Capítulo 7

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La noticia de que Roma estaba preparando una gran celebración se extendió rápidamente. Asi que cuando Rómulo extendió una invitación a los sabinos, los habitantes de los reinos vecinos más grandes, la gente no sospechó nada, de hecho, vinieron en masa.

Los invitados se quedaron atónitos ante la majestuosidad del festival. Los primitivos edificios de la incipiente se transformaron, completándose en una arena para los juegos, altares de mármol para los fuegos de sacrificio. Roma había superado con creces sus expectativas.

—Saludos amigos, bienvenidos a Roma. Puedo decirles lo encantados que estamos de abrirles nuestras puertas a nuestros vecinos, los nobles sabinos. Espero que nos encuentren como amables anfitriones. Mientras sean nuestros invitados, insistimos en qué beban y coman agusto—Rómulo dio una palmada— ¡Que comience la fiesta!

Rómulo observó desde lo alto de la arena como la celebración continuaba. Las carreras de carros tronaron por la pista y los músicos hasta la noche. El vino fluyó libremente hasta que los sabinos se emborracharon, tal y como quería Rómulo.

Era la hora.

Rómulo observó la arena y vio a Seler en la parte más alejada. El soldado le miró y asintió discretamente. Rómulo se quitó la capa. A la señal de este, Seler hizo un gesto hacia una torre cercana, entonces llegaron las campanas.

Un repiqueteo urgente sonó en toda Roma, el festival estalló en el caos. La caballería romana entró en la arena, separando los hombres sabinos de las mujeres, los arrear once como si fueran meramente ganado. Los soldados a pie siguieron su ejemplo, arrancando a las niñas de sus familias para llevárselas a caballo y todo este tiempo, Rómulo miraba el caos que había desencadenado.

No esperaba a sentir nada, tal vez orgullo, pero mientras observaba a la escena que se desarrollaba, pensó en algo que él no había previsto, su madre

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No esperaba a sentir nada, tal vez orgullo, pero mientras observaba a la escena que se desarrollaba, pensó en algo que él no había previsto, su madre.

Rómulo nunca pensó en lo que le había pasado a Rea Silva, pero no pudo evitar pensar en el terror de su madre fue violada. Ese miedo parecía resonar en los alientos de las mujeres sabinas. Por primera vez en años, Rómulo sintió la punzada del arrepentimiento.

Vio como uno de sus soldados arrancaba una mujer sabina de su familia, la mujer luchó ferozmente gritando y pateando a su captor antes de arrancarle la espada de la empuñadura, pero, la mujer no tuvo tiempo de usar el arma, el soldado la derribó al suelo, arrancandole la espada de la empuñadura, la golpeó con fuerza en la cara.

La furia subió al pecho de Rómulo.

—¡Para!—Gritó Rómulo—¡Para de una vez! ¡Para, para, para de una vez!

Pero el soldado no escuchó a rey por encima de la manía del asalto y siguió golpeandola. Rómulo había visto suficiente, cogió un arco y disparó una flecha en el corazón. Luego bajó los escalones hasta la base de la arena.

Sus soldados lo habían hecho bien, decenas de mujeres sabinas estaban retenidas por sus captores, los últimos hombres sabinos borrachos estaban siendo expulsados de Roma por la caballería.

Esposa de la Guerra IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora