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La pequeña May visualiza a la misma niña rubia sentándose sola, al fondo del salón, como todos los días.

Emily voltea de vez en cuando, la ve con compasión, pero inmediatamente se distrae cuando sus otras amigas la invitan a jugar. Entonces abandona el salón con las niñas, viendo a la rubia sin compañía y con una expresión desolada en el rostro.

Sabe que se pasa los recreos en el aula, dibujando o absorta en sus pensamientos, a veces siendo molestada por algunos compañeros. Emily observa sus lágrimas en ocasiones, sin poder hacer nada, sin saber cómo actuar frente a esa situación, ya que le aterra entrometerse y recibir una lección por parte de los bravucones. Es por eso que se hace a un lado e ignora todo, por más impotencia que sienta.

Sabe lo complicado que es cambiarse de colegio, y llegar a una ciudad desconocida, donde no tiene amigos, donde tiene que adaptarse y esforzarse por causar una buena impresión. Emily se apiada de ella, pero se paraliza cuando pretende ayudarla o acercarse.

—Papá —lo llama con timidez, mientras él conduce hacia la escuela—. Hay una niña nueva en el salón, no habla con nadie, y quiero ser su amiga pero no sé como acercarme.

—Salúdala cuando llegue a clases, sonríe y se amable. Luego puedes invitarla a jugar con tus amigas —aconseja Brian, con la mirada fija en el camino—. Hazla sentir cómoda, que pertenezca a tu grupo, ya sabes.

—Pero eso me da mucho miedo. —confiesa en voz baja, jugando con sus dedos para calmar el nerviosismo.

—No hay porque temer, princesa —responde Brian con una sonrisa—. Estoy seguro de que le alegrarás el día. Probablemente quiere acercarse al resto de tus compañeros y no sabe como hacerlo, si tú la ayudas le darás más confianza, y estará muy agradecida contigo.

Emily alza la comisura de los labios, voltea hacia el mayor sin ocultar su asombro.

—¿De veras lo crees, papi? —cuestiona la niña mientras observa al contrario con entusiasmo.

—Claro que sí. Solamente ve y háblale, se llevarán muy bien. —la mira de reojo durante unos segundos y luego regresa hacia el camino.

Emily se emociona rápidamente, los ánimos de su padre son suficientes para hacerla sentir impaciente. Ahora no puede esperar para encontrarse con su compañera y poner en práctica los consejos de Brian.

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Ella llega temprano, y lo primero que hace es sacar un cuaderno y trazar bocetos aleatorios en el mismo. Se refugia en las hojas para no tener que dialogar con nadie, para dar la impresión de que está ocupada haciendo algo. Y si no está dibujando está con algún libro en la mano, sujetándolo de tal forma que nadie pueda verle la cara.

Emily ya había notado estos comportamientos hace un par de días, se percató de ese patrón. No quiere ser invasiva ni incomodarla, asique opta por iniciar una conversación a la distancia, con un simple saludo.

—¡Hola Lola! —saluda Emily con una sonrisa, al dejar su mochila en la silla.

La mencionada tiene un ligero sobresalto al escuchar su nombre de una manera tan amigable, puesto que nadie en la escuela la saludaba a excepción de algunas maestras. Sube la mirada impresionada, preguntándose de quien podría tratarse, y se encuentra con el rostro apacible de la estudiante May, quien la saluda haciendo un movimiento suave con la mano. Lola siente sus mejillas arder y sus palpitaciones acelerándose.

—Hola. —responde con vergüenza, al no saber cómo reaccionar adecuadamente.

Emily la mira por unos segundos más, causándole un susto interno que la inmoviliza. Luego voltea, y Lola suelta un suspiro pesado en cuanto lo hace, toma aire como si volviera a la superficie tras nadar horas bajo el mar.

midnight dance; brian may & roger taylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora