Capítulo 12

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Apolo regresó al Olimpo tras el largo viaje por el cielo en búsqueda de Mariam, pero nada, ni un rastro de ella.

El dios solar dejó su carro en las cuadras del Olimpio y sus ojos dorados no pudieron evitar fijarse en la yegua negra de ojos escarlata. Había visto como esa yegua había comido cientos de cuerpos humanos durante la diversas guerras o batallas libradas. Su increíble dentadura era como la de un cocodrilo del Nilo, fuerte y desgarradora.

La yegua lo miraba fijamente, pero él no quería acercarse al animal por si este le mordía y le arrancaba de cuajo una mano. Así que salió de la cuadra.

—¿Alguna señal?—Preguntó Hermes.

—Ninguna ¿Y tú?

—Tampoco—Respondió el mensajero de los dioses.

—Tampoco—Respondió el mensajero de los dioses

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—¿Has visto a Ares?

—Hace nada que lo he visto Apolo, estaba justamente en el balcón donde siempre mira hacia el horizonte. ¿Tienes que decirle algo?

—No Hermes, es solo que... no llego a comprender como ella que lo amaba tanto tuvo esa decisión tan radical de dejarlo.

—Yo también me preguntaba eso Apolo. Intenté buscar respuestas en alguno de los dioses, pero ellos tampoco sabían la respuesta. Solo sabemos que Afrodita es la que desencadenó todo esto. Por el hecho de volver a quedarse para ella a Ares. Ya lo hizo una vez cuando la mató, ahora ha conseguido que desapareciera del Olimpo.

Apolo y Hermes caminaron juntos, hablando, debatiendo y recordando los momentos en los Mariam había estado en sus vidas. Desde que les pegó a una paliza ambos en la isla de Delos, las batallas libradas durante la expansión del imperio de Alejandro, hasta una simple conversación tranquila sentados en el jardín del Olimpo.

*

Hedoné observaba a su abuelo en silencio, no se decidía si dar un paso hacia él o ir de allí, pero se armó de valor para acercarse al dios de la guerra.

—Hola abuelo—Saludó con suavidad a Ares mientras se ponía a su lado—¿Puedo acompañarte?

—Hola Hedoné—Saludó Ares sin perder la vista al horizonte—Claro que me puedes acompañar.

—¿Cómo te sientes?

—Incompleto... Ella me completaba y me llenaba de energía Hedoné.

—Mamá y papá no han parado de buscarla, y yo también he ayudado para encontrarla... sabes Ares—Ares miró a su nieta con melancolía—Yo también la echo de menos. Según mi madre ella fue la que la ayudó durante mi nacimiento.

—Recuerdo aquel día, tu padre Eros estaba muy nervioso y tu madre Psique hacía lo que una mujer cuando trae a un ser al mundo, luchar para que llegase sano y vivo. Pero han pasado muchos siglos desde que tu llegaste al mundo Hedoné, estas hecha toda una diosa.

Esposa de la Guerra IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora