Capítulo 1.

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Me desperté con el chillido del despertador de mi mesilla. El chico rapado y musculoso del cual no recordaba su nombre se estiró bajo las sábanas molesto por el ruido. Estiré el brazo y le di un golpe al reloj que creo que lo calló para siempre.

—Buenos días, bombón ¿Tienes que ir a trabajar? —Sonrió con voz ronca.

Casi me reí, me levanté poniéndome las bragas que estaban tiradas por el suelo.

—Tengo que ir al instituto, así que vístete y vete ya.

—¿A-Al instituto? —Levantó las cejas casi asustado.

Sé levantó y se abrochó los pantalones con rapidez y una vez vestido se fue corriendo jurándome que pensaba que era mayor de edad.

Una vez se fue me terminé de poner el pijama fui a la cocina donde Sam estaba desayunando un gran tazón de cereales, iba sin camiseta y con un pantalón hortera de cuadros.

—Cuidado señor de sesenta años, no vayas a enamorar a las vecinas con esos pantalones.— Bromee sacando un brick de leche de la nevera.

—Cállate, a las chicas les encantan estos pantalones. —Levantó las cejas orgulloso.

—Sí, a las octogenarias.

Agarré un vaso y lo llené hasta arriba.

—A ver si frenamos este desfile masculino diario. El único hombre de tu vida soy yo Emily, asúmelo.

—Nunca dije lo contrario. —Sonreí y salí de la cocina después de haberme bebido el vaso de leche.

Escuché cómo Sam me reñía a la espalda por no desayunar en condiciones, pero yo igualmente me dirigí de vuelta a mi cuarto. Cerré la puerta y me maquillé en el pequeño tocador que estaba en frente de la cama, me arreglé el pelo vistiendo una sudadera verde. Organicé mi mochila y me la llevé al hombro.

Bajé de nuevo las escaleras y Sam ya estaba vestido y listo para salir.

—¿Cómo te has arreglado tan rápido? —Dije sorprendida.

—Yo no me he arreglado rápido, eras tú la que iba muy lenta.

—¿Has pasado a ver a papá?

—Sí, sigue dormido y con la que lleva encima estará durmiendo los próximos dos días.

Bajamos por la puerta de la cocina que nos llevaba directos al garaje. Nos metimos en nuestro viejo y feísimo coche rumbo a nuestro nuevo instituto, Holt High School, que estaba en el centro de Lansing, Michigan.

Aparqué a una calle del colegio, caminamos hacia la entrada y nos quedamos asombrados. El instituto Holt era público pero sus instalaciones eran magníficas, el edificio era alto y blanco en forma de "V" con los cristales azulados, en medio había una fuente gigante y ruidosa que omitía el gran barullo de todos los estudiantes que estaban entrando con sus grupos de amigos, muchos estaban sentados en los bancos de piedra de alrededor.

Sam y yo entramos juntos al hall. La entrada era gigante y todo estaba lleno de taquilleros donde la gente guardaba sus libros y sus cosas personales, mi nueva taquilla iba a ser la 144 y la de Sam la 145. Fuimos y metimos los códigos que nos habían dado las señoras de recepción.

Sonó el timbre y nos dirigimos cada uno a su clase, a mi me tocaba historia. Sam se fue y yo que me quedé perdida por los pasillos. No sabía cuál era mi clase así que tuve que pedirle ayuda a una chica que todavía estaba guardando sus cosas en una de las taquillas.

—Disculpa ¿Vas a la clase de historia del señor Díaz?

La chica sorprendida me sonrió cálidamente.

COMERTE ENTERA © +18  (Aún En Desarrollo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora