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Apenas son las diez y la presencia de Brian desconcierta al rubio. Normalmente aparece en la medianoche, un poco más tarde. También le preocupa la seriedad en su semblante, algo poco inusual puesto que siempre llega con una sonrisa. Lo ve buscando con la mirada a alguien, está impaciente, Roger sabe que se trata de él, de modo que se acerca de inmediato.

—Brian —lo llama tocándole el hombro, sorprendiendo al mayor puesto que había salido de repente—. Es raro verte por aquí tan temprano... ¿Está todo bien?

—No... —murmura con debilidad. 

Taylor lo nota, le apena demasiado verlo así. Reflexiona mentalmente, observa toda la gente que tienen al rededor y llega a la conclusión de que no sería conveniente conversar rodeados de la muchedumbre, entonces entrelaza sus dedos con delicadeza y lo guía por el lugar. Suben las escaleras, la iluminación desaparece gradualmente al igual que la música y las voces. Recorren un pasillo prácticamente oscuro y se detienen frente a una puerta de madera.

—Es el vestuario. —aclara, sacando una llave de su escote y abriendo la puerta. Brian asiente en silencio y ambos se adentran en la habitación, una muy sencilla y poco llamativa. Toman asiento en un sillón desgastado, manteniendo las manos unidas. 

Taylor fuerza una sonrisa floja, tratando de animarlo de algún modo. Le acaricia su mejilla con la punta de los dedos, y cuando Brian empieza a llorar, Roger toca sus lágrimas con los labios, dejando reiterados besos en la zona.

—¿Qué pasó, Bri? —le pregunta, acercándose más y posando las manos en los trapecios contrarios. 

—Le dije a Jimmy que soy gay. —contesta, con un nudo en la garganta que le impide hablar más fuerte. Baja la mirada a sus manos temblorosas, las cuales forman un puño. 

Roger entre abre los labios, queriendo decir algo pero sin encontrar las palabras adecuadas para consolarlo. Sin embargo, pese a que no puede ayudarlo de esa forma, recuerda el gesto de Brian al verlo llorando en su consultorio, en medio de la terapia. Envuelve sus brazos en él y lo aprieta con fuerza, acariciándole la espalda de arriba abajo, recostando la cabeza en su hombro mientras oye sus sollozos y los latidos veloces de su corazón.  

El rizado se aferra como puede, hasta que las heridas de su corazón sean selladas por aquel abrazo. 

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—Tenemos que hablar. —es lo primero que le dice a Jimmy en cuanto regresa del salón. No le sorprende verlo despierto, frente al televisor. Éste lo ve con pavor, sin intenciones de obedecer.

Al ser de madrugada, tanto John como Emily siguen durmiendo. Asique tienen todo el tiempo del mundo para conversar, aunque por supuesto, Jimmy no está dispuesto a hacerlo. 

—No hay nada que tengamos que discutir. —dice al pasar, regresando a la pantalla.

—Sí, hay muchas cosas en realidad —se acerca y apaga el televisor, recibiendo una mirada de disgusto por parte del menor, la cual es ignorada. 

Brian se sienta a su lado, le sorprende que el contrario no se oponga, en vez de eso simplemente lo deja, sin embargo distingue su desinterés hacia la charla. Tampoco quiere hablar sobre el tema, pero debe intentarlo, al menos para que no queden malentendidos entre ambos.

—Tengo que ser honesto contigo. Yo... —el menor lo interrumpe. 

—Nunca te hablé de mi padre, ¿Verdad?

El rizado no dice nada, lo deja continuar. Nunca antes había oído nombrarlo, en realidad, no sabe nada sobre el padre biológico de Jimmy, puesto que los asistentes sociales desconocían esta información.

midnight dance; brian may & roger taylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora