Brian llega a la oficina con un café. Se sienta poniendo los codos sobre el escritorio y mientras bebe, aparta la vista hacia la ventana que da a la ciudad, pensando en lo ocurrido hace unos días atrás, y sus ansias por volver a repetirlo, o aunque sea, mirar a la desconocida danzando. Sonríe a la nada con tan solo recordar a la mujer, a sus ojos brillantes, a su sonrisa, a su pasión por la música encarnada en cada movimiento.
El teléfono suena de repente, arruinando el silencio del lugar y causándole un sobresalto. Deja la taza a un lado y agarra el aparato, colocándolo a la altura de su oído.
—¿Sí? —habla.
—Hola Bri, soy John —su voz ronca lo desconcierta—. Lo siento, ¿Estabas con un paciente?
—No, aún no. ¿Te sientes bien? —Deacon estornuda en respuesta.
—Estoy resfriado y me duele todo el cuerpo, ni siquiera puedo levantarme de la cama. Tal vez faltaré al trabajo por unos días más. —estornuda nuevamente.
—Puedo quedarme contigo si lo necesitas, te prepararé un té y todo eso. —propone el rizado, mientras se concentra en el circulo imaginario que traza su dedo índice sobre la mesa.
—No te preocupes, estaré mejor. —tose y se interrumpe a si mismo a mitad del dialogo.
—Suena como si te estuvieras muriendo —observa—. Déjame ir a verte.
—Quiero que me hagas un favor, ¿Podrías? —dice al recuperarse.
—Claro, dime.
—Tenía una sesión con una paciente nueva esta tarde. ¿Te importaría atenderla por mí? Es a las seis. —Brian desvía la mirada hacia el reloj de la pared. Las agujas marcan las cuatro, normalmente, se marcharía a las seis, pero quizá una hora más no es gran cosa.
—Sí, no hay problema, yo la atenderé. —Deacy suelta una tos antes de agradecerle.
—Muchas gracias, Bri. Le avisaré al padre ahora mismo.
—¿Puedes darme algunos datos sobre ella? —pregunta, tomando el primer papel que encuentra y un bolígrafo azul.
—Su nombre es Lola, tiene diez años, llegó a la ciudad hace poco, tiene síntomas de depresión. Su padre se contactó conmigo ayer, estaba muy asustado, me contó que la pequeña tenía problemas para adaptarse, insomnio constante y perdida de interés hacia actividades que disfrutaba. —Brian toma nota de manera rápida y desprolija.
—De acuerdo. Entonces su papá hablará conmigo y luego entrará la niña.
—Sí, así es. Lamento hacerte quedar hasta tarde, gracias de nuevo. —John sonríe a pesar de que el contrario no pueda verlo.
—No hay de qué. Solo promete que descansarás. —dice, alzando las comisuras y dejando el bolígrafo a un lado.
—No me moveré de aquí, tranquilo —estornuda—. Nos vemos luego, Bri. Cuéntame como te fue.
—Adiós, cuídate mucho. —se despide con una sonrisa y cuelga.
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Seis y cuarto, aún nadie llama a la puerta. Brian se decide y hace algo que debió hacer desde el principio, comprobar si alguien estaba esperando afuera. Abre la puerta, asoma la cabeza y se encuentra con los asientos vacíos a excepción de una pequeña, que está sentada abrazando a sus piernas como si tuviera miedo. Alza la cabeza en cuanto el psicólogo abre. Brian se siente culpable y apenado por dejar a la niña a solas y a oscuras.
— Lo siento, cariño —se disculpa él—. ¿Estabas esperando hace mucho tiempo?
Lola niega con timidez. Brian observa mejor el lugar y no encuentra al padre por ningún lado.
—¿Tu papá no está contigo? —pregunta, frunciendo el ceño. Sube las cejas cuando ella vuelve a negar—. ¿Viniste hasta aquí tú sola?
Lola afirma sin pronunciar palabra. Brian se acerca y extiende su mano para que ambos caminen juntos al consultorio. Ella acepta con un poco de desconfianza, pero rápidamente le invade una sensación de seguridad al ser acompañada por el mayor.
—Lola —dice al sentarse, releyendo de reojo sus apuntes—. Eres valiente por venir aquí sola. ¿Nadie pudo acompañarte?
—No. Papá está trabajando. —murmura mientras juega con sus dedos.
—Entiendo. ¿Cuál es el trabajo de tu papá? —agarra el papel y el bolígrafo, apunto de escribir, sin embargo Lola se encoge de hombros━. ¿No sabes? ¿No hay nadie más que pueda acompañarte?
—No. Mi tío adoptivo también está trabajando, es profesor —Brian escribe aquello—. Es amigo de mi papá, vive con nosotros.
—Te mudaste aquí hace poco. —Lola afirma—. ¿Cómo te hace sentir eso?
—Extraño a mis amigos y a mi mamá, pero ella no me quiere. —la voz de la niña se convierte en un murmuro. El contrario se percata de esto.
—¿Por qué piensas eso? —interroga con calma para que no se sienta invadida.
—Porque nos dejó. —la pequeña rompe en llanto y Brian, con una sonrisa sincera, se levanta de su asiento para tranquilizarla con un abrazo.
Normalmente los psicólogos brindan apoyo sin involucrarse físicamente, pero John y Brian siempre rompen esa regla, realmente empatizan con los pacientes y sostienen que un abrazo es parte de la terapia porque cura el alma, especialmente si se trata de un niño.
Al final de la sesión, cuando ya es de noche y los dos tienen que irse a sus casas, May le ofrece a la niña acompañarla para que no tenga que regresar a su hogar a oscuras.
—Papi dice que no debo subirme al auto de desconocidos. —argumenta, tras abrigarse con un suéter blanco.
—Sé que está mal, pero no puedo dejarte ir a casa sola.
—Pero yo soy valiente, como usted dijo. —May hace una pausa para pensar en otra alternativa, y justo cuando estaba por proponer una idea, tocan la puerta. Los dos intercambian miradas y Brian se adelanta para abrir.
—¡Hola! —saluda un hombre de cabellos largos y oscuros, vistiendo prendas extravagantes que llaman la atención de cualquiera—. ¿No me equivoqué, verdad? ¿Este es el consultorio?
—¡Fred! —exclama Lola con entusiasmo y corre a abrazarlo. Él corresponde al abrazo y se quita los anteojos al volver con Brian.
—Perdón por la tardanza, no sucederá de nuevo —dice y saca de su bolsillo un par de billetes los cuales le entrega al psicólogo—. ¿Cuándo será la próxima sesión?
—Acordamos que será la próxima semana, el mismo día y a la misma hora —informa con una sonrisa, guardando el dinero—. Pero necesitaré que su padre venga, tengo que entrevistarlo y pedirle algunos datos.
—Bien, yo se lo diré. Buenas noches. —Freddie baja la mirada hacia su sobrina, esperando a que ella también se despida.
Lola saluda con la mano al estar tan avergonzada como para decir algo. A Brian le parece tierno su gesto e imita su acción.
—Que tengan una linda noche, hasta luego. —se despide él y Freddie le sonríe por ultima vez antes de marcharse.
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midnight dance; brian may & roger taylor
FanfictionRoger se transforma en la bailarina más candente de la ciudad, la más talentosa, la más deseada. Desde pequeño le atrajeron las bailarinas, sus vestidos, maquillaje y pelo largo. No las deseaba a ellas, deseaba ser como ellas. Brian tiene una vida o...