1

486 36 6
                                    

Un adormilado filósofo abría los ojos con dificultad. -Woooorales qué fuerte! Qué viajezote me aventé, hasta me dolió el cascarón .- Se frotó la cabeza y miró a su alrededor.

Se estiró con un bostezo y se dispuso a levantarse para iniciar lo que sería una mañana tranquila,  pero de pronto, unas fuertes arcadas rompieron el silencio e hicieron sobresaltarse al joven hippie, quien se levantó de un salto y decidió ir a ver qué ocurría.

El ruido provenía del baño de Pascua. Éste se acercó lentamente hacia dicha habitación, encontrando a un pobre trovador con resaca, hincado frente al excusado, sosteniendo su larga cabellera con la mano para no ensuciarla con su vómito.

-¿Rododendro?- el de rastas se le acercó y se arrodilló a su lado. 

El poeta volteó a verlo, con los ojos enrojecidos y con unas prominentes ojeras debajo.

- Chales, carnalito, no te ves nada bien!-

-P-perdona, estimado filósofo- Rododendro respondió débilmente -No era mi intención ser visto por ti en este estado tan vulnerable-

Pascua, sintiendo lástima por él, le acarició la espalda, tratando de hacerlo sentir un poco mejor, aunque al parecer, no había cosa alguna que pudiese aligerar su malestar. -No estás solo, todo va a estar bien- le dijo mientras lo miraba directo a los ojos. Antes de que Rododendro pudiese responder, la sensación de náusea volvió a hacerse presente. Pascua lo notó y le sostuvo el cabello y la capa cuando el trovador arrojaba el contenido de su interior. -Déjalo salir, carnal, sin pena.-

Las atenciones del hippie resultaron extrañas para Rododendro, debido a que no eran tan cercanos. En realidad, Pascua sabía cómo se sentía estar en esa situación, por lo que quería ayudarlo en la medida de lo posible.

Cuando el de la cola de caballo terminó de vaciar sus entrañas, jadeó exhausto y se dejó caer de espaldas al piso. El preocupado filósofo intentó ayudarlo a levantarse, pero Rododendro no deseaba hacerlo por lo débil que se encontraba. Después de meditarlo un momento, Pascua lo levantó cuidadosamente y lo llevó cargando hacia su cama para que pudiese descansar cómodamente.

El castaño se quedó dormido casi instantáneamente y su compañero no le quitaba los ojos de encima. Ninguno de los dos sabía cómo fue que habían llegado a ese punto. La memoria de Pascua estaba tan borrosa, probablemente por alguna extraña sustancia que había consumido la noche anterior.

No recordaba nada, así que sólo se quedó allí, observando a Rododendro mientras su mente comenzaba a maquinar una posible respuesta.

¿Qué nos pasó?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora