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Despierta más desanimado que nunca. Está agotado y apenas inicia el día, el descanso no fue tan reparador como le gustaría, de echo fueron exageradamente cortas las horas en las que consiguió cerrar los ojos y dormir. Pero no tiene opción, hay que hacer frente a los problemas sin miedo y enfrentar al día como se puede. 

Por más que se oponga, no puede evitar mirar los pies de la cama y recordar que anoche Rogerina y él estuvieron besándose ahí. Solo Dios sabe lo que hubiese pasado si ninguno se detenía, tal vez el final sería el mismo o uno peor, de modo que se siente afortunado por no haber llegado a ese extremo. Igualmente, la vergüenza fue inevitable, y tan solo acordarse de lo impulsivo que fue le provoca pudor. Suspira con las manos cubriéndole el rostro y se levanta de la cama rápidamente, acallando la voz de la pereza que lo incita a seguir durmiendo. 

Recorre el pasillo oscuro dando un bostezo, baja las escalaras lentamente. Escucha el sonido de la televisión cada vez más cercano a sus oídos, y al voltear divisa a la pequeña Emily sentada en el sillón, comiendo cereales y viendo caricaturas. Ella oye los pasos a sus espaldas y voltea con una sonrisa.

—¡Buen día, papi! —saluda la niña con entusiasmo. 

Brian sonríe a medias y se acerca a ella. Deposita un beso en su frente y se sienta a su lado. Emily analiza el aspecto de su padre, le preocupa verlo con sus rizos despeinados, sus ojeras casi imperceptibles, su caminar descuidado y su expresión de cansancio. Normalmente es el primero en despertar, y siempre aparece con ropa impecable, bien peinado y una linda sonrisa adornando su cara.

—Buenos días princesa —dice con una voz somnolienta mientras se frota los ojos.

—Mira lo que encontré —deja el tazón a un lado, y le muestra al mayor un abrigo de piel, uno que reconoce perfectamente—. Es hermoso, ¿No crees? 

—¡Emily suelta eso! —grita asustado y terriblemente triste al recordar el material del cual está fabricado. Luego cae en cuenta de que Rogerina lo olvidó, y ahora está prácticamente obligado a devolvérselo. 

—¿Por qué? ¿Qué tiene? Nunca antes lo había visto, pensé que era tuyo. —dice, inspeccionando la prenda y tocándola para sentir su suavidad.  

—No es mío, déjalo ahí. —Brian siente arcadas, realmente repudia ese maldito abrigo. 

 —¿Entonces de quien es? —lo deja sobre una silla, y vuelve a sentarse en el sofá.

—Uhm... seguramente Jimmy invitó a su novia —dice, aunque desconoce si su hijo tiene novia o no, pero es probable que sí—. ¿Tu hermano te preparó el desayuno?

—No, él sigue durmiendo.  —responde, llevando la cuchara a su boca.

—¿Está durmiendo todavía? —reitera denotando una ligera frustración. Se pone de pie inmediatamente y vuelve a subir las escaleras.

De regreso al pasillo, incrementa la velocidad de sus pasos y repara en que algo ha pasado para que Jimmy durmiera hasta tarde. El chico detesta dormir, es el segundo en despertarse, por lo que si hay un día en el que no madruga, significa que se metió en líos la noche anterior.

El rizado irrumpe en la habitación sin avisar, observa con fastidio el cuerpo inerte de su hijo, echado en la cama y ocupándola en su totalidad, sin siquiera estar tapado y vistiendo la ropa que utiliza al salir con sus amigos.

Da pasos ruidosos por el piso de madera y abre las cortinas para que la luz del sol consiga despertarlo. Espera con las manos en las caderas, ve como el menor se tapa los ojos y se remueve en el colchón, tratando de continuar con su sueño.

—¡Arriba Jimmy, ya es tarde! —le reclama, haciendo que su hijo suelte un quejido. 

Odia que Brian entre en su cuarto, asique no tiene más opción que obedecer y averiguar si aquello lo deja satisfecho y se va. 

midnight dance; brian may & roger taylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora