41.Confesión.

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Catalina volvió a Hogwarts, al despacho del director.

Eran más de las ocho de la tarde y ya se sentía cansada. Corregir exámenes y esforzarse en preparar una poción con tantos ingredientes la agotaron. Y además, estaba Lucius que no podía salir de su mente. Se veía tan solo y vulnerable que le daba pena. Sabía que era una persona horrible para Draco y Narcissa y por eso no entendía por qué se preocupaba tanto por él.

Sacudió la cabeza para deshacerse de los pensamientos. Su mente necesitaba estar descansada para los exámenes que vendrán y más aún si quiere encontrar una cura para las cicatrices de Lucius como le dijo que haría.

Catalina levantó la cabeza y miró hacia el escritorio, donde Severus estaba sentado y sostenía a la pequeña Lucille en su regazo mientras ambos admiraban al ave Fénix que se encontraba frente a ellos agitando sus plumas. Lucille observaba asombrada al majestuoso pájaro mientras Severus trenzaba su larga cabellera. Catalina sonrió ante el espectáculo que tenía delante.

"Hola a los dos". Sonrió, llamando su atención.

"¡Mamá!" exclamó Lucille con alegría.

Fue a su lado, agachándose y dándole a Severus un beso en los labios.

"¿Trenzando?" Ella levantó una ceja interrogante.

"Creo que le estoy cogiendo el tranquillo". Dijo él, orgulloso. Ella observó cómo sus dedos creaban hábilmente una hermosa trenza con el cabello castaño claro.

"¿Por qué no estáis ya en las habitaciones?" Los regañó suavemente.

"Papá dijo que te esperaramos". Lucille miró a su madre mientras colocaba su muñeca sobre el escritorio. Catalina se cruzó de brazos en el pecho.

"¿Ah, sí?" Sus ojos se dirigieron a Severus. "Eso es muy amable por parte de tu padre". Soltó una risita mientras miraba a Severus, haciendo que éste pusiera los ojos en blanco. Sin embargo, él le dedicó una sutil sonrisa.

"¡Qué adorable!" Comentó Dumbledore desde su cuadro. "Pero estoy tratando de dormir aquí".

Severus resopló molesto.

"Duermes doce horas Albus".

"Oh, sí, sí. Y supongo que tú no". Le guiñó un ojo a Severus y a Catalina. La joven bruja se puso roja como un tomate.

"Muy bien, es hora de ir a nuestros aposentos, Lucille". Levantó a su hija en brazos. "No hace falta que escuches algo que no debes". Lanzó una mirada fulminante a Dumbledore que sólo le hizo reír.

Los tres se dirigieron a las mazmorras y fueron directamente a sus habitaciones. Con un movimiento de su varita, Severus encendió la chimenea para que el salón fuera cálido y acogedor. La cena ya estaba allí, sobre la mesa, traída por el elfo doméstico.

Todos se sentaron y empezaron a comer.

⚜⚜⚜

Han pasado dos semanas desde que Catalina vio por última vez a Lucius. Los exámenes han pasado bastante rápido, así que se ha librado del estrés de corregirlos. Estaba orgullosa de que la mayoría de sus alumnos hubieran aprobado. Era la primera vez en años que tantos alumnos aprobaban Pociones.

Mientras echaba el asphodel en el caldero de cocción, una lechuza entró volando por la ventana y se posó en su escritorio. Reconoció que era la lechuza de Draco.

La chica cogió el pequeño pergamino y lo abrió. Había una invitación, de Draco, a un Baile que quería organizar en la mansión Malfoy para celebrar que Harry se había convertido en el Ministro de la magia. La invitación iba dirigida tanto a Catalina como a Severus. Ella sonrió y miró la fecha. Faltaban dos semanas para ese mismo momento, tiempo que Draco necesitaba para reunir todos los detalles.

Era extraño, pensó, Draco realmente solía odiar cualquier tipo de celebración pero supuso que el nuevo puesto de Harry le exigiría actuar de cierta manera.

Cuando terminó de preparar la poción, la vertió en un pequeño frasco y luego procedió a limpiar e hidratar sus manos. Catalina se alegró de que Severus creara un pequeño laboratorio de pociones para ella en su casa de Spinner's End. Limpió y amuebló una vieja y pequeña habitación donde su padre solía encerrarlo después de abusar de él.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Catalina al recordar sus truculentas historias sobre su infancia. Era increíble cómo se esforzaba por ser un buen padre a pesar de que nunca tuvo uno como ejemplo. Se contenía cada vez que Lucille hacía algo fuera de lugar y ni siquiera le levantaba la voz. En cambio, solía reñirla con severidad y discutir por qué lo que hacía estaba mal y cómo podía corregirlo en el futuro.

Por eso Lucille nunca le tuvo miedo. Se ponía nerviosa cuando hacía algo mal, claro, pero nunca se asustaba. Catalina estaba muy orgullosa de él.

Era tarde en la noche, así que Catalina decidió ir a su dormitorio y dormir. Abrió la puerta lentamente, pensando que Severus estaba dormido, pero para su sorpresa, él estaba sentado en la cama, sosteniendo uno de sus anillos entre los dedos y analizándolo con las cejas fruncidas.

"¿Todo bien, mi amor?" Cerró la puerta detrás.

Suspiró, colocando el anillo en la mesita de noche y levantándose de su sitio.

"Sólo estoy pensando en algo que debería hacer pero soy demasiado egoísta para hacerlo".

Catalina ladeó la cabeza, confundida.

"¿Egoísta cómo? Tal vez pueda ayudarte". Ella tomó su mano entre las suyas y frotó su pulgar en los nudillos.

Él negó con la cabeza y le agarró la cara con suavidad.

"Pase lo que pase, te quiero. Lo sabes, ¿verdad?". Buscó en sus ojos. "Estoy muy agradecido por todo lo que me has dado. Ni siquiera me merecía tanto de ti".

"¿De qué estás hablando?" Ella puso sus propias manos sobre las de él, acariciándolas suavemente. La preocupación estaba presente en sus ojos mientras estudiaba su rostro.

"Después de todo lo que he pasado de niño y de adolescente, estaba seguro de que no soy digno de amor ni de nadie. Pero entonces llegaste tú y cambiaste lo que pensaba". Le besó la frente. "Todavía no creo que sea real que alguien como tú pueda amar a alguien como yo".

"¿De dónde viene todo esto? Claro que te quiero". Ella le miró con simpatía a los ojos.

Él sonrió.

"Eres lo más bonito que me ha pasado nunca. Y siempre guardaré esos recuerdos conmigo pase lo que pase a partir de ahora".

"¿Por qué actúas así? Me preocupas".

"Porque todo está a punto de cambiar entre nosotros, Catalina. Te he ocultado cosas, te he mentido y... Te até a mí sabiendo esto..." se pasó una mano por el pelo, frustrándose consigo mismo.

"Nada cambiará entre nosotros, Severus, mírame". Ella atrapó su rostro entre sus manos, haciendo que la mirara a los ojos. "¿Esto es por lo que tuviste que hacer cuando eras un mortífago?"

"No, es algo peor", inhaló él.

"¿Qué podría ser peor?" se rió ligeramente.

Severus se inclinó y le besó los labios profundamente, tomándose su tiempo, imprimiendo su tacto y su sabor en sus labios. "Te amo". Susurró con sus labios apenas rozando los de ella. "Defacio obliviate".

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Royal Blood |Lucius Malfoy ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora