Capítulo 4

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Narrador omnisciente

El pizarrón estaba lleno de fórmulas que Emily veía con admiración. Se preguntaba para qué o por qué, y también cómo. Sin embargo, al hacerse todas esas preguntas, su mente comenzó a viajar más allá de lo esperado.
El papel que traía en mano, le dio forma de flor, con un destinatario: "Con amor, de Emily". Lo dejó a un costado, porque sabía que podían llamarle la atención por estar distraída.

—¿Comprendes algo?—le preguntó a Abby—creo que esta clase es eterna. No sabes si está al medio de su exposición o si es solamente una larga introducción—

—Preferiría quedarme en casa cuando se trata de esta materia—suspiró la pelinegra—pero sería darle gusto a todos los hombres, y no se me place hacer algo como eso—Emily movía su pierna de manera inquieta.

Un golpe a la mesa las despertó—mire al pizarrón, señorita Dickinson—la gran monja, de mejillas gordas y cuerpo gigante, tomó su mentón, apretándolo en dirección al lugar que le había indicado. Emily abrió sus ojos y asintió con miedo.

Menos mal que, a partir de ahí, la clase no duró mucho y por fin las campanas retumbaron sus oídos para poder salir a su descanso.

Emily se sentó sola en una de las bancas de madera de el comedor. No tenía compañía. Mery estaba con su grupo de amigas "grandes", y Susan se había quedado sola también, pero al otro extremo.

Realmente no estaba triste, pero sí sintió un pequeño cambio, ya que, sus amigas la acompañaban a todo lado. Supo que cada quien merecía expandir sus horizontes y conocer más allá que solo Emily. Se dispuso a leer en el patio luego que terminó de merendar. Le entretenía oír el sonido de las aves y los gritos de las niñas mientras corrían o se carcajeaban entre ellas. Observaba todo a su alrededor. Sacó una libreta y comenzó a apuntar algunos versos. Oía su corazón en medio, pero dejó de latir, cuando vio que un grupo de niñas, estaban maltratando a su mejor amiga.

[...]

Narra Emily

Oír el "ya basta" ahogado en sollozos, me partió el corazón. No comprendía cómo es que habían personas tan crueles.

Ver a Sue con el uniforme estropeado encogió mi corazón, pero más oír cómo lloraba.

—¿Qué creen que hacen?—ahí estaban Jane y su grupo de amigas—¿No ven que la lastiman?—dije fuerte y con autoridad.

La tenían sostenida de las muñecas—¿Por qué apareces cuando más no estamos divirtiendo?—empujé a Lizzie—¡Oye!—

—¿Ves que no es divertido? ¿Por qué la molestan?—ayudé a que Sue pueda levantarse.

—Porque tan sólo empobrece la imagen y reputación de esta escuela, ¿qué no te das cuenta? ella no es de una familia importante como la nuestra. Como la tuya, Em—suspiré rodando los ojos.

—Pues créeme que este lugar se va a quedar pequeño al lado de MI amiga, porque es muy inteligente, y puede patear el trasero de todas ustedes si eso quiere—me miraron con horror y desprecio—Vamos, Sue—ella se escondió detrás de mí, mientras tomaba mi brazo.

—Si fuera tu madre tendría vergüenza—Jane esbozó. Quería saltar a decirle un par de cosas más, pero el toque suave de mi mejor amiga me calmó.

—No vale la pena seguir discutiendo—me dijo acariciando mi hombro.

—¿Por qué te estaban molestando así? Es decir, ¿cómo empezó todo?—nos sentamos en el jardín, bajo la sombra de los árboles. Estaba prácticamente vacía esa zona.

—Oí que sus padres habían tenido una reunión. Ahí conversaron sobre los alumnos nuevos de cada escuela. Hablaron de los que tenían becas y mi nombre apareció—suspiró mirando hacia el gras—creí que iban a darme la bienvenida, pero tan sólo me arrastraron y ya ves cómo me ensuciaron—otra vez mi corazón se encogió—ninguna de las monjas dijo nada, a pesar de haberme visto y oído pedir ayuda—

—Son detestables—mi cara hervía—el padre de una de ellas es el fundador de este lugar, por eso no les dicen nada. Vaya injusticia—

—Enseñan sobre el amor al prójimo, pero no son capaces de ponerlo en práctica—vi cómo se recostó en el tronco de el árbol—supongo que en algún momento sucedería—

—¿Qué cosa?—retrocedí para quedar a su lado, copiando su posición.

—En algún momento alguien me recordaría quién soy y de dónde vengo—fruncí mi ceño—yo no pertenezco a este lugar. Soy del campo—

—Yo tampoco pertenezco, Sue—me apoyé en su hombro—y también soy del campo. Y me dirás que no, que yo tengo esto y aquello, pero ¿acaso estoy en casa? ¿acaso comparto las mismas ideas que ellos?

—Em—

—Ellas saben que llegaste para quitarles la atención que solían tener, Dollie—sonrió sonrojada—tú, tu madres y tus hermanas, podrán tener pocos recursos, pero en bondad y belleza lo tiene absolutamente todo—

—Siempre sabes qué decir—me miró y acomodó un mechón de cabello que se coló en mi rostro, a causa del viento—¿De casualidad no sabes coser? mis calcetas tienen hoyos—reí.

—Eso sí que no, pero si quieres, puedes sentarte conmigo en el periodo que viene y si alguien intenta burlarse de ti, tendrán que pasar sobre mí primero—me abrazó—te quiero mucho, Sue, y no voy a permitir que alguien te lastime—

—Entonces hoy sí acepto dormir junto a ti, y de paso, puedo ayudarte con matemáticas—se puso de pie.

—¡Sabía que eras buena en números también!—me levanté y quedé a su altura—¿Qué tengo que darte a cambio? espera, tengo algo—en uno de los bolsillos de mi delantal, llevaba la pequeña flor de papel que había hecho—toma, es para ti—

—Sí sabes cómo conquistar a las personas, Emily—me dio un abrazo que me tomó desprevenida, pero obviamente no dudé en devolvérselo. Nos quedamos así por largos segundos—estúpida campana—sí, ya había sonado y era hora de volver a clases.

—Pero al menos nos sentaremos juntas—y por inercia, dentro de nuestra pura inocencia, nos tomamos de las manos y fuimos corriendo a nuestro lugar.

[...]

Narra Sue

Poca atención había prestado a la suavidad de las manos de mi mejor amiga. No sabía si las nubes eran igual de suaves o es que encajaban muy bien con las mías.

Poca atención había prestado a su largo y sedoso cabello castaño.

Paremos aquí. Desde que la conocí, supe que era una chica bastante hermosa y encantadora, pero tomarme el tiempo de apreciar cada pequeño detalle era distinto, y literalmente sentarme a su lado para dedicarme a verla, sin si quiera poner atención a la clase. Tenía dos lunares en la mejilla derecha, uno ubicado casi abajo de su ojo, y el otro cerca a sus labios. Por cierto, estos últimos eran rosados y un tanto predominantes, al igual que sus cejas tan marcadas y formadas. Sus pestañas largas y sus ojos marrones claros.

Emily era como una florecilla más de su jardín, pero probablemente la más hermosa. Era la guardiana de ese lugar. Recordaba con una gran sonrisa, cómo es que le ponía tanta dedicación. También a su diario. Le gustaba escribir sobre su día a día, utilizando un poco las rimas y la métrica. Casi parecían poemas, pero eran extensos y bien detallados.

Esa noche no pude dormir tranquila, porque seguía repasando su rostro, una y otra vez. Pero ya no solo era esto, sino que me gustaba su aroma, estaba perdida en su aroma. Me atreví a recostarme entre su largo y delgado cuerpo. Me sentí protegida y tan calmada a la vez.

Mi sueño me ganó, y mi sueño volvió a ganar, porque de tanto observar el rostro de mi amiga, Emily apareció en ellos.

La quería para siempre.

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