Capítulo 40

164 16 1
                                    

Tras un día largo, que mejor forma que desconectar que ir a darse un baño en la terma.

Las termas han sido siempre un lugar de reunión y de pasatiempo, pues no sólo te venías a bañarte en las distintas piscinas que había; caldarium (piscina de agua caliente), tepidarum (piscina de agua templada) y frigidarium (piscina de agua fria). También cuenta con un laconium, una sala de vapor.

En estos momentos me encontraba en el caldarium, bañandome con Juno, Ceres, Diana, Epona, Prosepina y mis hijas. Yo las escuchaba mientras me relajaba tranquilamente, sintiendo el calor del agua que invadía mi ser y no pudiendo evitar cerrar los ojos.

—Hermana mía, bien sabes que nuestro hermano no puede evitar esa naturaleza—Habló Ceres—Y cuando se le cruza una en su mirada, ya sabes el resultado.

—Me pone negra cada una de sus infidelidades—Gruñó Juno—Sabe perfectamente que soy su hermana, esposa y reina, pero veo que desde hace siglos no se da cuenta y la mala soy yo.

—Te entiendo Juno y lamento ser el resultado de una de sus miles de infidelidades— Se disculpó Diana.

—Tú no tienes culpa alguna Diana, es tu padre y rey el que tiene toda la culpa. Pero vamos, yo ya voy a mover un dedos más por nuestro matrimonio.

—¿Tan malo ha sido el abuelo contigo?—Preguntó Nero.

—Ni te lo imaginas—Respondió Juno mirando a los ojos de su nieta—No sabes cuantas veces he perdido los estribos, las veces que he discutido con él y las veces que he castigado a sus amantes e hijos que ha tenido... que te lo digan ellas, que son testigo de ello.

—Yo puedo dar fe de ello—Añadió Ceres.

—Pero, podemos dejar de hablar de Júpiter por un momento y relajemonos—Intervino Prosepina.

—Llevas razón hija mía—Sonrió Ceres—¿De qué quieres que hablemos?

—Pues... de las últimas carreras de cuadrigas. A mi me han resultado espectaculares—Respondió Prosepina con una amplia sonrisa—No se si a vosotras os ha parecido los mismo.

—Podrían haber sido mejores, sino hubieran cansando demasiado pronto a los caballos—Habló Epona mientras daba unos pequeños nados en la piscina— He tratado con mejores caballos de cuadrigas, pero la culpa no son de ellos, sino de los aurigas, que muchos de ellos no saben manejar bien las riendas y sabemos lo que pasa en las vueltas.

—Ya ves, en la última carrera que vi, la cuadriga roja se volcó y fue directamente contra la pared matandose el auriga—Habló Belona.

—Por Caelos, todavía me acuerdo de como sonó cuando se estampó—Comentó Concordia—Que escalofrío me acaba de subir por la columna.

Lua soltó una carcajadas ante la reacción de Concordia.

—Claro, vosotras estáis acostumbradas a ver como muere la gente, a nosotras no—Clementia miró a sus hermanas mayores, pero sus joven ojos se había posado en la durmiente figura mía—Se ha dormido—Habló con suavidad y las diosas dirigieron su mirada hacia donde estaba.

El agua caliente había provocado que mi cansado cuerpo se rindiera ante el poder de Somnus y Morfeo, ademas de las pequeñas ondas de agua que me mecían con suavidad. Necesitaba descansar.

—No la desperteís, dejad que duerma—Dijo Juno al resto de diosas.

—Madre no ha parado en todo el día, normal que se haya dormido—Habló Lua—Ha caído rendida.

—Según me ha dicho Apolo, la sesión de hoy del Senado ha sido más larga e intensa de lo habitual—Diana comunicó sin levantar mucho el volumen— Además de que escuchó de como los senadores voceaban airados por los temas que se estaban debatiendo.

Esposa de la Guerra IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora