midnight dance; brian may & roger taylor

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Roger no se preocupa en absoluto por sus heridas. Le asusta más lo que pueda pasar en el futuro, cuando Dominique regrese, si es que lo hace, y vuelva a tomarlo por sorpresa, con la guardia baja. Le aterra pensar que hubiese ocurrido si Brian ponía un pie en el salón, del solo imaginarlo su cuerpo entero se estremece con una sacudida violenta. Podrían haberlo matado o hacerle un daño irremediable.

Permite que May aplique una compresa de hielo en su frente mientras que Freddie intenta desinfectar los cortes. Freddie reprime su evidente enojo y hace lo posible por no explotar de rabia en un momento tan delicado. Conversan sobre lo sucedido con una gran angustia carcomiéndolos por dentro, hasta que Freddie menciona a Dominique bajo el apodo de perra resentida. Roger lo detiene antes de que siga insultándola, en el fondo se avergüenza de reconocer que está de acuerdo con todos esos apodos ofensivos.

-Olvídalo, ya tuve mucho por hoy -interrumpe con un leve quejido-. Estoy muy cansado, quiero dormir un poco.

Taylor recuesta la cabeza en el hombro de su amigo y entrelaza su mano con la de el rizado. Brian y Freddie intercambian miradas y se acurrucan con el rubio, quedándose dormidos a su lado.

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Desde entonces Roger no salió de casa debido al miedo de distraerse y perder a Lola. Pasó una semana desde aquel incidente, una semana en la que cada mañana, se levantaba con un ramo gigantes de flores, chocolates e incluso joyas. Todos estos regalos firmados únicamente con una B, para no dar indicios de su género. A Roger le apenaba que Brian gastara tanto dinero en obsequios, sin embargo sus insistencias fueron ignoradas, es como si May encontrara placer en toda esa preparación, es como una forma particular de decirle Buenos días sin estar presente.

Era costumbre levantarse con el delicioso aroma de las flores en su puerta, acompañadas con una carta rosada en la cual había un pequeño mensaje finalizado con un Te amo.

En esta ocasión Roger despide al cartero y toma un ramo de veinticinco rosas rojas, además de tres cajas de chocolate, una para Roger, otra para Lola, y otra para Freddie. Taylor sonríe de oreja a oreja, todavía somnoliento, y pone las flores en agua junto al resto. Son tantas que da la impresión de que tienen un jardín adentro de la casa.

El rubio se dirige al cuarto de la pequeña. La ve durmiendo plácidamente, con paz y tranquilidad, probablemente soñando con un mundo de colores y magia, algo totalmente distinto a la cruel realidad a la que se enfrentará. Siente un nudo en la garganta de repente.

-Linda, despierta, hay que ir a la escuela. -dice suavemente, acariciándole el brazo.

La niña comienza a moverse y abre los ojos, ve una silueta borrosa hasta que logra identificarla, observa el rostro de su padre, con marcas moradas en la piel y cortes superficiales. Se asusta de inmediato.

Luego de la riña en el salón, Roger siempre recurrió al maquillaje para que Lola no lo viera en ese estado. Pero ahora lo olvidó completamente.

-Papi, ¿Qué te pasó? -pregunta con miedo, usando una voz temblorosa.

La sonrisa de Taylor desaparece, traga saliva y se pierde en la mirada aterrada de su hija, quien lo mira con los ojos llorosos, preocupada y confundida. Lola acaricia los pómulos lastimados de su padre, y retira la mano rápidamente al oír un quejido de dolor por parte del mayor.

-No es nada, solo un accidente tonto -tartamudea con una carcajada nerviosa. Se aparta para que no pueda tocarlo, cierra los puños y queda en silencio por unos segundos, únicamente viéndola-. Vístete, te prepararé el desayuno.

Dicho esto gira sobre sus talones y sale del cuarto lo más rápido posible, antes de que Lola lo vea llorar. Roger solloza, limpia sus lágrimas con el dorso de la mano y busca distracción cocinando.