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Ferdinand golpeó la puerta un par de veces, amenazando con romperla.

Mientras tanto, Gabrelle se escondía en la bañera. Sabía que todo iba a salir mal cuando notó que el líder de los poetas, rebosante de rabia, se lanzaba contra la endeble barrera metálica, tratando de derribarla con su peso.

Chocó un par de veces hasta que logró perforar lo suficiente como para meter la mano y abrir desde adentro. 

El de la capa azul ya no temblaba de miedo, sino de rabia porque no podía permitir que alguien que decía amarlo tanto, lo tratase de esa manera, así que al ver a Ferdinand acercándose, esperó en vez de intentar huir de ahí.

-¿Cómo se te ocurre engañarme!!!?- Exclamó dolido el poeta más gordo, a lo que Gabrelle le respondió con una bofetada. A ese punto ya no lo pensaba siquiera, sólo quería acabar con todo.

Mientras tanto, Tenorio permaneció callado e inmóvil.  Se le notaba una tranquilidad impresionante, es más, parecía disfrutar verlos enfrentarse de esa forma. 

No se retiró del lugar, entretenido por el intercambio de golpes, era tan cínico que incluso sonrió mientras miraba. Los otros dos, cansados de tanto pelear, jadearon, sintiendo que alguien los estaba viendo muy fijamente, por lo que Ferdinand soltó a Gabrelle del cuello y este último tiró la botella que iba a romper en la cabeza ajena.

Tenorio no tuvo más remedio que irse, decepcionado porque deseaba ver más drama.


Ferdinand y Gabrelle tardaron un rato en calmarse.  Dos horas para ser exactos. Pero cuando el de la boina a rayas se encontraba más tranquilo, decidió ir a disculparse con su pareja, sin embargo Gabrelle no quería escuchar.  Lo miró con una frialdad inusual en él.

- Por favor perdóname, sabes que el alcohol a veces saca lo peor de mí- 

-A veces? -

-bueeeeno... Sabes que soy... - farfulló - una... Porquería de novio...-

- Vaya, hasta que te das cuenta -

- Gabo, perdóname -

- perdonar mis huevos....- 

Gabrelle se levantó del sillón donde estaba, dejando a un frustrado Ferdinand en la sala. Se encerró en el cuarto y tomó su celular, después de tanto tiempo de no atreverse a hacerlo, sabía que ese era el momento idóneo para comunicarse con Rodo. 

Marcó su número y esperó, preguntándose qué estaría haciendo el melenudo.


...


Del otro lado, los confis terminaban de enseñarle a Rododendro las ventajas de ser uno más de ellos, convidándole de aquel hongo que el trovador ya había probado anteriormente.

Su celular le vibraba en el bolsillo, pero él no le prestaba atención, creyendo que era uno más de los efectos del alucinógeno.  

Permaneció más tranquilo de lo usual, lo que causó extrañeza en los huevos de confeti, los cuales decidieron empezar con la verdadera iniciación, por lo que sacaron el brebaje sagrado que usaban cuando uno nuevo se les unía. Así es, hablo de la Ayahuasca.

- Eh? Qué es esto?- Rodo arqueó la ceja, observando la olla humeante que contenía aquella extraña infusión. 

-Veo que ya probaste los honguitos, eh? Pues ahora te vamos a dar algo de otro nivel, carnal, clávate en esa idea...-

- De otro nivel? -

-Simón, pero tú relájate que el viaje si va a estar largo...- 

-uy...-


Rododendro, algo dudoso, tomó el vaso de plástico con su respectiva porción del mejunje, a lo que los otros lo codeaban para que se animase a dar un trago. 

- Eh... Y-yo no bebo sin un motivo... - Dijo el poeta con nerviosismo, tratando de zafarse de la situación.

- Lo hubieras dicho antes, carnalito, a ver, como dicen ustedes...

Qué quiere el seguro social, carnal?-

-S-Salud?- 

- Salud!- Los hippies chocaron sus vasos con el de Rodo, el cual al verse presionado decidió beber como si se tratase de su amado brandy huevototote.


En menos de diez segundos, el rostro del melenudo cambió a un tono pálido verdoso.

Rododendro se tapó la boca con las manos, tratando de aguantar esa sensación de náusea que se hacía más y más intensa. "Así que esto es lo que se siente ser un huevo revuelto", pensó el pobre trovador que nomás tragaba saliva, intentando contener la inminente emesis que estaba a punto de manifestar.

No pasó ni un minuto para que su aguante llegara al límite. Rendido, sólo dejó que sucediera. Se agachó en un rincón donde nadie lo viera para que los amargos contenidos de su estómago cayesen sin control sobre el piso, haciendo un fuerte escándalo, tan fuerte que hasta Pascua se percató de ello.

Al escuchar aquel sonido que tanto le partía el alma, corrió como desaforado a auxiliarlo.

Sostuvo su cabello, sabiendo lo mucho que Rodo se lo cuidaba. 

- Ay, Rodito... Tranquilo, si? No pasa nada...-

Rododendro sólo se limitó a gimotear de dolor mientras sentía cómo se le salía hasta el alma. 

Y allí, en el bolsillo del trovador, el celular vibraba y vibraba sin que nadie notaste su presencia...



¿Qué nos pasó?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora