Miro al techo recordando los sucesos de la noche anterior aún seguía avergonzado pero aún así bajó de su cómoda cama y estiró sus brazos y piernas, dio un bostezó y salió rumbo a la cocina en donde supuso que Marizza se encontraba cocinando esa delicia que su nariz había captado.
Se detuvo en la entrada y recargo su cuerpo en el marco blanco de madera, ella vestí una de sus camisas que por obvias razones le quedaba algo ajustada, un shorts que traía ayer que le lucían increíbles.
Marizza: ¿Dejarás de mirar mis piernas y vendrás a desayunar algún día?.- Preguntó con una sonrisa de lado y una taza con café en cada mano.
Pablo: Eso era justo lo que estaba a punto de hacer.- Dijo antes de sentarse en su silla favorita.- Se ve delicioso, gracias.- Murmuró y comenzó a degustar el delicioso omelette.
Marizza: No es nada, cocinar aquí de verdad es un placer.- Se sentó frente al rubio y comenzó a hacer sonar sus uñas sobre la mesa.- ¿No hay algo que hayas olvidado?.- Preguntó y el rubio negó con la cabeza.- ¿Qué hay de mi beso de buenos días, Pabli...?.- El chico se atragantó y ella rió bajito.
Pablo: Ni se te ocurra llamarme así, suena a que soy un bebé.- La señaló con su tenedor y su entrecejo fruncido.
Marizza: Pero Pablo.- Estaba a punto de comenzar un berrinche.
Pablo: Ugh ¡Bien! pero que esto no salga de este apartamento Marizza.- Argumentó y la chica asintió con una gran sonrisa.
Ambos terminaron sus respectivos desayunos y el rubio como el caballero que es, se ofreció a lavar los platos para que Marizza tuviera el tiempo suficiente para tomar una refrescante ducha.
Cuando el rubio estaba a punto de lavar su hermosa tetera escuchó el sonido de la puerta al ser azotada en eso agudizó su oído.
Manuel: ¿Pablo? ¿Estás en casa?.- Se escuchó la voz y el rubio salió corriendo de la cocina en busca de su hermano antes de que se le ocurriera entrar al baño, quería evitar que viera a su chica en paños menores.
Pablo: ¡Hey!.- Le lanzó un cojín de uno de los sofás y cayó justo en la nuca del menor.
Manuel: ¡Ahí estás!.- Se acercó sonriente y lo levantó en sus brazos.- ¡Mi hermano!.- Comenzó a dar vueltas sobre su eje aún con el mayor en sus brazos.
Pablo: ¡Bájame ya, idiota!.- Se removió y consiguió que el pelinegro lo dejara en el piso.- ¡¿Cuál es tu problema?!.- Reclamó.
Manuel: Cuéntame, ¿Cómo te fue con Marizza anoche?.- Le guiñó el ojo y el rubio comenzó a sentir nervios.
Pablo: Yo, Uhm...
Marizza: Pablito ¡Ven a la ducha ya!.- Entró a la sala de estar únicamente con una toalla blanca enredada en su fino cuerpo.- ¡Oh!, lo siento, no sabía que habías llegado Manuel.- Se disculpó con el hermano menor quien mantenía sus ojos y boca abiertos por la sorpresa.
Pablo: Mar...rizza...- Señaló con la cabeza su habitación y ambos caminaron hacia ella dejando a un sorprendido Manuel en la sala.
El rubio entró primero a la habitación y la castaña se encargó de cerrar con seguro la puerta para evitar interrupciones.
Pablo: Qué fue eso...
Marizza: Te salvé, eso fue.- Se cruzó de brazos.
Pablo: ¿De...de qué hablas?.- Evitó mirar cómo la toalla de la chica era suplantada con una sudadera grande que él no usaba desde que se mudó a ese apartamento y se sentó en el borde de su cama.
Marizza: ¿Planeabas decirle que te desmayaste cuando tu novia te besó?- Cuestionó y el rubio no supo si llevar su atención al hecho de que su vecina se autoproclamó su novia o que su toalla yacía en el piso y su ropa interior ajustada incitaba a a tomarla ahí mismo.
Pablo: Y...yo...- Lamió inconscientemente sus labios mientras fijaba su vista en los gruesos muslos de la chica que se acercaban a él más y más.
Marizza: ¿Vas a responder... Pablito?.- Preguntó con una ceja alzada.
Pablo tomó la cintura de Marizza y la sentó sobre sus piernas pasando una de cada lado de su cadera besó su mandíbula e introdujo sus frías y delgadas manos en la sudadera que Marizza portaba.
El rubio se acercó al rostro de Marizza hasta que sus labios su unieron, apretó el agarre en la cintura de la chica y ésta comenzó a mover su cadera de adelante hacia atrás.
Pablo deslizó fuera su sudadera y sus manos automáticamente fueron tocando cada espacio del torso, a lo que ella respondía con pequeños suspiros y movimientos de cadera acelerados.
Marizza: Pablo por favor...- Dijo intentando hacer que volviera a prestarle atención a sus labios.
Pablo tomo con fuerza las caderas de Marizza y la acercó de ser posible más a su pecho en un vago movimiento que hizo que su creciente erección rozará la entrada de la chica.
Pablo: Claro, bebé.- Dijo y volvió a atacar los labios gorditos y rosas de su ahora pareja.
Ambos soltaron audibles gemidos entre sus bocas medio abiertas sin separar del todo sus lenguas que seguían danzando al compás de la melodía de sus acelerados corazones.
Marizza acariciaba con su mano derecha los suaves cabellos del rubio mientras que con la izquierda se agarraba de su hombro para comenzar un vaivén de sus caderas en el regazo de Pablo.
Las sensaciones los llevaban al límite, Marizza soltó el cabello rubio y se agarró de ambos hombros aumentando la velocidad de sus caderas, Pablo apretó fuertemente las caderas de la chica mientras frenéticamente le ayudaba en sus movimientos sobre sí mismo, sus respiraciones se ahogaban entre ruidos desesperados y jadeos mientras iban despojándose de la ropa, para ellos el día recién comenzaba.
Continuará...
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Mi tímido vecino
Romanzi rosa / ChickLitMuchas veces creemos que por ser mujeres somos delicadas o por ser hombre debemos ser rudos eso es lo que ocurre a Pablo aunque sea ya un adulto de veintiseis años es un hombre tímido, cobarde y aunque no crean el nuca a salido con una chica por lo...