Capítulo 31

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Narrador omnisciente

31 de diciembre.

¿Era cierto que al día siguiente todo sería renovado? La guerra y la enfermedad había tocado casi todas las puertas en Amherst.
El primero de enero podría marcar una diferencia de calendario, pero no una en sus vidas. Sobre todo para aquellos que recién habían perdido familiares.
Tal vez en un par de meses podrían estar verdaderamente renovados.

Si bien es cierto, la navidad y el año nuevo eran festividades muy ansiadas. Ese año no había sido la excepción; sin embargo, había menos alboroto en las filas al comprar los mandados para las cenas, porque muchos iban vestidos de negro. Probablemente abundaban más mujeres que varones.
Menos cartas con largas listas de juguetes por parte de los niños. Mesas silenciosas y noches heladas.

Tal y como ocurrió en navidad. No eran tan lejanas ambas fiestas, por lo que aún se sentía en el ambiente ese silencio bullicioso.

Aprovechó un alma emocionada esta ocasión.

Emily, ¿por qué sigues evitándome?—Susan ingresó a la habitación de su chica con molestia.
Emily escondió rápidamente lo que tenía entre manos—He intentado hablarte, pero simplemente te vas. ¿Qué está sucediendo?

Creo que estás un poco paranoica—Emily rió—No ocurre nada conmigo—Susan frunció su ceño.

¿Debería creerte?—se cruzó de brazos y Emily alzó sus hombros—Dios mío—suspiró—Mira, Emily, no sé qué es lo que está pasando contigo. Hace días que no vas a verme y no me has dado ninguna razón.
Sé que hay veces en que quieres estar sola y lo comprendo, pero siempre me mantienes al tanto de por qué. Ahora simplemente te vas y me ignoras. ¿Estamos volviendo a lo mismo acaso?

Emily se acercó a Sue y acarició su rostro, que estaba un tanto rojo por lo molesta que se encontraba.

Shh—la abrazó—Ahora ve—Susan volvió a fruncir el ceño, pero esta vez se encontraba un tanto más asustada que enojada—Ve—extendió la palabra—Luego hablaremos, Susie—salió de ahí.

Emily suspiró después de aquella escena.

Su corazón estaba latiendo muy rápido. Sus manos le sudaban. Su respiración era un tanto irregular.

¿Iba todo a cambiar? se preguntó. Sabía que no lo haría, que todo tomaría el rumbo que ya estaba escrito y su mente lo había aceptado, menos su lado emocional. Tenía esa pequeña chispa de ilusión dentro de ella.

El sistema que le rodeaba no iba a progresar de aquí a unos meses. Eso era cuestión de años. Para eso, ella prefería morir y ver en qué clase de vida y mundo viviría de aquí a unas décadas.

Volvió a revisar el papel en el que escribía y se preguntó a sí misma si debía hacerlo. Sus pasos no marcarían la vida de nadie más. Cualquier decisión que ella tome no sería reprimida por nadie si es que no lo hacía saber más que a su voz interior y a las personas de confianza.

¿Qué voy a hacer?—dijo en voz baja.

Mattie había logrado subir sola las escaleras hasta la habitación de su tía. Lo único que no lograba era abrir el pestillo de la puerta, por lo que tuvo que insistir en sus toques y hasta llamarla porque no la oía.

Em, Em—dijo con insistencia la pequeña de ocho meses.

Emily salió de trance y fue a atender.

Al abrir la puerta, su vista se fue casi hasta el suelo, llevándose la imagen más hermosa del mundo entero. Su pequeña sobrina se encontraba sonriéndole con apenas un par de dientes que comenzaban a salir.

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