Capítulo 31

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—¡Esto es inaudible!—Exclamó Nerio.

—¿Qué ocurre?—Preguntó Concordia ante el alterado estado de su hermana—¿Qué ha pasado hermana?

Nerio se paró en seco y giró sobre sus sandalias para mirar a su hermana, la cual estaba esperando su respuesta.

—Andrisco—Respondió la diosa del asedio.

—¿Que pasa con el rey de Macedonia?—Volvió a preguntar frunciendo su ceño—¿Es... grave?

—Muy grave—Respondió Nerio— Ve preparando una jarra de vino que lo que voy a contar es para largo.

—Por Caelos, no exageres Nerio—Rodeó sus ojos Concordia.

—¿Donde están el resto de nuestros hermanos? Es urgente comunicar esto.

—Que yo recuerde estaban en sus respectivo templos, atendiendo a sus sacerdotes y los creyentes, pero vamos les hago una señal para que venga. 

Concordia mandó a uno de sus sacerdotes para que llamaran al resto de los dioses, y mientras estos venían Cibeles se dio cuenta del alterado estado de su bisnieta. Preocupada se acercó para ver que sucedía y tranquilizarla.

—Nerio—Nombró con suavidad su nombre—Mi pequeña asediadora, ¿que es lo que te perturba y altera tu ánimo?

—Cibeles, necesito contar lo que ha pasado en el Senado con el resto de mis hermanos. Es un asunto de suma urgencia.

—Ven, vayamos a un sitio más tranquilo—Cibeles envolvió su brazo entorno al de Nerio y la guió hacia una zona tranquila del templo— Concordia, trae lo que te ha pedido tu hermana y vente a donde estamos. Es necesario que estes a su lado hasta que venga tus hermanos.

Concordia fue rápidamente a por una jarra de vino, además de algo de comer para acompañar a la bebida y volvió sobre sus pasos hasta llegar a la habitación donde se encontraban las diosas. En cuanto dejo el vino en la mesa, Nerio llenó su vaso hasta arriba y se lo bebió de un trago, y volvió rellenarlo.

—Nerio, a este paso coge directamente la jarra—Comentó Concordia mientras tomaba asiento.

Fueron cuestión de minutos cuando fue comunicado el mensaje de reunión al resto de los hermanos. Las tres deidades escucharon las rapidas y pesadas pisadas de los llamados a este lugar.

Cuando cruzaron el umbral de la habitación, los ojos de Honos se fijaron en el estado de Nerio y de la incertidumbre que había en aquella sala.

—Nerio ¿Qué sucede?—Virtus se acercó a su hermana y se agachó para estar a su misma altura.

—Estoy hasta las narices ya de ir siempre a combatir al mismo sitio, ya van cuatro veces—Tomó un trago de vino y se limpio sus labios con el dorso de la mano.

—¿Has ido al Senado, verdad?—Arqueó una ceja Lua— A qué lo adivino, tiene que ver con Oriente.

—Adrisco de Macedonia esta en rebelión contra nosotros y los estados griegos también estas en descontento—Respondió Nerio— Yo digo que los conquistemos y nos quitemos ya este grano del culo.

—Yo por mi lo hacia sin ningún problema—Comentó Belona.

—Belona— Concordia miró a hermana a los ojos—No podéis lanzaros a una campaña de conquista sin nuestros padres.

—No hace falta a padre o madre para irnos al campo de batalla, además, ellos nos han hecho para esto—Saltó Virtus—Podemos perfectamente.

—Chicos—Llamó la atención de todos sus bisnietos—Concordia, llevas razón. Marte y Roma deben ir con vosotros si queréis conquistar la hélade...

Esposa de la Guerra IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora