Narrador omnisciente
Emily pensó que lo mejor sería acabar con su farsa de una vez. Necesitaba un poco de aire fresco y disfrutar de su jardín y de su nueva fiel compañía: Ben.
—Le gusta el poema, no le gusta el poema, le gusta el poema, no le gusta el poema—jugó con una pequeña flor—¿A quién le importa si le gusta? ¿Le va a gustar, verdad?—la chica estaba hecha un manojo de nervios.
—¿Emily?—esa voz ya la había oído.
—¿Sue?—no podía creerlo—¿En verdad eres tú?—se acercaba más para poder verle—¿No eres producto de mi imaginación?—
—Soy real—hace tiempo que no le miraba a los ojos—Pero estás fuera de tu cama—se preocupó.
—Sí—sonrió—sintiéndome bastante bien.—
—P-pero en tu carta dijiste que estabas enferma—Sue intentaba recordar las palabras que contenía el papel.
—Yo estaba...—suspiró—me sentía fatigada.—
—En tu carta dijiste que estabas muriendo—el rostro pintado en preocupación y tristeza era digno de un premio.
—Bueno... estaba muriendo de soledad—jugó con sus dedos—porque... t-tú—la miró con temor—no correspondías a mis cartas.—
—Eso no fue lo que dijiste—le reclamó con un toque de molestia.
—¿No habías oído hablar de una metáfora?—Emily intentó arreglar.
—La muerte no es una metáfora—tragó saliva—no para mí—sus ojos ardían un poco—Todos en mi familia murieron. Me tomo la muerte de manera literal—suspiró—Y tú me asustaste... realmente me asustaste—Emily se preocupó y su corazón se había encogido por las palabras de la chica.
—Lo lamento—dijo en voz baja.
—Emily, cuando recibí tu carta—estaba a punto de llorar—la cual decía que estabas enferma, me di cuenta que... eres lo único que tengo—el corazón de la mayor saltó de felicidad, pero logró contenerse—Sin ti... no estaría viva. Eres la única que de verdad me ama—
—Eso no es cierto—Emily ya lo había decidido y ya casi lo tenía en claro.
—Lo es—insistió Sue.
—Mi hermano lo hace—miró a sus pies. Las imágenes de ambas venían una y otra vez a su cabeza, pero era hora de dejarla volar.
—¿Qué?—Susan no podía creérselo.
—Austin vino hacia mi habitación cuando estaba enferma... bueno, no enferma—admitió—Él me lo contó, acerca de cómo se sentía sobre ti—la miró—Y Sue, él te adora—ambas sintieron un apretón en el pecho—Así que creo que debes casarte con él—Susan no quería tomar enserio lo que sucedía, pero era tan sincera y se veía tan agotada, que decidió creer.
Di toda la verdad pero dila sesgada —
El éxito descansa en el rodeo
Demasiado brillante para nuestro débil deleite
La extraordinaria sorpresa de la verdadComo un relámpago ha de explicarse a los niños
Con amabilidad para que se apaciguen
La verdad debe deslumbrar gradualmente
O todos quedarán ciegos ——¿Sue?—ese era Austin. No venía con intenciones de pelear ya.
—Austin—la chica se dio vuelta.
¿Qué haces aquí?—preguntó con emoción.
—Regresé—intentó ser fuerte.