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Después de una larga espera en la sala de emergencias del seguro social, los dos jóvenes, tanto el trovador como el filósofo habían sido trasladados al interior del nosocomio donde iban a permanecer hasta que sus heridas pudiesen sanar.

Pascua abrió los ojos inmediatamente y pudo observar cómo le eran colocadas las vendas a él y a Rododendro, quien aún no despertaba  - Debe estar muy agotado como para querer abrir sus ojitos...- pensó suspirando.

No podía terminar de digerir todo lo que había pasado en un solo día. Rododendro se había arriesgado tanto para salvarlo.

¿Por qué tantas atenciones hacia él? No estaba seguro si lo que suponía era correcto. Lo único que sabía era que sentía una inmensa gratitud hacia él.

Luego de haber sido vendado, se sentó con dificultad para observar al inconsciente trovador. Su ceño fruncido se relajó al ver la paz que reflejaba la cara del pobre poeta. Se le hizo enternecedor el tenerlo en ese estado tan tierno y vulnerable. Sentía tantas ganas de protegerlo...


En el transcurso de las horas y los días que a pesar de ser pocos, eran casi una eternidad para Pascua, el cual no hacía más que observar a Rododendro, esperando a que éste recuperase la consciencia. 


La espera era tan agobiante tanto para el filósofo como para Gabrelle, quien no dejó de ir ni un día a visitar a los dos heridos. Las ascuas los hacían comerse las uñas, sólo querían escuchar de nuevo la voz del castaño y saber que todo iba a estar bien.


Casi una semana después, ambos se quedaron como de costumbre acompañando al trovador, el cual aún mostraba señales de vida, puesto que su pecho subía y bajaba sutilmente con su ligera respiración, lo cual daba ciertas esperanzas a sus compañeros.  


-Rodo... despierta...-

Se escuchó una voz un poco ininteligible, a Rododendro le resultaba familiar pero no era capaz de distinguir a quién pertenecía.

El poeta abrió un ojo, mirando a su alrededor, aún borroso. Todo lo que veía era blanco. Una habitación blanca, limpia... no distinguía ninguna figura conocida.—¿Estoy muerto?— se preguntaba, aún confundido.

Veía hacia arriba y sólo había una luz cegadora que lo hacía parpadear como loco, provocando la aparición de fosfenos, los cuales le dificultaban aún más la visión.

Alguien le sostenía la mano. El tacto no le era desagradable, al contrario, hasta cierto punto le proporcionaba cierta sensación de calma.

—carnal...?-

Esa voz aguardientosa resonó en la cabeza del trovador. Si en serio estaba muerto, seguramente estaba en los mismísimos cielos.

Volteó a ver a su derecha con bastante dificultad, pues el mareo que sentía al girar la cabeza era insoportable. Allí lo vio y sus dudas se habían disipado.

—Carnal... despertaste... — El hippie habló débilmente.

Gabrelle, quien no se separó de ambos durante todo ese tiempo, no pudo contener la alegría al saber que Rododendro había recuperado la consciencia. Con lágrimas en los ojos fue directo a su camilla para darle un abrazo fraternal.

— ay Rodo, qué sustote nos diste— Sollozaba Gabrelle, aferrándose fuertemente al de cabello castaño.

-—¿Qué? Cuánto tiempo estuve desmayado?—

— varios días, pensamos que te habías petateado— respondió soltando un suspiro de alivio, no sabía por qué pero su corazón se aceleró en sobremanera cuando tuvo entre sus brazos a Rododendro..

¿Qué nos pasó?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora