrentaría a cualquier machista nato.
Por eso Taylor prefiere mantenerla a una distancia considerable de sí, sin importar que creyera que estaba conmigo.
—Estás de mal humor por algo. Hace una hora que llegué y no te he escuchado decir ni una de tus idioteces —se burla Ruth. Alzo la vista de nuevo solo para ver la mueca de disgusto que se ha incrustado en la cara de Bee. Por supuesto que está de mal humor y, dado que ganamos en Búfalo, dudo mucho que sea por el fútbol. De hecho, ha estado más o menos así desde el día de acción de gracias—. Anda. Escúpelo.
—Eres una bruja, Ruth —se queja él.
Como respuesta, la chica le lanza un puñetazo en los bíceps derechos. Bee levanta el codo a tiempo para que el pequeño y estilizado puño de Ruth no impacte en su músculo, que seguro está molido por el ejercicio de ayer.
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Kamikaze
RomanceVersión de ECLIPSES narrada por Ramsés, el protagonista. Es recomendable haber leído aquella, aunque no obligatorio. *** Ramsés Neil es el receptor estrella del equipo de Fútbol Americano de Atlanta, el mejor hijo del mundo, el mejor amigo de Tayl...