midnight dance; brian may & roger taylor

21

—No tienes que salir si no te sientes bien, cariño —le recuerda Freddie mientras se ocupa de arquear las pestañas contrarias—. Puedo quedarme contigo y...

—Está bien, quiero distraerme un poco. —responde con desgano, mirando un punto ciego en el piso. Mercury suspira y continua con su labor. 

El silencio se ve interrumpido por el sonar insistente del teléfono. Ninguno de los dos se mueve para contestar, simplemente dejan que el ruido siga, hasta que la paciencia de Freddie se agota.

—¿Vas a ignorarlo toda tu vida? —le pregunta ansioso —. Al menos dile lo que está pasando, debe estar preocupado, no ha dejado de llamar en toda la semana. Deja tu orgullo de lado por un momento, ¿Quieres?

—No voy a contarle nada, no quiero involucrarlo en esto, si Dominique nos descubre arruinaré todo. Además podría ser ella quien está llamando y no Brian. 

—Probablemente se encuentren en el salón, asique no te salvarás. —explica encogiéndose de hombros y vuelve a maquillarlo. 

—Se me ocurrirá algo después. —dice sencillamente, y el teléfono deja de sonar. 

Habiendo terminado la ardua preparación que conlleva el proceso de transición, Rogerina se acomoda el cabello artificial y prende un cigarrillo antes de despedirse de Freddie, quien la sorprende con un abrazo que consigue hacerle sonreír y sentirse querida. 

Acto seguido, se aleja del lugar con su característico resonar de tacones. Llega al ascensor y le da una calada al cigarrillo. Así como el humo se pierde y se desintegra en el aire, los pensamientos hacen lo mismo, mezclándose en su cabeza hasta que son remplazados por nuevas preocupaciones.

Egresa del edifico. Decide caminar hasta el salón para despejarse un poco, porque tal vez el frío de la noche le traiga algo de estabilidad, tal vez las estrellas la acompañen y le brinden calma si es que no le recuerdan a Brian. Camina en silencio, sin preocupación ni prisas, ignorando los piropos de extraños que ya se le hacían costumbre. Fuma mientras su cabeza divaga, sin saber que alguien más está siguiendo sus pasos meticulosamente. 

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Dos horas para la medianoche. Luego de una ligera discusión con su jefe por su inasistencia injustificada durante una semana y ser amenazada con un despido, se dirige a la barra, y pide un trago de tequila. Su garganta se tensa, dando indicios de que el llanto está llegando, trata de desenredar el nudo de sus cuerdas vocales bebiendo tequila, pero al no verse aliviada, pide otro trago. Se arrepiente de salir de casa, Freddie tenía razón, no debió irse en ese estado. 

Si el tequila no puede calmarla quizás los besos de Brian lo hagan. Observa la entrada, echa un vistazo a la multitud deseando identificar aquella cabellera rizada, y en su lugar, se topa con una cabellera ondulada, oscura, con flequillo. 

Abre los ojos más de lo normal, su respiración se corta abruptamente al igual que los latidos de su corazón. Tras un segundo de shock absoluto, la sangre baja a sus piernas, y la adrenalina se alimenta del miedo para hacerlo reaccionar. Se esconde entre la gente, rodea el lugar teniendo la puerta en la mira para escapar corriendo. La ve mezclándose entre las demás personas, con un claro enojo en sus facciones, lo que le causa un estremecimiento espantoso a Taylor. Tiene la certeza de que no saldrá con vida si choca con ella. 

Sus ojos se iluminan cuando llega a la puerta, siente una sensación de alivio incomparable. Luego una mano le aprisiona el brazo y lo tira con violencia. El corazón le da vuelco, es el fin. 

Dominique la ve fijamente, analizándola de arriba abajo, sin suavizar el agarre y clavando las uñas en su carne. Reconoce los collares de plata colgando de su cuello y reconoce el reloj en su muñeca, sin embargo lo que no pasa desapercibido son aquellos ojos azules, los cuales no se les hace difícil distinguir, luego de tantos años juntos los puede reconocer aunque estén a kilómetros de distancia. Entonces desmiente su teoría. No es una amante de Roger, es Roger.