Rómulo trazó el sulcus primigenium con un arado de madera de olmo, tilo y haya, al que iban uncidos una vaca blanca y un buey negro. Vestía el cinctus gabinus, una toga que cubría la cabeza, pues no quería quemarse con el sol.
Llevaba horas marcando los límites de la ciudad con el arado sobre el monte Palatino, mismos límites que no debían ser violados y en caso de que de no fueran respetados, la pena sería capital. Pues estos límites eran sagrados y no debían cruzar.
Más tarde, mientras que él seguía marcando los límites de la ciudad, sus hombres se pusieron en marcha en poner las primeras piedras de los muros. Todos colaboraron, mano a mano, colocando cada piedra en su lugar y pronto se levantaron los muros de la joven ciudad que nacía en una de las siete colinas.
Rómulo miró a lo alto del cielo y luego detrás de él, sonrió al ver que su destino se estaba creando con su sudor y esfuerzo.
No muy lejos, Remo observaba desde la lejania como se alzaban las murallas de piedra. Él nunca quiso ser gobernador de una ciudad, siempre quiso vivir la vida tranquila de un pastor, pues es lo que había conocido toda su vida. Pero los auspicios ya habían hablado y no le quedaba más remedio.
Remo caminó despacio y sin prisa hacia una de las murallas ya construidas de su ciudad. Haciendo oídos sordos de lo que había dicho con anterioridad su hermano, de que aquel que cruzara los límites de la ciudad, el mismo acabaría con su vida. Remo no pensaba que su hermano sería capaz de hacerle daño, además, le necesitaba para gobernar.
Despreocupado, pero sabiendo las consecuencias, Remo se impulsó para saltar una de las murallas y pasó al otro lado de ella tranquilamente, cuyo salto no paso desapercibido para los ojos de Rómulo.
La acción de Remo, de cruzar los límites ya marcados por su arado y construidos los muros, fue como si le apuñalaran con un puñal al rojo vivo.
Rómulo dejó de inmediato el arado, y corrió hacia donde estaba su hermano. Un fuego de ira comenzó a apoderarse de su cuerpo, tras ver cómo su propio hermano faltaba a su palabra.
Remo vio como cada vez más se acercaba su hacia él. Él creyó que venía a recibirlo y saludarlo, pero recibió un violento puñetazo que lo mandó directamente contra el suelo.
—¡Rómulo!—Remo se pasó el dorso de su mano por su boca y vio que sangraba, miró con incredulidad hacia su hermano gemelo.
Rómulo soltó un rugido primario y balanceó con todas sus fuerzas contra au hermano gemelo.
Ambos hermanos pelearon a puñetazo limpio, se llenaron de polvo, sudor y sangre. Remo se vio acorralado contra la pared de la murallas y Rómulo aprovecho para golpearlo violentamente.
Remo cayó al suelo y Rómulo se echó encima de él y no paró de golpearle. Remo luchaba para liberarse de la ira de su hermano, pero fue en ese instante cuando Rómulo cogió una piedra de la muralla y la golpeó contra la cabeza de su hermano.
—¡De ahora en adelante, así perecerá quien trate de sobrepasar mis murallas!—Gritó Rómulo, ciego de ira y guiado por el instinto sanguinario del ser humano, seguía golpeando a su hermano, mientras que este gritaba de dolor.
Golpeó la cabeza de Remo, una y otra vez. Sin parar, dejando la cabeza y el rostro de Remo desfigurados e irreconocibles.
Remo ya no se movía...
Rómulo se arrodilló junto a él con incredulidad, se miró sus manos, manchadas de la sangre sus hermano. Le había quitado su vida...
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Esposa de la Guerra III
FantasyUn gran imperio ha caido, pero nace otro grande y próspero. Guerra y conquista es el fundamento para su grandeza, muchos enemigos se forman a su paso, pero se defenderá de ellos. Un gran huella dejará para historia, y será el recuerdo de la grandeza...