Capítulo 17

409 39 1
                                    

Fueron cuestión de semanas de que Etruria cayera en manos romanas tras las campañas de conquista y castigo. En muchos de los combates yo participaba en el campo de batalla, pero luego recibía una gran bronca por parte de Marte. Él no quería que estuviera luchando en el campo de batalla, era un peligro para alguien que traía una vida en el interior, un mal golpe y podría perderlo para siempre. Tras conquistar toda Etruria, dimos fin a las campañas de conquista de todos los territorios de la península, vamos que todo el territorio era romano, lo que hacía falta ahora era afianzarlo y romanizarlo.

Así que muchas de las veces, ya en las últimas campañas, me quedé en la tienda observando el caos y terror de la batalla.

El pasar de las semanas, mi cuerpo fue cambiando cambiante, a un cuerpo que no volvería a ser el mismo de antes. Veía como mi tripa iba aumentando, además de sufrir los síntomas de estar en cinta, que más de una noche me tuve que levantar para vomitar, sentir cansancio y estar irritable un poco.

Con el aumento de mi vientre, ya no pude volver a vestir mi ropa de guerra, guarde todo mi equipamiento, menos mis brazaletes, en uno de mis arcones. De mi túnica rojo sangre, pasé a vestir una túnica blanca y con gran velo rojo sobre mi cabeza, que podía ponermelo como una palla debido a su longitud.

Al principio del embarazo, realizaba mis duros entrenamientos, pero cuando fue avanzando más, tuve que reducir o casi quitarme de ello.

En cuanto a Marte, quería estar cómoda y tranquila, sin nada que me alterara o afectara a la criatura que llevaba en mi interior. En ocasiones se mostró un poco sobreprotector y territorial cuando se acercaba algún dios hacia a mí, pero en realidad no hacía nada, solo gruñía cuando veía algo que no le gustaba.

Pedí que fueran mis comadronas Carmenta, Deverra, Lucina y
Candelífera. Tras el parto pedí que Levana legitimice y reconozca que la criatura es nuestra unión. Potina y Rumina también se han ofrecido a colaborar a la hora de que dé a luz y cuando le de amantar.

—Pero que ven mis ojos—Giré mi cabeza para ver quien me estaba hablando y vi que era Marte—Es el mayor de mis tesoros y que cuya riqueza aumenta más

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Pero que ven mis ojos—Giré mi cabeza para ver quien me estaba hablando y vi que era Marte—Es el mayor de mis tesoros y que cuya riqueza aumenta más.

—¿Me estas comparando con un botín de guerra?—Arqueé una de mis cejas.

—Los botines se capturan, los tesoros se encuentran—Se aclaró y luego besó mi mejilla—¿Cómo estas? Anoche se que no descansaste mucho—Una de las manos del dios de la guerra se posaron sobre mi vientre y lo acarició lentamente.

—Un poco cansada, pero bien... aunque no pueda realizar algunas de mis actividades que echo en falta, las demás si las puedo hacer, pero el peso que cargo me hace que no dure mucho tiempo. Me acostado darme el paseo de las mañanas, pero Devera me dice siempre que camine.

—Como hombre, no sabré como es cargar el peso de una criatura dentro de mis entrañas, pero si respeto y valoro lo que hace para portarlo y protegerlo, aunque tengas que renunciar por un tiempo a lo que gusta hacer por el bien tuyo y de la criatura.

Esposa de la Guerra IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora