Bee ha permanecido absorto desde que acabó el entrenamiento. No he querido preguntarle si su mutismo se debe a que tomó la decisión de intentar una relación formal con Elle. Se lo propuso, según me dijo, hace un par de días. Sigo creyendo que esto tarde o temprano iba a ocurrir.
No podría estar más feliz por ellos.
—¿Se puede saber por qué estás tan preocupado? —le pregunto.
Él, dejando a un lado su pechera, mira hacia el frente y permanece circunspecto a través de varios minutos. Mientras estos pasan, no hago sino hacer suposiciones. Terribles suposiciones.
Hasta ahora yo siempre creí que Bee llevaba una vida sexual bastante activa, por supuesto, antes de su lazo de abstinencia; no obstante, me acabo de llevar la sorpresa de que mantuvo una especie de relación abierta con Monique. Una mujer que siempre rondó nuestros círculos y que, a decir verdad, no tiene pinta de arribista.
Es modelo, y gana una muy buena suma por sus prestaciones. De manera que su repentino y fuerte interés por Brent, queda descartado gracias a los sentimientos que le confesó.
—Monique está portándose extraña —murmura Bee, sin dejar de mirar el campo al frente. Tiene las mejillas sonrosadas y la frente empapada de sudor. La piel de sus cejas está arrugada y el resto de su rostro hundido en una máscara de aplomo.
No sé qué decirle. En lo personal, siempre creí que los free son como jugar con fuego; Bee le fue fiel a Monique a pesar de que nunca involucró sus sentimientos con ella. Y, según lo poco que me ha querido contar al respecto, nunca le mintió.
La tensión en el aire se podría cortar con un cuchillo; Bee sacude la cabeza, lleno de aprensión, y se pasa la mano por el cabello, que lleva despeinado y más ensortijado que de costumbre.
—Un reportero hijo de puta le preguntó a Elle si estaba al tanto de mi relación con Monique —lo escucho gruñir. Le lanzo una mirada para sondear su postura. Hay algo que he querido decirle de todo esto; vimos la nota en una revista de la prensa rosa, pero, a pesar de que Sam está más en contacto con Elle, no hemos tocado el tema—. Mi intención no era hacerle daño —murmura Bee.
—¿A Elle o a Monique? —inquiero.
Al principio, no soy consciente del cómo ha sonado mi comentario, pero cuando recibo una mirada de recriminación por parte de mi amigo, veo lo sensible que se encuentra en este punto. Tal vez no siente muchas cosas con Monique y, sin embargo, sé que ella estaba al tanto de que lo suyo con Brent iba para ningún lado.
Además, hace más de un año que no tienen nada en lo absoluto.
—Esto se acabó hace más de un año —dice Bee, corroborando mis pensamientos—. Quizás ella creyó que...
—Tendría que haberse dado cuenta ya, Bee —lo interrumpo—. Monique es una mujer adulta, capaz de entender las consecuencias de sus actos. Si tú no le hiciste ninguna promesa, y lo suyo ya había quedado claro, ¿para qué insistir? —espeto.
Sueno más duro de lo que tengo pretendido, pero, en este momento, lo que quiero es que ponga en claro sus ideas y que, lo que ha conseguido avanzar con la madre de su hija, no se caiga a pedazos simple y sencillamente por el capricho de una chica.
Porque eso parece: de otra manera, ¿por qué está buscando a Bee justo cuando ha decidido tener una relación seria con Elle?
—Pero nada de eso me exenta de mi culpa, Rams —otra vez se pasa las hebras del cabello entre los dedos. Otra vez sacude la cabeza y, entonces, dice—: Voy a hablar con ella.
—Ten cuidado —le digo, también siguiéndolo porque se puso de pie. Nos miramos en silencio, y justo al ver venir a Taylor le espeto—: No te cargues cosas que no te corresponden. Piensa en tu familia...
Él se limita a hacer un leve asentimiento antes de palmearme el hombro y marcharse a través del campo. Mientras lo observo caminar y me ajusto las hombreras, resiento la cercanía de Tay, que se agacha en cuanto está junto a mí para beber de su botella de agua.
Al terminar, su mirada introspectiva me escanea.
—¿Sigue con lo de Monique? —inquiere, también preocupado.
—A mí me da mala espina el que Monique haya tomado esta resolución de que, de pronto, Bee le interesa. —Hago una inhalación honda, y luego sonrío, sabiendo que a mi lado tengo a una persona que sabe perfectamente de lo que hablo—. Es una mujer... difícil.
—Es mujer —dice Tay, alzando las cejas—. Ya son más inteligentes que nosotros de por sí. —Cuando Josh se acerca, la plática se desvía hacia el recuerdo del próximo campamento, y ellos comienzan a charlar sobre mi próxima boda.
En cuanto a ese tema, no podría estar más tranquilo. Es decir, Sam ha estado muy ocupada con su trabajo, y no tengo la menor idea de dónde saca toda esa energía para planear un evento en Miami. Claro, sé que Ruth, Irina y Elle le han estado ayudando con eso, pero sigue siendo la anfitriona.
No solo de la boda, sino de mi vida.
Minutos después de haber acabado de escuchar las advertencias de mis compañeros sobre el matrimonio, los sigo a las duchas sin pensar realmente en mí. La gente a mi alrededor sigue impresionándome cada día más. Mi madre, que no se ha disculpado con Sam, pone mil pretextos para no enfrentarme.
Eso nunca lo hubiera esperado de ella. Y, sin embargo, ocurrió.
En las duchas, mientras Taylor habla de que irá a Clarke esta tarde, escucho las indicaciones del entrenador como si las estuviera dando en off. Tengo la mente llena de ilusiones. Llena de recuerdos y llena de esperanza. No solo por mí, sino por Bee y por Elle.
—¿Te quedas? —me pregunta Tay cuando está a punto de marcharse.
Por unos segundos, no soy capaz de hilar ninguna respuesta, pero luego, al notar su ceño fruncido y su cara de inspección aguda, niego con la cabeza—: Ya me marcho. Tengo que recoger a Sam.
Él se va primero, seguido por Josh y otros compañeros. Yo demoro cerca de quince minutos, y acudo al estacionamiento escuchando, todavía, los consejos de Cox; es un hombre que lleva casado cerca de cuarenta años. Así que, en vista del respeto que le tengo, no me molesta en lo absoluto poner atención.
Una de sus anécdotas como marido es la que me recuerda lo mucho que quiero ver a Sam, y es que el hombre acaba de asegurarme que el matrimonio no solo es un reto, sino la confirmación de que Taylor tiene razón en ciertos aspectos de su idea sobre el amor.
No es solo el sello de un compromiso frente a la sociedad, es el paso que remite el miedo, las inseguridades y la protección mutua.
—No es el papel —confirmó Cox antes de meterse en su auto, yo de pie junto al mío—, es el estado natural de una pareja.
Casi puedo imaginar lo que están creyendo de mí. Puedo hacerme una idea de que creen que me voy a encerrar en un sitio del que no podré salir. Y, aun si esto es verdad, no podría provocarme más placer la idea de que pertenecer a ese sitio para toda mi vida.
Al menos me funciona a mí, y eso es lo que importa.
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Kamikaze
RomanceVersión de ECLIPSES narrada por Ramsés, el protagonista. Es recomendable haber leído aquella, aunque no obligatorio. *** Ramsés Neil es el receptor estrella del equipo de Fútbol Americano de Atlanta, el mejor hijo del mundo, el mejor amigo de Tayl...