Capítulo 35

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—¡Rápido¡ ¡Necesitamos toallas limpias y agua templada!—Ordenó Juno a una de las ninfas—¡¿Dónde esta mi hija Lucina?!

—Madre, estoy aquí—Respondió Lucina mientras venía acompañada de las distintas diosas del parto y de los niños.

—Las dos camas están listas—Dijo Deverra al ver a Dea Roma apoyándose en la cama dura y conteniendose ante las contracciones—Y será mejor que entremos.

Todas las diosas del parto y de los niños entraron en la habitación, también la reina de los dioses se unió a ellas. Y cerraron la puerta tras de sí, para que nadie entrara ni perturbara a la parturienta.

Mientras que el resto de diosas ponían todas las cosas necesarias para recibir a la criatura al mundo, Juno me ayudó a desvestirme y a subir a la cama dura.

—Dame la mano Roma—Tomé la mano de la reina como me había pedido—Cuando sientas una contracción, apretamela.

—Te la rompería Juno y yo no quiero eso.

—No me la vas a romper Roma—Sonrió Juno. Los ojos de la reina se dirigieron hacia Carmenta, la cual estaba pendiente de la dilatación—¿Cómo va?

—Todavía le queda. Ha dilatado muy poco— Respondió Carmenta.

—¿Quieres que te alivie el dolor?—Propuso Lucina.

—Tras cinco partos, no creo que me haga falta. Pero gracias por ofrecermelo—Respondí y me encongí por el dolor de la contracción.

—Inspira y expira de forma tranquila Roma— Dijo Candelífera.

Rumina y Potina preparaban más toallas y el agua templada para lavar y envolver al neonato. Deverra preparaba la segunda cama, para que luego Roma, después de dar a luz y alumbrar, pueda descansar con tranquilidad.
Mientras tanto, Levana preparaba la cuna con delicadeza y cariño, además de dejar el pequeño caballito de madre que había hecho Vulcano meses atrás.

Juno no se despejaba de mi lado, era como mi madre...Ojalá mi familia, que descansa en los campos Elíseos, estuviera a mi lado, que pudieran ver que su sangre sigue viva en eternidad de mis hijos... Que son sus nietos, sobrinos, bisnietos... Ojalá que la que me estuviera acompañando en cada parto fuera mi madre y viera con sus ojos las llegada de sus nietos y estos fuesen recibidos con la alegría de mi padre y mi hermano... Pero ellos ya no están en el plano terrenal...

Una fuerte contratación me hizo volver al presente, aguanté la respiración y cuando esta desapareció, volví a respirar.

—Jo...der...—Otra contracción me volvió a dar.

—Roma, se que esto es una mierda, pero luego se te olvidará cuando lo tengas descansando entre tus brazos y amantando de tu pecho—Juno tomó un paño limpio y me quitó el sudor de la frente—¿Ha dilatado bastante Carmenta?

—Todavía le queda—Respondió Carmenta.

Al otro lado de la puerta, la familia de la guerra estaba en silencio y pendiente de lo que podía podía suceder dentro de esa habitación.

Marte tenía los ojos fijos en la puerta y con los cinco sentidos puestos por si ocurría algo y debía intervenir, aunque Roma estaba en las mejores manos, desde las diosas que ayudaron a traer a sus hijos que están sentados a su lado ahora mismo, hasta su hermana y madre.

—¿Cuanto puede durar un parto?—Preguntó en bajito Concordia.

—Horas—Respondió Lua en bajito —Desde madre rompió aguas hasta que ha pedido que vinieran las comadronas, han pasado bastante tiempo.

—Espero que no haya ninguna complicación—Comentó Nerio en bajito.

—Ni lo menciones—Saltó Belona, pero sin elevar la voz—¿Sabes lo que eso con lleva?¿Sabes cuántas madres e hijos mortales han muerto en el parto?

Esposa de la Guerra IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora