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La turba iracunda persiguió a Pascua y a Rododendro por cinco cuadras. Tenían tantas ganas de linchar a quien creían que había usurpado la identidad de su ídolo, que fue imposible que Pascua pudiese hablar y aclarar las cosas.


Ninguno de los dos posee una condición física adecuada, por lo que prefirieron colarse en un mercado para perderse entre la muchedumbre y evitar que los linchasen. Tomando fuertemente la mano del filósofo, el trovador exhausto se esforzaba por no caer desmayado allí mismo.  –E-Eh... Creo que ya los perdimos...– Jadeó el poeta cuya coleta estaba deshecha, intentando acomodar los cabellos que obstruían su visión.

– Ya sé, carnalito, pero de todos modos hay que escondernos o nos parten el cascarón a los dos...–

– perdóname por esto, es mi culpa que hayamos caído en este aprieto–

–No te me achicopales, carnal, de peores pedos he salido, me cae...– El rastudo le puso una mano en el hombro, mientras tanto él como su compañero recuperaban el aliento.

Ese momento en que se detuvieron fue suficiente para que los fanáticos enardecidos los vieran, así que Pascua, sin hallar otra alternativa, tomó a Rodo del brazo y se internó en un extraño local de apariencia descuidada, el cual tenía muebles en desorden, algo de basura y confeti... Mucho confeti...

Allí dentro, el olor a patchouli inundaba el ambiente y un denso humo impedía ver el sitio con claridad. Rododendro tosió abanicándose con la mano, en cambio, Pascua ni se inmutaba. 

Los fanáticos golpeaban frenéticamente la puerta, la cual no se abría gracias a una barricada de muebles que los dos huevos trataron de instalar allí.

Cansados y con mucha frustración, los fanáticos decidieron abortar la misión y retirarse.

Mientras tanto, en el bar, los poetas bebían alcohol celebrando su primer borrachera juntos. O bueno, eso hacía Ferdinand junto con Tenorio, debido a que a Gabrelle se le notaba de nuevo algo disgustado, sin embargo los otros no le dieron importancia, por lo que continuaron llenando sus cuerpos del enervante elíxir proveniente del maguey.

Gabrelle aguantó por varias horas, hasta que no pudo más y explotó:

– de veras no se dan cuenta ustedes dos? Eso que hicieron con Rodo fue muy ojete!– Exclamó el de la capa índigo, lanzando su penetrante mirada a ambos trovadores.

– Ay Gabrielito– Suspiró su novio. –Ese wey ya es punto y aparte, entiendo que lo extrañes mucho pero es naquísimo y nos va a dar mala imagen.–

–P-pero...-

–Sí es cierto– Agregó Tenorio –Además, si quieres a un Rododendro con clase,me tienes a mí...–

–aghh... Qué poca madre...– 



¿Qué nos pasó?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora