Capítulo 22

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Cibeles no había fallado, tras varias faltas, mi vientre empezaba a hincharse. La noticia de la llegada de un nuevo miembro a la familia llenó de alegría nuestros corazones.

Fabulino llevaba varios días intentando enseñar a Virtus y a Honos a aprender a pronunciar sus primeras palabras, dado que es esencial que estos pequeños ya puedan comunicarse con nosotros.

Cibeles se ofreció al cuidado de cada uno de nuestros pequeños, tanto los que ya estaban aquí como los venideros. Aunque es buena su intención, no quería abusar de ella en el cuidado de mis infantes, pero ella insistía.

—Cibeles, no hace falta que estés todo el rato al cargo de ellos, hay otros dioses que me están ayudando a criarlos. Además, tienen a sus padres.

—Roma, en cuanto salgas de cuentas, vas a ir de inmediato a la batalla—Dijo Cibeles mientras jugaba en el suelo con los pequeños gemelos—Y vas a estar mucho tiempo a fuera, lo cual requerirá que tu mayor tesoro esté a buen recaudo.

—Eso no te lo niego Cibeles, pero usted, Magna Mater, no está obligada a estar al cargo de mis infantes. Como reina que fuiste, no debéis rebajaros a este nivel.

—Pero soy madre, abuela y bisabuela. Estoy obligada a velar por mi linaje que tanto luché y sufrí en la Titanomaquia. Conoces bien lo que pasó, pues, cuando eraís mortal, os contaron todas las historias de los dioses y sus orígenes, sus aventuras y guerras.

—Si...y también recuerdo mis raíces y linaje, que ahora descansa en la morada de Plutón y Proserpina.

—En eso te equivocas, lo tienes delante de tus ojos. No ha muerto, sigue más vivo que nunca.

Mis ojos se posaron en Virtus y Honos, mis dos pequeños dioses que jugaban con los pequeños juguetes artesanales de madera y trapo.

No pude evitar que a mi memoria llegara el recuerdo de cuando jugaba con mi pequeña sobrina Kassandra... tan inocente y pequeña... Los juguetes que le fabricaba yo misma y veía reflejada en su tierna cara la alegría de los regalos que le entregaba...

Mis manos se posaron sobre mi vientre, acariciando con suavidad y lentitud lo que de dentro de mi se estaba formando. Aunque la criatura que iba a venir a este mundo, es más peleona que sus hermanos mayores, no paraba de moverse y de dar patadas.

—Mis padres y mi hermano no los conoceran...—Dije con melancolía ante el recuerdo.

—Te entiendo perfectamente Roma—Cibeles se incorporó del suelo y tomó una de mis manos entre las suyas—Aunque el pasado hay algunas veces que hay que olvidarlo para seguir hacia delante, no podemos evitar echar una mirada hacia atrás y ver el camino que hemos recorrido para justificar donde nos encontramos ahora. Mírate, comenzaste como una mortal hace siglos, dejaste atrás tu mortalidad y abrazaste la inmortalidad con fuerza. Has pasado  por muchos peligros y azañas, has tenido valor y miedo a la vez... fuiste constante en conseguir en lo que has logrado, has conseguido tener descendencia con el dios que amas con todo tu ser.

—Cibeles, me vas hacer de llorar—Sus palabras me estaban conmoviendo mucho, estaba tocando lo más profundo de mi ser.

—Roma, te pido que vivas el presente, con tu familia y mires al futuro, que todavía no está escrito.

Cibeles si sabía lo que en un futuro iba a pasar, pero no quería decirle la verdad, pues no quería romper el momento. Y por el daño que ella había hecho por privarla de ser madre hace muchos siglos atrás, juró cuidar a cada uno de sus pequeños y enseñarles lo mejor para ser los mejores dioses, dignos de sus títulos.

—Menudo día de mierda—Dijo Marte entrando a la habitación.

—¡Marte!—Dio un toque de atención Cibeles a su nieto.

Esposa de la Guerra IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora