47

153 8 3
                                    


-De verdad estuve ido tanto tiempo?- Los ojos de Rododendro se posaron sobre Pascua, aún tratando de enfocar su vista. En ese estado de ligero sopor, encontraba la imagen del hippie tan etérea que por un momento creyó estar viendo a un ángel. Si ese fuera el caso, estaba seguro de que no le importaría estar muerto, con tal de tener a su lado a ese ser que le transmitía tanta paz.

Pascua asintió con la cabeza, sosteniendo al poeta con sumo cuidado. -La neta sí, carnal, lo bueno es que estás de regreso.-

El poeta sentía cómo se le subieron los colores al rostro mientras decía para sus adentros: "Le importo..." Ese preciso momento fue suficiente para encender en Rododendro la chispa de la esperanza. La ilusión de que tal vez sus sentimientos hacia Pascua serían recíprocos. La emoción se apoderó del castaño, quien no dudó en abrazar al de rastas con todas sus fuerzas.

-Eres bien puyeye, lo sabías?- Murmuraba el hippie, sin embargo su comentario no era mal intencionado, lo cual se podía notar ya que no puso resistencia, sino que atrajo a Rododendro más cerca de él...



Mientras tanto, en el hotel...

-No es posible! Ya se escapó... Ni para vigilar a un rehén sirves- Tenorio reclamaba a Ferdinand, quien bebía brandy como si no hubiese un mañana. El de la boina morada, ya bajo los efectos del alcohol, ignoró los reproches en su contra. Estaba tan hundido en su propia ira que no encontró mejor remedio que embriagarse.

-Parece que estoy hablando con una piedra...- Refunfuñó Juan.

Ferdinand hizo caso omiso hasta que el de la boina guinda se hartó y prefirió irse.

Lo que tenía a Ferdinand tan inestable era el hecho de que finalmente Gabrelle tuvo el valor de salir de su control. Le dolía profundamente el orgullo al saber que no fue capaz de retenerlo allí.

Sólo pensaba en recuperarlo para poderse sentir poderoso de nuevo. Sabía que no podía ir como si nada hubiera pasado. Aunque no quisiera, tendría que mostrarse vulnerable ante Gabrelle. Si es que no tenía alternativa, sería capaz de ponerse de rodillas ante él para así lograr que le tuviese compasión.

Mientras tanto, Tenorio observaba su comportamiento, viendo con desprecio a ese poeta que se miraba ahora tan patético. 


¿Qué nos pasó?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora