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Algo que no le gusta: El espantoso abrigo que tiene ella en sus hombros. May está al borde del llanto al pensar en todos los animales que se sacrificaron para confeccionar aquel horroroso saco de piel, especialmente los tejones, los pobres e inocentes tejones.

Llena sus pulmones de aire y trata de disipar aquellos pensamientos. Por supuesto, la rubia ignora lo mucho que le afecta a Brian.

Fuera de eso, la velada va de maravilla. Con bromas de por miedo, coqueteos ocasionales y conversaciones interesantes. Roger descubre que Brian tiene un hijo mayor llamado Jimmy, en sus palabras, rebelde y problemático, pero Taylor lo reconoce por ser el chico que molestó a Freddie por su sexualidad. Luego recuerda que Brian es homosexual, por lo que reflexiona sobre ello mentalmente, preguntándose por qué le atrae tanto Rogerina siendo que supuestamente es gay. Tal vez sea bisexual, al fin y al cabo, Roger también lo es. 

—¿Tienes una opinión formada sobre... sobre la homosexualidad? —le intimida tanto preguntárselo que tiene que susurrar lo último. No lo ve directamente, sino que se concentra en trazar círculos imaginarios en la parte superior de su copa. 

El rizado no contesta de inmediato, lo que incomoda aún más al rubio. Para él, hablar de su orientación sexual no es algo que le de pavor, pero al frente de la mujer que le gusta es imposible y contradictorio, sin mencionar que podría causar un gran problema entre los dos. Brian no quiere eso, pero tampoco fingirá ser homofóbico con tal de conseguir su aprobación. 

—Los respeto —afirma con seguridad—. Llamarlos enfermos es una estupidez, son personas normales, no hay nada de lo que tenga que opinar, es indiscutible.

Ella sonríe apenas y pasa uno de sus mechones detrás de su oreja. El contrario le pregunta por qué quiso saberlo, pero la de ojos azules desvía el tema de conversación, y eventualmente le sugiere que lo mejor sería pagar e irse a otra parte, donde puedan hablar con más tranquilidad, sin el alboroto ni el constante movimiento de personas que vienen y van. 

—Mi casa está cerca —aclara Brian, una vez que pagan—. Podemos tomar algo allá o ir a un bar. 

Roger lo piensa un segundo.

 —No, vamos a tu casa.

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Roger siente que lo persiguen las miradas acusadoras de los extraños, sin embargo no tienen una expresión de desprecio en sus rostros, es más bien como una expresión de asombro, de duda, de vacilación. Parece que los desconocidos se percataron de que en realidad es un hombre, o tienen una vaga idea sobre ello, ya que se les dificulta comprobar si es cierto o no. De todas formas, Roger siente que está haciéndole un mal terrible a Brian, que está dejándolo en ridículo y que por su culpa podrían terminar los dos en un manicomio, o en el mejor de los casos, en la cárcel. May notó aquel miedo hacia los ojos curiosos de los demás, y para calmarlo, le dijo que en realidad admiraban su belleza, y tras mencionar esto, le rodeó los hombros con un brazo, apegándolo a su cuerpo. Roger se sintió en completa seguridad, tuvo la certeza de que nada malo podría pasarle si estaba con él, y eso lo hizo derretirse y enamorarse un poco más, si era posible.  

De repente, la rubia lo empuja contra una pared, la pared de una casa ajena. Le recorre el torso con las manos, desacomodando su ropa y con su muslo entre las piernas del mayor. Queda a centímetros de su boca, tentándolo. Brian queda inmóvil ante el movimiento inesperado, mira su boca con deseo, queriendo avanzar pero sin ser capaz de hacerlo ñor el hecho de estar en público.

Ella sonríe con maldad, estira el brazo hasta alcanzar el timbre de la casa, presiona el botón y sale corriendo. May, todavía desorientado, queda unos segundos estático sin poder asimilar la situación, sin entender nada. Rogerina llega al coche, y estando dentro, le hace señas para que se mueva antes de que lo descubran.

midnight dance; brian may & roger taylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora