Narrador omnisciente
Emily se había unido al viejo y gran grupo de amigos. Unos muchos que se conocían desde la primaria y otros desde la secundaria o el bachillerato. Es cierto que tenían sus diferencias, pero cuando de fiesta se trataba o de agasajar a uno, no había oposición.
Entre bailes, cánticos y juegos, quisieron darle a George un buen último recuerdo. No le estaban despidiendo, pero como ya había mencionado anteriormente, la muerte no avisa. La guerra no iba a hacerlo tampoco.Los juegos de mesa iban combinados con rondas de alcohol y snacks que invitaba la casa. No llegaron a embriagarse, pero tal vez hubo un par de mareos para los que menos acostumbraban a beber.
Susan observaba cada gesto y movimiento de su chica. La veía con tanto amor, ternura y cuidado, que probablemente olvidaba que no eran las únicas.
Emily se retó a sí misma no hacerlo. No por maldad, y es que Sue era su mayor debilidad y no iba a poder llevársela en medio de la fiesta. No quería tener que sentirse apurada. Iba a darle el tiempo necesario para que ocurra. Sin embargo, alguien se había dedicado a estudiarlas.—¿Entonces sí sé de quién se trata todo esto?—George provocó que Emily se sobresalte. Ella estaba en la mesa de bebidas. Había perdido su propio reto, porque para ese entonces ya le había robado muchas miradas.
—Dios mío. Me he llevado un gran susto—puso una mano sobre su pecho—¿De qué hablas?—iba a darle un pequeño rodeo.
—Sue—esbozó en voz baja—Es la dueña de tu corazón, ¿no es así?—Emily sonrió como boba—No me he equivocado.—
—¿No te molesta?—preguntó enfrentado su mirada esta vez.
—Cualquiera en su sano juicio se enamoraría de ella. Em—la nombrada lo codeó—No pienso quitártela. Ahora que lo sé, no entiendo por qué intentaba competir.—
—¿Lo hacías?—con inocencia incrédula preguntó.
—Me había propuesto a ganar tu corazón como fuese y me dije a mí mismo que pelearía con quien sea necesario—bebió un poco de su vino—Ahora veo que ni siquiera debí pensarlo. Ella es un ángel.—
—Es la más hermosa—suspiró—Y George—tomó su brazo—Gracias por quererme, aunque no haya sido recíproco, nunca te rendiste. Lamento no ser esa persona—agachó su mirada y él la levantó.
—No puedo pensar en rehacer mi vida con alguien más o algo por el estilo—la miró con amor—Así que deja que te siga amando a lo lejos—abrió su guardapelos—Dame fuerzas hasta el final. No me pidas que ceda en esto que siento por ti, porque bien sabes que eso no será posible. Lo más probable es que muera antes de que el sol se ponga, y entonces sabré que siempre te amé—Emily lo abrazó.
—George—la chica sintió una pequeña punzada—Me gustaría que puedas ser feliz. Eres un chico con tantas cualidades—limpió una pequeña lágrima—Y por nada del mundo te diría que cedas, aunque verdaderamente me hubiese gustado que cumplas aquel sueño tuyo de formar una familia. Ya no insistiré.—
—Prométeme que serás feliz—le extendió su dedo meñique.
—Así como cuando éramos niños—también extendió su meñique—Te lo prometo.—
Susan se había percatado de aquella escena y estén seguros de los pequeños celos que sintió en su pecho, pero la conocía tan bien que no le hizo más caso a lo negativo. Era momento de despedida y ellos dos habían sido muy cercanos. No podía oponerse.
[...]
—Así que sí—Lavinia tenía el mando esta vez—He estado preparando una pieza interpretativa sobre el duelo—eran probablemente las diez de la noche y todos se encontraban conversando—Todos hemos tenido que atravesar un proceso de duelo, ¿no?—su hermana y su hermano la veían con admiración. La más pequeña ya casi dejaba su primera etapa de juventud y se les unía—Perdimos seres queridos y perdimos más que eso. Perdimos nuestro viejo mundo. Y la forma en la que las cosas solían ser—suspiró.