25
Con la vista puesta en un punto ciego, Bee se encuentra sumergido en un silencio abrumador. Quería sacar a Sam de la clínica para que tomara un poco de aire fresco; adentro solo se respiran los olores del desinfectante, medicamentos y tragedia.
No pude soportarlo por mucho: ella está más callada que de costumbre, pero mientras habla por teléfono con una de sus compañeras de trabajo (los medios ya se han enterado así que las amistades de la familia, la prensa y un montón de gente morbosa, nos ha estado rondando) para explicar su ausencia los próximos días. Solo puedo oír sus respuestas en monosílabos y observar su espalda recta como una vara junto a la camioneta azul de Bee.
Él, que no ha dejado de escudriñar la oscuridad del jardín trasero de la clínica, adonde se encuentra un segundo estacionamiento, se ha tomado la noticia con una actitud que nunca esperé por su parte: de hecho, tampoco creo poderme hacer a la idea lo suficientemente pronto. Pero, como sea, lo haré porque Taylor va a necesitarme. Va a necesitar de todos nosotros como la gente que lo quiere.
Cuando llegamos hace como siete horas, la sala de espera en la que aguardaban los Laurent, estaba hundida en un halo negro; como si el velo de la muerte se hubiera cernido sobre ellos en un instante sin que nadie lo hubiera previsto. A Sam la abrazó su papá, y Sara, mientras tanto, sacudió la cabeza, desplomada en una silla junto a su marido. No hicimos ninguna pregunta hasta que Blake nos contó que Taylor había sufrido una fractura intertrocantéreas, y que habían tenido que intervenirlo quirúrgicamente.
—Sufrió un traumatismo de alta energía —me explicó Blake, en tono bajo, mientras nos alejábamos del momento íntimo que Sam compartía con sus padres. Agaché la vista en ese instante porque no podía... no supe cómo afrontar el dolor que me supuso saber lo siguiente, cuando acabó por relatar el estado de Lana—. El impacto fue demasiado violento. Los paramédicos pudieron reanimarla antes de llegar a urgencias, pero una vez aquí...
Lo vi sacudir la cabeza y adoptar la misma postura que tiene Bee en estos segundos; en aquel momento, sin pensarlo realmente, volví mi atención a Sam y me pregunté qué rayos sería de mi vida si aquello... si acaso me sucediera.
No estoy sintiendo compasión por Taylor; de verdad tengo una estaca atravesada en el pecho.
Bee llegó dos horas más tarde y, desde que se lo dijimos, no ha dicho mucho, la verdad. No puedo culparlo. Recientemente, ha dado un paso gigantesco con su familia, con Elle, y al parecer todos nos estamos cuestionando cuánto tiempo nos queda; si puede ser el último día.
La idea no me agrada. Mi mente es incapaz de visualizar un mundo en el que ella no exista.
Me paso la mano por el pelo al resentir la soledad que me embarga siquiera de imaginarlo. Bee me observa durante unos momentos, y después tuerce una sonrisa.
—De pronto tengo ganas de abrazar a mi familia, ¿sabes? —dice, con tono lacónico.
—Si quieres... —estoy a punto de decirle que se marche.
—No, quiero estar aquí cuando Tay despierte —me interrumpe, después de inhalar muy profundo.
Yo quiero lo mismo. Los médicos dijeron que iba a estar mucho tiempo dormido después de casi tres horas de cirugía; según lo que Martin nos contó tras intentar consolar a Sam sin conseguirlo —tuve que sacarla de allí para al menos conseguir su atención—, la articulación de Taylor había sufrido un daño severo y las valoraciones apuntaron a que la fractura, aunque no es mala como muchas en su mismo caso, necesitaba fijación interna.
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Kamikaze
RomanceVersión de ECLIPSES narrada por Ramsés, el protagonista. Es recomendable haber leído aquella, aunque no obligatorio. *** Ramsés Neil es el receptor estrella del equipo de Fútbol Americano de Atlanta, el mejor hijo del mundo, el mejor amigo de Tayl...