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*hace  algunos ayeres...*

Rododendro había sido criado con mano dura por parte de ambos padres, muy al contrario de Juan,  a quien su madre apenas y le prestaba atención.

Ambos se envidiaban el uno al otro, ya que el primero deseaba la libertad de su primo, mientras que él anhelaba que su progenitora le hiciera caso.

Como cualquier familia mexicana. Se mostraba una unión bastante grande entre las dos madres, por lo que tenían la mala fortuna de tener que verse a diario. 

Mientras que Rodo siempre poseía un marcado sentido de diferenciación entre el bien y el mal, Juan, al no recibir consecuencia alguna por sus acciones, creció creyendo que podría salirse con la suya cuando sea. Es por eso que éste siempre supo que podía hacer de su primo lo que quisiera con la garantía de que Rododendro no iba a defenderse.

A pesar de la ingenuidad del mayor, nunca fue fácilmente manipulable. No importa cuántas veces  lo criticaba Juan por no querer desobedecer, Rododendro siempre se mantuvo firme respecto a sus principios, ganando así la fama del niño bien portado que tanto molestaba a Juan.

Cuando fueron lo suficientemente grandes como para valerse por sí mismos, Juan supo que era buen momento para tratar de ser mejor que él, así que en su cumpleaños número 18 estaba decidido a hacerlo caer en un agujero del cual hasta la fecha no sale del todo: el alcohol.

Ambos probaron aquella sustancia al mismo tiempo, ya que Juan insistía en que debían tener su primera borrachera juntos, según él, deseaba hacer las paces con su primo. 

Cuando el ron hizo su efecto, Rododendro estaba muy confundido pero Juan se le acercó mostrando una sonrisa menos maliciosa que de costumbre.

-Te das cuenta? Estás pedo ahora, puedes hacer lo que sea y mañana no te vas a acordar-

-Pero, estás seguro de que está bien? Digo, tengo mis límites-

-Lo sé, pero ahora puedes soltarte y si cruzas la línea,  siempre puedes echarle la culpa al chupe'

-Bueno...?-


Pasó  un par de horas y al de larga cabellera le comenzaba a gustar el estado de relajación en el que lo dejó el alcohol, sin darse cuenta estaba cavando su propia tumba.


Al otro día, la cruda azotó a ambos primos, sin embargo Rodo no se arrepentía de nada, su experiencia definitivamente era algo que se tenía que repetir.


Así,  con el paso del tiempo, la adicción fue creciendo exponencialmente.

Mientras Juan se pavoneaba diciendo ser moralmente superior a Rododendro por no estar sujeto a ese vicio, Rodo cayó tan bajo que terminó anexado en la doble A.

De hecho fue allí donde conoció a otros dos huevos con una dependencia extrema al alcohol: 

Ferdinand y Gabrelle.

En ese centro de rehabilitación pudieron compartir su afición por la poesía, la fama y otras cosas.

Así nació el trío de poetas que todos conocemos.

Cuando salieron del anexo su carrera comenzó con videos caseros que subían a la red de aquel entonces. Se fueron haciendo cada vez más populares y los contrataban en todos lados, lo que despertó de nuevo la envidia de Juan, quien quería hundir a su pariente a como dé lugar...

Y bueno, el resto es historia...


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