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- A dónde crees que vas, eh?- Ferdinand bloqueaba el paso a Gabrelle, poniendo todo su peso contra la puerta.

- Yo soy libre de ir a donde se me pegue la gana - El chaparro habló con determinación.

- No tienes mi permiso para salir- 

- Me vale, tú no eres mi padre, así que ahora quítate o te parto el cascarón - 

Ferdinand no retrocedió. -Ah, estás de mamoncito...-

Agarró de los hombros a Gabrelle, estrujándolo con bastante fuerza. La suficiente para levantarlo y llevárselo a la habitación para posteriormente dejarlo encerrado.

Gabrelle, sentado en la cama, sabía que no era momento de rendirse.


Minutos más tarde, cuando supuso que los otros dos no lo notarían, el de la capa índigo tomó una de las estatuillas de piedra que había en la habitación. La lanzó contra la ventana, logrando así romper el cristal. De ese modo logró escapar por allí y se echó a correr rumbo al mercado donde Confi le había dicho.

Tenorio, quien se aburría fácilmente, decidió ir a molestar a Gabrelle sólo por el afán de seguir amarrando navajas. Tocó la puerta un par de veces sin obtener respuesta alguna, por lo que tuvo que robarle la llave a Ferdinand.

Cuando abrió la puerta notó que la ventana estaba rota y el poeta se había salido por allí, entonces no tuvo mejor idea que ir corriendo a avisarle a Ferdinand.

Mientras tanto, el poeta fugitivo corría como un desaforado hasta divisar a lo lejos el enorme toldo del mercado. 

Entró arrastrando los pies del cansancio y se detuvo cuando vio aquella cartulina con un rótulo en color negro el cual enunciaba: "huevos de confeti"

Gabrelle suspiró, asomándose por el pequeño agujerito de la puerta.

Buscó con la mirada a Rododendro o a Pascua, a los cuales ya conocía, sin embargo no lograba hallarlos. Sólo veía a Confi, por lo que le intentó hablar.

- Oye...-

-Achis quién habla?- preguntó el hippie entrecerrando los ojos. Creía que había fumado tanto que ya empezaba a alucinar.

-Aquí afuera...-

-Eh?-  Confi se asomó a ver.

-Oye no seas gacho, por favor déjame ver a Rododendro- 

- Por qué o qué?-

-Ándale, soy su amigo- 

-Aguántame tantito...- 

Confi se apresuró a buscar al poeta, el cual se encontraba recostado en un viejo sillón mientras Pascua lo calmaba.

-Carnal, hay un wey afuera que busca al Rodó, dizque se llama... Este.. Grabiel? Gabriel... Ay algo así- 

-No lo dejes pasar carnal- Dijo Pascua levantándose de su sitio 

- Pero...-

-Dile que nel...-

-ta bueno- Dijo el menor de los hippies yendo de nuevo a ver a Gabrelle. 

-Oyes, que dice el Rododendro que no está- 

-Ya no juegues y déjame pasar- 

-Es que no puedo- 

- cómo no vas a poder? Sólo abre la puerta y ya- 

- No carnal, es que si te abro me van a torcer- 

-Tú ábreme ahí después nos arreglamos- 

- Ta bueno pero si me madrean va a ser tu culpa- 

Tardó más Confi en abrir que lo que llegó Gabrelle al fondo del local.

-Rodito, soy yo güey- 

-Ga...brelle?- El poeta del largo cabello apartó un mechón de su rostro para ver mejor. -Qué haces aquí? Y Ferdinand?- Rododendro trataba de levantarse.

-No hace falta que te levantes, tranquilo- 

-P-perdón, creo que ya supiste lo que me pasó...- 

-sí we, un tal Confi me contó- 

Pascua gruñó molesto, pero no perdía los estribos aún 

-Y dime, Gabrelle, vas a decirle a Ferdinand algo de esto?-

-Para nada, es más, él no sabe que estoy aquí- 

El rastudo sólo atinó a fruncir el ceño.

-Pero... Tú cómo estás?- lo miró Rododendro con cierta preocupación en los ojos.

-Eh- Gabrelle bajó la mirada. -Es precisamente eso de lo que vine a hablarte...-















¿Qué nos pasó?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora