Capítulo IV

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Poco tiempo había pasado desde que Caroline llego a Londres, donde ahora vive junto a Ada... y James. El hombre misterioso, que le contestó la llamada hace dos semanas. Desde que llegó a la casa de Ada, esta supo que tomo la decisión correcta. La compañía que se hacían una a la otra las reconfortaba y las ayudaba a sobrellevar la pérdida de Freddie. Ambas llevaban el luto de manera reservada, no le dejaban ver al mundo lo que realmente estaban sintiendo. Cuando esto no era así. En las noches, Caroline se perdía entre whiskey y cigarrillos, recordando lo que solía ser Freddie. Mientras que Ada, la tenía que hacer entrar en razón la mayoría de las veces. Esta se mostraba fuerte ante la situación, pero sabía que por dentro no estaba bien.

Desde que llego a Londres, esta se aseguro de poner un anuncio en los periódicos donde ofrecía sus servicios como enfermera privada. Ya que de este modo podría ganar un poco más de dinero. A la semana siguiente, recibió el llamado de una familia de italianos ahogados en dinero, para que esta cuidara de una de sus hijas que nació enferma. El trabajo no era malo, la niña estaba en cama, pero podía hablar y eso la entretenía a Caroline. Solo tenía que ayudarla a ir al baño, asearse y suministrarle uno que otro medicamento.

Hoy, viernes siendo su último día laboral de la semana, Caroline se sentía agotada, pero algo dentro de si la estaba motivando a salir a un club ya que necesitaba bailar y emborracharse con excusa. Al llegar a casa, esta convenció a James de que fuera con ella a pasar un rato en algún club caro del centro. James, un poco renuente, acepto a y dijo que conocía uno increíble. Este se mostraba renuente ya que no tenía dinero suficiente para pagarse al menos unos tragos; pero Caroline le insistió que ella invitaba esta vez. También intento hacer que Ada saliera de la casa también, cosa la cual no logro ya que esta le dio la excusa de que tenía que cuidar a Karl.

—A la próxima dejamos a James a cargo de Karl y salimos tú y yo, ¿va?

—Preferiría salir con Karl antes de dejárselo a James. No tiene muchos dotes paternales.

—Respondería a tu comentario, Ada—Las sorprende el morocho en la entrada de la casa, donde ya se encontraba Caroline lista para irse.—Pero esta mujer me está robando toda la atención con ese vestido. Caroline, te ves preciosa. Te juro que si me gustaran las mujeres, tú serías cien por ciento mi tipo.

El comentario hace reír a las mujeres Thorne de manera estruendosa. Entre risas Caroline se ve por última vez en el espejo y se da cuenta que se puso el vestido correcto. El único vestido que consiguió en todo su armario que se apegara a la situación. Combinó el vestido con unos zapatos de tacón negros no muy altos, lo suficientemente cómodos para bailar toda la noche. Su cabello, se encontraba recogido de manera sencilla en su nuca y también lo adornó con una cinta. Esta busco solo ponerse un pinta labios rojo, como siempre lo hacia, pero Ada la obligó a empolvarse un poco las mejillas y a ponerse máscara de pestañas.

—Eres demasiado blanca—Le dijo Ada mientras la ayudaba a maquillarse—Necesitas color en las mejillas—y sin previo aviso, se las pellizcó hasta que estas tomaron un color rojizo.

—¡Ada!—La regañó la pelirroja cuando su cuñada le empezó a pellizcar—Eres una bruta, eso en serio dolió.

—Las mujeres tenemos que pasar por tortuosas situaciones para vernos lindas, Caroline. Y tú no eres la excepción.

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𝐂𝐚𝐫𝐨𝐥𝐢𝐧𝐞 || 𝐓𝐡𝐨𝐦𝐚𝐬 𝐒𝐡𝐞𝐥𝐛𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora