Capítulo 21

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Tras varios meses desde la invasión gala y del nacimiento de mis dos pequeños gemelos. La ciudad iba poco a poco recuperándose del duro golpe, pues había sufrido un daño catastrófico. Más de la mitad de la ciudad fue destruida y saqueada, quedando grabado en las retinas y en la memoria de los romanos aquel ataque de los galos y que tarde o temprano, saldríamos nuestras cuentas.

El Senado empezaba a discutir sobre las nuevas cuestiones expansionitas. Debían conocer quienes eran los señores del Mare Nostrum central. Los etruscos y la zona norte que lindaba con los territorios de la Galia, ya eran romanos, pero se debía afianzar y romanizar la zona.

Para ello llevé una serie de maniobras comerciales en las que colaboraron: Aequitas, Diosa del comercio justo, Aes, dios de la creación de monedas de cobre y dei lucrii, dioses menores del dinero.

El hecho de fomentar el comercio con los distintos rincones de la península, ayudaría a la recuperación de la ciudad, además de mejorar sus relaciones con otros territorios, pero teníamos un inconveniente.

La potencia marina que nos estorbaba nuestro deseo de expandir nuestras fronteras era Cartago.

Cartago es una potencia comercial que se ha desarrollado en el Norte de África y que controla la mayor parte de las rutas marítimas. Hubo un tiempo atrás en que estos se unieron a los etruscos para enfrentarse a los griegos por el control comercial del Mare Nostrum central y occidental, lo que llevó a la derrota de los griegos y desviada su ruta comercial.

Cartago suponía una creciente amenaza para nuestro afán expansionita, pues teníamos nuestros ojos puestos sobre la isla de Sicilia, al sur de la península.

Parte de ella estaba ocupada por Cartago, la zona occidental y la parte oriental estaba Siracusa.

Pero todavía estábamos débiles para lanzarnos a una campaña. Lo que acarrea una campaña de esta escala deberíamos estar muy buen preparados, para poder asumir los gastos y riesgos lo que supone comenzar una guerra, ya sea lo recursos materiales, humanos, la instrucción de las legiones y la creación de una flota para poder adentrarnos en el territorio de Sicilia, además de atacar la flota púnica.

*

Aquella mañana fue muy intensa, la sesión del Senado se había alargado más de lo previsto y la cuestiones que estaban debatiendo encendían cada vez más el fuego de lanzarse hacia una guerra fuera de los dominios de la península.

Fortuna y otros dioses me ayudaron en los asuntos de gobierno y administración de las diferentes ciudades que estaban en nuestras manos.

Por otro lado, los dioses que se encargaban de los infantes, se ofrecieron para ayudarme en el cuidado de Virtus y Honos, les di las gracias por ofrecerse a cuidar y educar a mis infantes, pero eso no quita que tenga tiempo para ellos, pues soy su madre.

Marte también colaboró en los asuntos políticos y militares, dado a que lo nos íbamos a lanzar estaba a las puertas, pero lo primero y principal, era estar bien preparados para ganar la batalla y la guerra.

De camino hacia mi templo, contemplé la vida corría por las calles de la ciudad. El comercio, las gentes, los olores, las voces, me sentía satisfecha tras recuperar la estabilidad y el brillo que siempre ha tenido, pero eso no quiere decir que la herida se haya cicatrizado, sigue fresca en las memorias de los romanos y por supuesto en la mía.

Tras cruzar la entrada de mi templo, el olor incienso llenó mis pulmones y a lo lejos podía ver mi trono.

Todos los enemigos que habían caído a mi paso, sus armas conformaban mi trono. Espadas, puñales, lanzas, escudos... que cada una de sus armas eran parte de mi trono y que cada batalla o guerra que ganaba, mi botín crecía, al igual que mi poder.

Esposa de la Guerra IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora