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Mark inhaló todo el aire que podía, sus manos temblaban ligeramente, sentía unas pequeñas gotas de sudor frío cubrirle la cara. ¿Y si no quería verle? ¿Y si en ese tiempo había conocido a una persona el doble de maravillosa que él? Tenía tantas preguntas en la cabeza en ese momento, que todo lo que había ensayado para decirle se desvaneció, y ahí se hallaba, en blanco, frente a la puerta del apartamento de su ex pareja, intentando calmarse así mismo, dándose ánimos de que todo saldría bien y convenciéndose de que estaba a punto de realizar una de las mejores decisiones que había tomado en sus 24 años.

—Está bien, no pasa nada— Cerró los ojos con fuerza mientras su dedo presionaba el timbre de la casa.

En lo que esperaba a que la puerta fuese abierta, después de escuchar un suave "voy" desde el interior, jugaba con las mangas de su camisa, inquieto, sin poder permanecer en un solo sitio.

La puerta fue abierta y sus nervios aumentaron considerablemente al verle tan de cerca. Portaba una camisa gris y un pantalón negro. Recordaba esa camisa casi tan bien como si fuera su propio nombre, no eran pocas las veces que Mark le robaba esa prenda y se paseaba por la casa con una sonrisa tan amplia que casi podía jurar que le dolían las comisuras. 

—¿Qué haces aquí?— Fue lo primero que preguntó el mayor. A pesar de que la pregunta hubiera sonado algo brusca, su tono de voz fue bajo y con una delicadez que provocó un cosquilleo en el estómago del contrario.

—Quiero que vengas conmigo a un sitio— Dado que la disculpa que le debía se había quedado atascada en su garganta, decidió ir al grano, queriendo transmitirle su idea.

—¿A dónde? Es muy temprano— Miró la hora en su reloj de la muñeca, uno de los tantos regalos que le había dado el menor por algún festivo que celebraron juntos.

—Sólo quiero que confíes en mí y me sigas— Dejó la mano enfrente de él, Yuta pudo apreciar el leve temblor que esta tenía, y aunque la inseguridad cruzaba por su mente como el disparo de una flecha, dejó todo eso de lado.

Agarró las llaves y el móvil, cerrando tras de él. Quizás debería haberse arreglado un poco más, o directamente negarse a ir, pero no podía decirle que no, no cuando sus ojos brillaban de desesperación y en su rostro se reflejaba la súplica en silencio que le estaba haciendo.

Tomó su mano, entrelazando los dedos como solían hacer cada vez que daban un paseo juntos o simplemente estaban abrazados en forma de cucharita. Se dirigieron al coche de Mark, el cual estaba aparcado a un par de metros de la casa del mayor. Se subieron, y ninguno pronunció nada en el tiempo que duró el viaje.

Yuta miraba a través de la ventana del copiloto, sumido en sus pensamientos, no tenía claro si había tomado una buena decisión o si todo lo que había cultivado durante esas dos semanas lo acababa de destruir en cuestión de segundos, pero a quien quería engañar, por más que tratase de meterse en la cabeza que no sentía nada por él y que no le echaba de menos, no conseguía que le quedara claro, más bien, lograba transportarse a algún momento con él, en donde podía ver su sonrisa tan cerca de la suya, en donde la armonía de su risa inundaba sus oídos como un aire frío en verano que te refresca y te hace sentir mejor.

Mark aparcó frente a la casa de sus padres, con el corazón latiéndole tan fuerte que juraría que en cualquier momento se le saldría o por la boca o del pecho. Su respiración estaba algo entrecortada. Sin embargo, quería mostrarle al menor que estaba bien, que no ocurría nada y que no estaba a punto de perder parte de su herencia por defraudar a sus padres con algo tan lindo como es el amor. Pero, esos pensamientos fueron la cerilla que cayó sobre un charco de gasolina, iniciando un fuego en su interior, acción que fue de ayuda para que saliera del coche, mirando como el mayor hacía lo mismo.

30 days 🍉YuMark🍒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora