Capítulo 8

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Narra Emily

Estoy segura que mejor estaría en la cocina de mamá que aquí. Este lugar era como estar con varias versiones de mamá, pero mil veces más estrictas. Todas eran mujeres viudas que estaba segura que eran felices así, pero no haciendo todo esto. Veías en sus rostros la amargura y el cansancio. No había ni una gota de felicidad. ¿Quién se divertía dando lecciones de cómo planchar? y esto lo hacían por largos semestres, desde hace unos veinte años atrás y nunca pararon. Lo único bueno de este lugar eran las lecciones de piano y literatura que recibíamos. Lo que más disfrutaba era ampliar mis conocimientos y contradecir internamente a muchas de sus enseñanzas, que en mi mente ya estaban establecidas. No me disgustaba saber que hayan quienes no piensan como yo, porque eso fortalecía aún más mis ideologías y renovaba mi mente. Por otro lado, los primeros días disfruté de hacer travesuras e intentar escapar, hasta que se enteraron de la autora del crimen, las tareas para mí aumentaron, junto con castigos y golpes que vaya sorpresa todos los padres autorizaban previamente. La verdad no me sorprendía, ya que ellos tenían el deseo de tirarme un par de bofetadas, pero luego se sentirían culpables y luego volverían a sentirse culpables por sentirse culpables... Entonces otorgaban aquella autoridad a terceros y así se libraban de cualquier remordimiento.

Las niñas parecían esclavas. Solo seguían una y otra vez lo que les mandaban. Incluso les alegraba lograr sus cometidos. Había una clase de "alumna ejemplar". Yo era la menos ejemplar.
No hice ni una sola amiga, porque ninguna compartía lo que yo. Todas estaban dispuestas a ser infelices.

Lo bueno de este suicidio era haber escrito un promedio de cien cartas a Sue, las cuales sin falta fueron correspondidas. Ella expresaba cada día su cariño hacia mí, como también la falta que le hacía. Era casi medio año sin verla, pero teníamos nuestras palabras y las historias de nuestro día a día.
En el fondo tenía miedo a que se enamorase de alguien más, como también supe que ella lo tenía. Me enteré porque me lo había hecho saber directamente, a través de una de sus cartas. Yo quise brindarle completa seguridad, por lo cual, me guardé mi inseguridad. Estaba segura que los días pasaban ya no tan lentamente como fueron los tres primeros meses.

Ahora me encontraba empacando, porque mañana iríamos por fin a casa. Bueno, yo era la más feliz, el resto había formado amistades y se podía sentir una nostalgia en el ambiente, en cambio yo, parecía un perro que estaba apunto de dar un paseo.

—¿Cómo llegarás a casa?—si mal no recuerdo, esa era Amelie. Era una chica de mi edad, de mi tamaño, algo rubia y sus ojos eran muy verdes. Físicamente parecía una hermosa muñeca, pero era una persona insoportable.

—En carruaje—cerré mi valija—Tal y como llegué aquí, ¿por qué preguntas?—

—Tu madre se ha esforzado para que seas parte de este programa, que para comenzar tiene un alto valor y tú te has dedicado a hacer todo menos lo principal—alcé una ceja. Ella se cruzó de brazos.

—Pues, yo me lo tomé más como una academia de verano—le resté importancia, con intenciones de irritarla—pero te felicito—dije con sarcasmo—ahora regresarás siendo una presa más del opresor y doblarás servilletas todos los días—

—No arruines el apellido que llevas—me tomó del cuello del camisón—tienes dieciséis ya, pronto cumplirás dieciocho y para ese entonces el matrimonio será algo que ocurra a chicas de tu edad. Te quedarás sola y terminarás en un lugar como este.—

—Bien sabes que nadie quiere terminar en un lugar como este, pero aún así lo alabas. Al menos no soy hipócrita y lo acepto—me solté con fuerza, haciendo que Amelie casi caiga—No reflejes tus inseguridades en mí—me acerqué para intentar intimidarla—Mi apellido será renovado, ya lo verás—

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