Capítulo 29

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Narrador omnisciente

Emily seguía el camino de las gotas de lluvia sobre su ventana con los dedos. A veces se quedaba mucho tiempo ahí y no le daba temor que su cuerpo pueda estamparse contra el suelo.
Una de sus vecinas la había encontrado en situaciones bastante peligrosas, por lo que avisó a su madre y tuvieron que darle medicina calmante para que pueda relajarse.

Su cuerpo se sentía como una pluma, flotando en el aire. No había comido bien en dos semanas y había perdido como unos cinco kilos, que parecían ocho, por lo cansada y azul que se le veía.
El ayuno por muchas horas le provocaba taquicardias y un par de desmayos.

No ponía de su parte para mejorar.

La única que pintaba estrellas en su oscuridad era la pequeña Mattie, con quien había pasado casi todos los días, pero tan sólo por las mañanas, ya que era una criatura y también necesitaba de su mamá.

Para la "buena suerte" de Emily, la niña aún no sabía tener una charla como tal, porque si fuese así, entonces Susan ya se hubiese enterado de lo enferma y mal que se encontraba su chica.

Menos mal, ya solo quedaba un día para poder salir de su habitación. No era como si todo estuviese bien, pero ella se sinceró y necesitaba muchísimo a Sue.
Y por otro lado, ya había reconocido que él, su padre, no iba a volver, pero tal vez más adelante lo volvería a ver.

[...]

Narra Emily

Los primeros días eran como una hoguera para mí. Sabía que no dejaría de aparecer en mi cabeza, porque él se había alojado en ella y probablemente no se iría. Tal vez luego sentiría pura nostalgia y en eso quise poner mi fe. Sin embargo, mis actos me llevaban más a deprimirme que a superar un tanto el dolor.

¿Cómo es que Susan fue tan fuerte? Ella era mucho más joven cuando perdió a sus hermanas y a su madre. Tuvo que cargar con todo ella sola y nadie más llevó su dolor. Me pregunto cómo se sentía respecto a sus pérdidas en estos momentos. Necesitaba hablar con ella y decirle que me guíe.

Yo no le guardaba rencor a la muerte. Le guardaba rencor a la enfermedad, porque esa era la que te hacía sufrir. Aún así, yo estaba jugando con ella, porque me era difícil probar bocado y mi cuerpo parecía romperse por dentro.

Tenía mucha hambre. Sinceramente moría por comer, y si no lo hacía era porque había preferido dormir para así olvidarme de lo que sentía. Me gustaba sentir, pero en estos momentos prefería no tener sentimientos.

¿Emily?—Lavinia me encontró en el comedor.
Estaba segura que era algo temprano.
Había de todo en la mesa.
Con desesperación probé los panecillos, los hot cakes, omelettes, salchichas y hasta leche.
Levanté mi cabeza y cuando hice contacto visual, mi estómago comenzó a revolverse, llevándome al baño a devolver lo que acababa de comer—¡Emily!

Casi perdía el conocimiento. Menos mal mi hermana me sostuvo.

E-estoy mejor—logré ponerme de pie—Deja que voy a lavarme. No te acerques.

Subí a paso lento a mi pieza para ir a mi propio baño y lavar mis dientes.

Por el espejo pude ver a Lavinia derramar algunas lágrimas.

¿N-no te gustaría que te prepare una sopa? algo que sea más suave de procesar para tu estómago—limpió rápidamente su rostro—No estuviste comiendo bien por lo visto—tragué saliva.

¿Q-qué? ¿Cómo lo sabes?—crucé mis manos para atrás.

Emily, dudo que lo recuerdes, pero cuando era adolescente yo había dejado de comer para que un vestido pueda entrarme y estaba igual que tú—sentí una punzada en mi pecho—Mira—suspiró—No sé qué pretendas, Em, pero lo peor que puedes hacer para mejorar es agravar tu situación—agaché mi rostro—¿Qué sentido tiene el ponerte más peso sobre el cuerpo si sabes que te hundes?—sabía que intentaba regañarme, pero su dolor no se lo permitía—Estamos viviendo tiempos difíciles... Si algo llega a pasarte entonces será el fin—abrí mis ojos con sorpresa.

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