Capítulo 14

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Año 1905, Costa Rica.

Caminaba tranquilamente por el pequeño país, latinoamericano, mientras colgaba mi bolso en mi hombro, y algunos de los chicos me seguían, atrayendo las miradas de los pueblerinos, que me miraban asombrados, por supuesto soy hermosa.

Camino con elegancia cruzando las pequeñas calles, repletas de caballos y obreros dirigiendome a la tienda de ropa, dirigida por mi persona y por Nadia, entro haciendo sonar la campaniña de la puerta. Dixon sale a mi llegada, recogiendo mi bolso y mi sombrero.

-Como siempre, hermosa Alexandra. - elogia Dixon, haciéndome sospechar de alguna travesura que acabo de interrumpir

-Independientemente del lugar, siempre me veré hermosa, Dixon, ahora bien ¿dónde esta Nadia? - pregunto, mientras me hago viento con la mano intentando alejar el calor que avasalla a la tienda.

-Esta buscando nuevas tiendas.

-Hum, ya veo. ¿Podrías ir a buscarla? Necesito hablar algo con ella.

-Como órdenes.

Vi a Dixon salir de la tienda y me dirigí a la parte trasera de la tienda, donde tenemos lo último en trajes y vestidos; muy a la moda europea, según Nadia, para mí es traer la elegancia a este pequeño país. Saludé a un par de diseñadoras que Nadia había contratado y me dirigí a la limitada oficina con la que contábamos. Ciertamente tenía el suficiente dinero para vivir cómodamente y tener lo mejor de lo mejor, pero Dixon y Nadia insistían en "no llamar la atención", lo cual se me hace absurdo, ruedo los ojos por el pensamiento.

En el escritorio, hay bocetos desordenados y una carpeta amarilla muy acomodada encima de todo el desastre, lo que me hace sospechar que Dixon la habrá dejado ahí, antes de salir a recibirme, entrecierro los ojos con sospecha, él y Nadia llevan varios días saliendo a "encontrarse con diferentes negociantes de telas", pero ciertamente no me lo termino de creer del todo. Me quito el corto saco que ando y lo  cuelgo en la percha junto a mi escritorio, para después tomar asiento, suspiro viendo el desastre que tengo en frente.

Hace varios días se suponía que traeríamos nuevas prendas a bajo costo ya que la parte poco provilegiada del país pudiera costearlas, y así alcanzar un mejor mercado de ventas; las diseñadoras aunque buenas son poco creativas y para nada novedosas, todo es osado y aburrido, simplemente no cumplen mis espectativas y Nadia no lo comprende, por eso quería traer mis propias diseñadoras ya que ellas entenderían mejor mis ideas y podrían así darme lo que deseo, me frustra la incompetencia de estas chicas. Suspiro frustrada, quito la carpeta de en medio y tomo las hojas con los diseños arrugandolos en el proceso, salgo de la oficina y las chicas no estan en sus puestos, eso me hace enojar más, creen que por haber sido escogidas por Nadia, como diseñadoras para la tienda central, crean que tienen algún tipo de privilegio de hacer lo que se les venga en gana.

Me dirigió al taller de costura, donde las diez costureras me saludan, pero al ver mi ceño fruncido y mi apresudaro paso, no hacen ademán de acercarseme. Me dirijo a la última costurera que esta cerca de la puerta trasera, esta me mira con cierto temor por mi cara enojada.

-María, ¿dónde están ese par? - pregunto sin siquiera saludar.

-Bueno, señorita, verá ellas.. Bueno ellas..

-No divagues, María, sé que salieron y que te pidieron que las cubrieras, ¿donde están?

-Ellas, usted sabe no lo escuchó de mí, si no ellas me matarán.

Sonreí intentando ser paciente, con la señora atemorizada.

-Maria, yo no les diré nada, pero dígame donde se encuentran.

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